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NINA. - ¡Conque ésa es vuestra sospecha! Y la culpable de todo eso es la pulsera. Créame usted que su conducta motivará no sólo mi risa, sino también la de todos mis amigos.

ARBENIN. - ¡Sí! Reíd, imbéciles, maridos desgraciados, que yo también los he engañado algún día, mientras ustedes vivían como santos, sin saber nada, en el paraíso. Pero tú, mi paraíso celestial y terrenal, adiós... adiós, yo ya sé todo. (Dirigiéndose a ella) ¡No te acerques a mí, hiena! Creía yo, muy tonto, que tú, conmovida, tristemente, confesarías todo, poniéndote de rodillas; entonces yo me hubiera ablandado al ver aunque sea sólo una lágrima... una... ; pero no, la risa fue tu única respuesta.

NINA. - No sé quién me ha calumniado. Yo te perdono, yo no soy culpable en nada. Me das lástima, aunque no puedo ayudarte, pero para que te consueles, desde luego, no puedo mentir.

ARBENIN. - ¡Oh, cállate, te pido!... ¡Basta!...

NINA. -Pero escucha... Soy inocente... Que Dios me castigue, escucha...

ARBENIN. - Sé de memoria todo lo que tú me puedes decir.

NINA. - Me duele escuchar tus reproches... Yo te amo, Eugenio.

ARBENIN. - Entonces, confiesa al fin...

NINA. - ¡Escucha, por favor! ¡Oh, Dios mío!, ¿qué quieres de mí?

ARBENIN. - ¡Venganza!

NINA. - ¿Pero a quién quieres vengar?

ARBENIN. - La hora llegará y estoy seguro de encontrarlo.

NINA. - ¿Es para mí la amenaza?... Y entonces,

¿por qué tardas?

ARBENIN. - El heroísmo no te queda bien.

NINA. - (Disgustada) ¿A quién?

ARBENIN. - ¿Usted por quién teme?

NINA. - ¿Será posible que continúes todavía en ese estado? ¡Oh, deja! Con esos celos terminarás por matarme... Yo no sé pedir y tú eres implacable... Pero esta vez también yo te perdono.

ARBENIN. - Está de más.

NINA. -Sin embargo, hay un Dios... Y él no perdonará.

ARBENIN. - ¡Qué lástima! (Ella se va llorando)..

(Solo) ¡Qué mujer!... Ya hace mucho que a ustedes las conozco. Y a vuestras caricias y vuestros reproches.

¡Muy caro me ha costado esta lección! ¿Y por qué será que ella me quiere? ¿Acaso porque tengo un aspecto y una voz terrible? (Se acerca a la puerta de la habitación de su esposa y escucha) ¿Qué hace ella? Tal vez está riendo... No, llora... (Apartándose) Lástima que ya es tarde...

ACTO SEGUNDO

ESCENA PRIMERA

(La baronesa está sentada en un sillón, y algo fatigada abandona el libro que está leyendo).

BARONESA. - ¿Para qué será la vida? ¡Para satisfacer siempre deseos ajenos, costumbres ajenas y vivir esclavizada! Jorge Sand casi tiene razón. ¿Qué es la mujer ahora? Un ser sin voluntad, un juego de pasiones o un capricho de los demás. Teniendo juicio vive sin defensa en la sociedad, ocultando siempre el ardor de sus sentimientos o bien sofocándolos en plena flor.

¿Qué es la mujer? Vende su juventud según ciertas conveniencias y como a víctima de un sacrificio la preparan. La obligan a querer a un hombre solamente, prohibiéndole todo otro afecto. En su pecho se agita a veces la pasión, y el temor y la razón alejan los nuevos pensamientos; y si alguna vez, olvidando la fuerza de la sociedad, deja caer su honor entregándose con toda el alma a sus sentimientos, entonces deberá olvidar la tranquilidad y la felicidad. El mundo es así; no quiere conocer los secretos; juzga por el aspecto y por el vestido a la honradez y al vicio y jamás ofenderá a la decencia y es muy cruel en sus castigos... (Intentando leer) No, no puedo leer..., estoy turbada por todos estos pensamientos y temo... Y al recordar lo sucedido, yo misma me asombro. (Entra Nina).

NINA. - Paseando en una troika, tuve la idea de venir a verte, mon amour.

BARONESA. - C'est une idée charmante, vous en avez toujours. (Sentándose)

Me parece que estás más pálida que antes. Hoy, sin embargo, a pesar del viento y del frío, tienes los ojos colorados. ¿Me imagino que no es de haber llorado?

NINA. - He pasado mala noche y no me siento bien.

BARONESA. - Si tu médico es malo, elige otro.

(Entra el príncipe Zviezdich).

BARONESA. - (Fríamente) ¡Oh, príncipe!

PRÍNCIPE. - Estuve ayer en su casa para comunicarle que nuestro picnicse ha postergado.

BARONESA. - Le ruego que se siente, príncipe.

PRÍNCIPE. - Acabo de discutir asegurando que la noticia iba a disgustarle, pero veo que usted la ha tomado con calma...

BARONESA. - Realmente me da lástima.

PRÍNCIPE. - Yo estoy muy contento. Yo daría veinte picnicspor un solo baile de máscaras.

NINA. - ¿Usted estuvo ayer en el baile de máscaras?

PRÍNCIPE. - Estuve.

BARONESA. - ¿Con qué disfraz?

NINA. - ¿Había muchas máscaras?...

PRÍNCIPE. - Sí. Bajo el antifaz he reconocido allí a muchas damas nuestras. Naturalmente, ustedes hubieran querido conocer sus nombres. (Riendo).

BARONESA. - (Apasionadamente) Yo debo declararle, príncipe, que estas calumnias me resultan completamente ridículas. ¿Cómo puede admitir que una mujer honesta se atreva a ir entre esa gente, donde cualquiera puede ofenderla y atreverse... y arriesgar a ser reconocida... ¡Oh, usted debe avergonzarse y renunciar a sus palabras!

PRÍNCIPE. - Renunciar no puedo, pero estoy dispuesto a avergonzarme.

(Entra un funcionario).

BARONESA. - ¿De dónde viene?

FUNCIONARIO. - Vengo de la administración y quería conversar sobre sus asuntos.

BARONESA. - ¿Han resuelto algo?

FUNCIONARIO. - No, pero pronto se resolverá...

¿Tal vez molesto?...

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