Hasta la forma en que fue sentenciado la primera vez era absurda. Lo apresaron al comienzo de la guerra por "propaganda antisoviética", resultado de una denuncia urdida por algunos vecinos que deseaban su departamento (y que lo obtuvieron luego). Se aclaró más tarde que no había estado envuelto en tal propaganda, aun cuando podía haber estado, desde que oía la radio alemana. Luego resultó que no escuchaba radio alemana, pero podía haberla escuchado, desde que tenía un receptor de radio prohibido en su casa. Y cuando se supo que no tenía tal receptor de radio, seguía siendo verdad que podía haberlo tenido desde que su profesión era ingeniero en radio. Según la denuncia, también habían encontrado en su apartamento dos lámparas de radio en una caja.
Dyrsin había agotado su cuota completa en los campos de concentración durante la guerra, en aquellos donde les zeks comían granos crudos, robados a los caballos y donde mezclaban la harina con nieve debajo de un letrero que decía "campamento", el letrero había sido clavado años atrás en un pino en el extremo de la taiga. En los ocho años que Dyrsin había pasado en la tierra de GULAG, su esposa se había convertido en una mujer vieja y huesuda y sus dos hijos habían muerto. Entonces recordaron que él era ingeniero y lo trajeron a la sharashkay le dieron manteca... sí, y hasta le pudo enviar a su esposa 100 rublos por mes.
De pronto, inexplicablemente, dejaron de llegar cartas de su mujer. Quizás se hubiera muerto.
El Mayor Myshin estaba sentado con las manos cruzadas sobre el escritorio. El escritorio no tenía papeles, el tintero estaba cerrado, la pluma seca, y no había expresión alguna (como jamás la había habido), en su cara regordeta, que era lila con un toque de rojo. Su frente era tan carnosa que ni las arrugas de los años ni los surcos de la meditación podían marcarse en ella. Sus mejillas también eran regordetas. El rostro de Myshin era como el de un ídolo hecho de arcilla refractaria a la cual se le ha agregado al barro tintes rosados y violetas. Sus ojos sin vida, con una peculiar vacuidad arrogante.
Nunca había sucedido antes: Myshin le dijo que se sentara. Dyrsin trató de imaginar en qué desgracia había caído, — qué cosa diría el informe en contra de él. El Mayor guardó silencio, de acuerdo a las instrucciones.
Al fin, dijo:
—De manera que usted se ha estado quejando, al venir acá, de no recibir cartas hace dos meses.
—¡Más de tres, Ciudadano Jefe! — interpuso con timidez Dyrsin.
—Bien, tres... ¿cuál es la diferencia? ¿Y ha pensado usted qué tipo de persona es su esposa?
Myshin hablaba sin prisa, pronunciando las palabras distintamente y guardando una larga pausa entre las frases.
—Qué tipo de persona es su esposa,¿eh? — apremió.
—No comprendo —murmuró Dyrsin.
—¿Qué es lo que no comprende? ¿Cuáles son las ideas políticas de. su esposa?
Dyrsin se puso pálido. Era increíble, pero no se había acostumbrado a todo. Su esposa debía haber escrito algo en una carta y precisamente ahora antes de su liberación ella...
Y, secretamente, rezó por su esposa. (Había aprendido a rezar en el campo).
—Es una plañidera, y no necesitamos plañideras —exclamó el Mayor con firmeza— y tiene una extraña ceguera, no ve el lado bueno de nuestra vida, sólo el malo.
—Por el amor de Dios, ¿qué le ha sucedido a ella? — exclamó Dyrsin suplicante, bamboleando la cabeza en su angustia.
—¿A ella? — y Myshin se detuvo aún más tiempo—. ¿A ella? Nada —Dyrsin suspira—. Hasta ahora...
Procediendo con mucha deliberación, el Mayor sacó una carta de una caja y se la tendió a Dyrsin.
—¡Gracias! — dijo Dyrsin, ahogándose—. ¿Puedo retirarme ya?
—No. Léala aquí. No puedo dejarle llevar una carta como esa al dormitorio. ¿Qué pensarán los otros prisioneros de la libertad tomando como base tales cartas? Léala.
Y guardó silencio, como un ídolo liláceo, preparado para aceptar todo el peso de sus responsabilidades.
Dyrsin sacó la carta del sobre. El no se daba cuenta pero una persona de afuera hubiera recibido muy mala impresión de su apariencia. Parecía reflejar la imagen de la mujer que la había escrito: estaba redactada en un papel ordinario, casi un papel de envolver, y ni una sola línea era horizontal. Cada línea bajaba hacia el margen derecho. La carta estaba fechada en septiembre 18:
¡Querido Vanya!:
Acabo de sentarme a escribir pero en verdad quiero dormir. No puedo. Vuelvo a casa del empleo y salgo a la huerta en seguida. Mamyushka y yo estamos cosechando papas. No hay más que papas muy menudas. En las vacaciones no fui a ninguna parte, no tenía nada que ponerme, todo estaba hecho pedazos. Quería ahorrar un poco de dinero para ir a verte, sí... ¡para ir a verte! pero nada sale bien.
Entonces Nika fue a visitarte y le dijeron que no había nadie de ese nombre allí, y su madre y su padre la reprendieron... "¿Por qué fuiste? ¡Ahora anotarán tu nombre, y te vigilarán!" En general, nuestras relaciones con ellos son tensas y ellos y L. V. no se hablan.
Vivimos mal. Abuela ha estado enferma desde hace tres años; no se levanta; se secó; no se muere ni se mejora, y nos está agotando a todos. Huele muy mal y hay discusiones todo el tiempo. Yo no le hablo a L. V..., Mamyushka se ha separado de su marido para siempre; su salud es mala; sus hijos no la obedecen. Cuando volvemos del trabajo es terrible; lo único que se oye son maldiciones. ¿Adonde se puede huir? ¿Cuándo terminará?
"Te beso. Cuida tu salud."
No tenía firma ni siquiera la palabra "tuya".
Esperando pacientemente hasta que Dyrsin hubiera leído y releído su carta, el Mayor Myshin retorció sus cejas canosas y humedeciéndose los labios violetas, dijo:
—No le entregué esa carta cuando llegó. Pensé que sería un estado de ánimo pasajero de ella, y usted tiene que mantener alto su espíritu para trabajar. Esperé que enviara una carta mejor. Pero ésta es la que envió el mes pasado.
En silencio Dyrsin miró al mayor, pero su cara desmañada no expresaba reproche, sólo pena. Tomó el segundo sobre abierto y extrajo la carta con dedos temblorosos; habían las mismas líneas desparejas y deprimentes. Esta vez estaba escrita en una hoja arrancada de un cuaderno:
30 de octubre.
"¡Querido Vanya!
"Estás ofendido porque escribo rara vez. Pero vuelvo del trabajo tarde y casi todos los días voy al bosque en busca de leña, y entonces ya es de noche y estoy tan cansada que simplemente me tiro en la cama. De noche duermo mal. Abuela no me deja dormir. Me levanto temprano, a las cinco de la mañana, y a las ocho tengo que estar en el trabajo. Todavía, gracias a Dios, el otoño está templado, ¡pero el invierno se está acercando! No se puede conseguir carbón en el depósito; sólo lo consiguen los jefes o la gente con conexiones. No hace mucho una pila de leña se cayó de mi espalda, la arrastré sobre la tierra detrás de mí, no tenía fuerzas para levantarla y pensé: ¡Una vieja arrastrando una carga de leña! Me hernié a causa del peso. Nika vino para las vacaciones; se está convirtiendo en una mujer atractiva, y ni siquiera me visitó. No puedo pensar en ti sin pena. No cuento con nadie. Trabajaré mientras tenga fuerzas, pero tengo miedo de caer enferma como abuela. Abuela ha perdido por completo el uso de las piernas. Está toda hinchada; no puede acostarse ni levantarse sola. Y no admiten personas tan enfermas en el hospital porque, según ellos, no vale la pena. L. V. y yo tenemos que levantaría todas las veces; se hace de todo en la cama; hay muy mal olor, esta no es vida sino trabajo de presidario. Por supuesto, ella no tiene la culpa, pero no tengo fuerzas para soportarlo más. A pesar de tu consejo de no maldecir, maldecimos el día entero. De L. V. lo único que oigo es: miserable, ramera... y lo mismo les dice Mamyushka y sus hijos ¿Los nuestros hubieran crecido así también? Sabes, con frecuencia me alegra que no estén aquí. Valerik entró a la escuela este año; necesita muchas cosas pero no hay dinero. Es verdad que por decreto le pasan a Mamyushka dinero para alimentos del salario de Pavel. Bien, no hay nada más que escribir. Deseo que estés bien de salud; Te beso.