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MEDVEDENKO.- ¿Qué sueldo es el de un cantor sinodal? ( Salen todos, salvoDORN.)

DORN.- ( Solo.) No sé... Puede que yo no entienda nada, o que me haya vuelto loco, pero la obra me ha gustado. Hay algo en ella... Cuando esa niña habló de la soledad..., y después, cuando aparecieron los ojos rojos del diablo..., las manos me temblaban de nervioso que estaba... Es una cosa fresca..., ingenua... Aquí me parece que viene. Tengo gana de decirle muchas cosas gratas.

TREPLEV.- ( Entrando.) Ya no hay nadie.

DORN.- Estoy yo.

TREPLEV.- Maschenka anduvo buscándome por todo el parque. ¡Es una criatura insoportable!

DORN.- ¡Konstantin Gavrilovich!... ¡Su obra me ha gustado muchísimo!... ¡Es un tanto extraña, y no he oído el final; pero, sin embargo, la impresión que produce es fuerte!... ¡Es usted un hombre de talento, y debe seguir escribiendo! (TREPLEV, tras estrecharle fuertemente la mano, movido de un arranque espontáneo, le abraza.) ¡Pues no está poco nervioso!... ¡Si hasta se le llenan los ojos de lágrimas!... ¿Qué otra cosa quería decirle»... ¡Ah, sí!... Así tiene que ser, porque la obra artística debe, desde luego, expresar algún pensamiento grande... ¡Solo lo serio es maravilloso!... Pero ¡qué pálido está!...

TREPLEV.- ¿De modo que..., que usted opina que debo continuar?

DORN.- ¡Ciertamente! Ahora... eso sí..., ¡represente únicamente lo que es importante y lo que es eterno!... ¡Usted ya sabe que he tenido una vida muy variada, y que he sido hombre de gusto!... ¡Me encuentro satisfecho, pero si hubiera sentido alguna vez el impulso espiritual que sienten los artistas en el momento de la creación, me parece que hubiera despreciado mi envoltura física, y todo cuanto esta supone, y hubiera volado a la altura..., lejos de la tierra!

TREPLEV.- Perdone... ¿Dónde está Sarechnaia?

DORN.- Y esto, además... ¡En la obra tiene que haber un pensamiento claro y resuelto!... ¡Tiene usted que saber para qué escribe!... De otro modo..., si sigue usted un camino pintoresco, pero que no conduce a ningún fin determinado, corre el peligro de extraviarse, y de que su propio talento sea su destrucción.

TREPLEV.- ( Con impaciencia.) ¿Dónde estás, Sarechnaia?

DORN.- Se fue a su casa.

TREPLEV.- ( Con acento desesperado.) ¿Qué hacer?... ¡Quiero verla!... ¡Es indispensable que la vea!... ¡Me voy!

Escena V

EntraMASCHA.

DORN.- ( ATREPLEV.) ¡Cálmese, amigo mío!

TREPLEV.- ¡No!... ¡Me voy! ¡Tengo que irme!

MASCHA.- Donde tiene que ir es a su casa. Konstantin Gavrilovich... Su madre le espera. Está intranquila.

TREPLEV.- ¡Dígala que me he marchado!... ¡Les ruego a todos que me dejen en paz!... ¡Déjenme! ¡No me sigan!

DORN.- ¡Pero, querido!... ¡No se puede!... ¡Eso no está bien!...

TREPLEV.- ( Entre lágrimas.) ¡Adiós, doctor!... ¡Gracias! ( Sale.)

DORN.- ( Suspirando.) ¡Juventud, juventud!...

MASCHA.- Cuando no se tiene otra cosa que decir, se dice: «¡Juventud, juventud!» ( Toma rapé.)

DORN.- ( Quitándole la tabaquera y tirándola entre los arbustos.) Me parece que en casa deben de estar jugando... Tengo que irme.

MASCHA.- ¡Espere!

DORN.- ¿A qué?

MASCHA.- ¡Vuelvo a decírselo una vez más!... ¡Me gustaría hablar con usted!... ( Nerviosa.) ¡Noquiero a mi padre y, sin embargo, el corazón me guía hacia usted sin que yo mismo sepa la razón! ¡Mi alma entera ve en usted un ser que le es próximo!... ¡Ayúdeme!... ¡Si no lo hace, haré yo de mi vida un escarnio y la destrozaré!... ¡No puedo más!

DORN.- Pues ¿qué le pasa?... ¿En qué puedo ayudarla?...

MASCHA.- ¡Sufro!... ¡Nadie puede imaginar mis sufrimientos!... ( Reclina la cabeza sobre el pecho de él, y añade quedamente.) ¡Quiero a Konstantin! DORN.- Pero ¡qué nerviosos están todos!. ¡Qué nerviosos!... Y ¡cuánto amor!... ¡Oh, lago embrujado'... ( Cariñosamente.) ¿Y qué puedo hacer yo, criatura?... ¿Qué puedo hacer?... ¿Qué?...

Acto segundo

La escena representa un campo de «croquet». En el fondo, a la derecha, casa con gran terraza; a la izquierda, el lago sobre el que se refleja la luz brillante del sol. Platabandas de flores. Es mediodía. Hace calor.

Escena primera

En un banco, junto al campo de «croquet», bajo la sombra de un viejo tilo, están sentadosARKADINA, DORN Y MASCHA. Sobre las rodillas deDORN descansa un libro abierto.

ARKADINA.- ( AMASCHA.) ¡Pongámonos en pie una al lado de otra! ( Se levantan.) ¡Usted tiene veintidós años, y yo, casi el doble!... ¡Y, sin embargo..., Evguenii Serguevich!... ¿Cuál es la más joven de las dos?

DORN.- ¡Usted, naturalmente!

ARKADINA.- ¿Y por qué?... ¡Porque yo trabajo..., porque yo respiro..., porque estoy siempre metida en el bullicio..., mientras que usted..., constantemente en el mismo sitio..., no vive!... ¡Tengo por regla no mirar el futuro! ¡Nunca pienso en la vejez, ni en la muerte! ¡Lo que tenga que ser, será!

MASCHA.- ¡A mí, en cambio, me parece haber nacido hace muchísimo tiempo! ¡Arrastro la vida como si fuera una interminable cola de vestido! ¡Me ocurre con frecuencia no sentir ganas de vivir!... ( Se sienta.) ¡Claro que son tonterías!... ¡Cosas que hay que sacudirse y quitarse de encima!

DORN.- ( Canturreando bajito el aria de Fausto.) «¡Flores mías, hablad de mi amor!»...

ARKADINA.- ¡Luego, soy correcta como un inglés! ¡Siempre, querida, estoy sobre mí, y me visto y me peino de un modo muy « comme il faut»! ¡Jamás me sucede el permitirme a mí misma salir de casa, ni siquiera para ir al jardín, en blusa o sin peinar!... ¡Jamás!... ¡Por eso me conservo bien! ¡Porque nunca he sido desaliñada, como lo son algunas!... ( Levantándose, da unas cuantas vueltas por el campo de «croquet», con paso airoso.) ¿Me ven ustedes?... ¡Igual que una jovencita! ¡Capaz de representar papeles de niña de quince años!

DORN.- Todo eso estará muy bien; pero yo voy a seguir leyendo. ( Coge el libro.) Nos paramos en lo del tendero y las ratas.

ARKADINA.- ¿Y las ratas?... Es verdad... ¡Lea! ( Se sienta.) ¡O, si no..., deme, que voy a leer yo! ¡Me toca mí el turno! ( Coge el libro y busca con la vista enél.) «Y las ratas»... Aquí está. ( Leyendo.) «Y es natural..., ya que para la gente de mundo, el atraerse y mimar a los novelistas resulta tan peligroso como para un tendero criar ratas en sus almacenes. A pesar de esto, se les quiere. Así, pues, cuando una mujer ha hecho de un escritor objeto de su elección, y desea atraérselo, le asedia por medio de elogios, amabilidades y complacencias»... ¡Eso será entre los franceses, porque entre nosotros no ocurre nada parecido! ¡No puede haber programas!... ¡Entre nosotros, la mujer, por lo general, cuando se atrae a un escritor, es porque ya está enamorada de él hasta las orejas! ¡No hay que ir muy lejos a buscar el ejemplo! ¡Aquí estamos yo y Trigorin! ( ApareceSORIN, apoyándose en un bastón y llevando a su lado aNINA. Les sigueMEDVEDENKO, empujando un sillón de ruedas vacío.)

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