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– A Cabuxa Tola le mamó las tetas el muerto que mató a Afouto, a mi difunto y puede que a doce más, pero el hijo de puta está ahora muerto y ni siquiera enterrado, don Camilo, que una mujer, algún día le diré quién, usted cállese que la que habla soy yo, y Dios quiera que no hable más de la cuenta, robó sus restos del camposanto e hizo con ellos lo que jamás podrá saberse como no quiera decirlo. Hay que estar pegado a la tierra, y más vale ser tierra que agua. Cabuxa Tola no tiene nada de tola y vive aún, pienso que con su hija Edelmira, que casó en Sarria con un guardia civil. Tiene mi edad, uno o dos años más que yo, y fuimos siempre muy buenas amigas. A todas las mujeres nos mamó alguien las tetas alguna vez, para eso estamos, que el gusto no nos lo quita nadie, lo que importa es no guardar el asco: un mozo en el pajar y otro en la cuadra, el cura en la sacristía, un feriante en la lareira, el molinero en el molino, un forastero en el monte, el marido cuando le da la gana…, lo que importa es no guardar el asco. De estas dos tetas, cuando estaba criando a mi hija Benicia y eran dos tetas de verdad y como Dios manda, grandes y duras y llenas de leche, también mamó la culebra, pero mi difunto le partió la cabeza con un sacho y la mató, aquí no hay más que difuntos y el viento famento soplando la Marcha Real en los carballos.

Llueve sobre el cruceiro de Piñor y el chorro de Albarona que vigilan los lobos mientras el carro de bueyes de Roquiño va por la corredoira haciendo cantar el eje para espantarlos. Las lamáchegas se vuelven agua por el invierno y duermen agazapadas en las raicitas de los morodos dulces y escondidos. Las ánimas del purgatorio también beben en la fuente del Miangueiro, como los leprosos, y cuando se aburren vagan con la Santa Compaña por la orilla del río. A Benito Gamuzo le llaman Lacrau; desgarbado como el alacrán sí es, aunque no tiene veneno. Lacrau es sordomudo pero listo; hace muy bien recados y sabe cepillar la madera, criar conejos y freír filloas, fríe filloas casi tan bien como Benicia. Lacrau es soltero y vive en Carballiño con su hermano Matías, trabaja en la fábrica de ataúdes y gana lo suficiente. Una vez al mes, Lacrau va de putas a la capital y no repara en gastos. Con Chufreteiro y con Lacrau también vive el último hermano, Salustio, que el pobre es inocente y furricosiño; la verdad es que se arregla con cualquier cosa y tampoco da ningún trabajo. Chufreteiro no piensa en volver a casarse porque no sabe lo que sería de sus hermanos.

– Así estoy bien y, después de todo, mis hermanos también son de Dios.

Al noveno y último Marvís le dicen Mixiriqueiro porque se pasa la vida quejándose con su vocecita de grillo, a lo mejor es que le duele algo por dentro y no lo sabe decir.

Ádega no quería morirse sin ver el mar.

– Lo malo no es morirse sino que se sepa, lo malo es la risa que da a los que quedan vivos; yo me conformo con haber vivido un día más que el muerto, y llevo ya muchos. El muerto que mató a mi difunto está muerto y bien muerto y yo sigo viva; lo importante es ver como los demás se van muriendo. Ahora, lo que yo quiero es no morirme sin ver el mar, debe ser muy hermoso. Cabuxa Tola me dijo que es por lo menos tan grande como toda la provincia de Orense o, a lo mejor, más aún. El muerto que mató a Afouto y más a mi difunto ya murió, y eso siempre consuela. Hay que estar pegado al agua, y más vale ser agua que aire. Cabuxa Tola se da muy buena maña para amaestrar pájaros y otros animalitos, lo hace tan bien como Policarpo Obenza, el de la Bagañeira: búhos, cuervos…, los búhos son más papones que los cuervos, sapos, cabras, éstas son muy fáciles, garduñas, murciélagos, lo que usted quiera. Cabuxa Tola también sabe pasmar gallinas, capar culebras y hacer bailar el galop a las raposas frotándoles el culo con un pimiento picante partido en dos, los buenos son los de su pueblo, ¡qué risa! Cabuxa Tola vale más que muchos hombres. Todas las mujeres hemos hecho las marranadas alguna vez con un perro, eso es costumbre, cuando se es joven vale todo, o con un inocente, si es baboso, mejor, cuando se tiene a mano y no hace demasiado frío ni se echa a llorar; los hombres buscan una cabra tetona para cogerla bien cogida de los cuernos y restregarse más a gusto, eso va en naturalezas. Bueno, pues Cabuxa Tola hacía con los lobos lo que hacíamos las demás con los perros, y esto no lo cree nadie pero es verdad, que yo lo vi con mis ojos. A Cabuxa Tola le obedecían los animales del monte porque a su madre la preñaron encima de un caballo al galope durante la tormenta de San Lourenciño de Casfigueiro, que cada año mata a un castellano, un gitano, un negro y un seminarista, es una tormenta muy cruel y destrozadora, muy amarga. Cabuxa Tola, con una ocarina que tiene, avisa de que llega el temporal a los animalitos que no tienen defensa: el topo de la tierra, el ciempiés de la silveira, la araña del guisante de olor, el caracol de las nabizas y otros.

Policarpo el de la Bagañeira no se llama Obenza de apellido sino Portomourisco; Obenza se llamaba su abuela, mujer de mucho mando y arranque.

Los Carroupos tienen una chapeta de piel de puerco en la frente, la tienen todos, es como la marca de fábrica o un antojo para señalar malditos. Moucho lleva sangre carroupa en las venas, no es de ley ni de confianza. Los Carroupos no se sabe de dónde salieron, del país no son, a lo mejor vinieron de la Maragatería, más allá de Ponferrada, vinieron escapando del hambre o de la justicia, cualquiera sabe. Fabián Minguela, Moucho, anda siempre afilando y sacándole brillo a la navaja, un día se la van a hacer comer. Los Carroupos no cultivan el campo ni crían ganado, los Carroupos son zapateiros, la gente llama zapateiros a los que trabajan sentados o, por lo menos, sin que les llueva por encima: zapateros, sastres, mancebos de botica, barberos, escribientes y otros oficios para los que no se precisa fuerza ni tierra. La segunda señal del hijoputa es la frente buida, ¿ves la de Fabián Minguela?, bueno, pues una cosa así.

Moncho Requeixo Casbolado, a quien llaman Moncho Preguizas porque no tiene ganas de nada salvo de andar y ver mundo, estuvo en la guerra de Melilla con Lázaro Codesal Grovas, a lo mejor antes no se dijo el segundo apellido, pero libró de la tunda de los moros y volvió con vida, aunque con una pierna de menos. Moncho Preguizas había dado la vuelta al mundo, siempre enrolado en barcos holandeses; lo que más le había gustado era Guayaquil.

– Con una pata de palo, si está bien calibrada, tampoco se vive tan mal, no vayan ustedes a creer. Entre los indígenas de New Titanic, una isla que hundieron los ingleses en el océano Pacífico, la hundieron a cañonazos porque sus habitantes querían implantar el sistema métrico decimal, era signo de distinción el llevar una pata de palo; a mí quisieron hacerme primer ministro, pero les dije que no porque prefería volver al país.

Moncho Preguizas tiene hechuras de explorador a la antigua, es mentiroso, enamoradizo, decidido, zángano y fabulador. En la playa de Bastianiño, según dice Moncho Preguizas, encontró un árbol muy raro, el ombiel, cuyas hojas, cuando llega el otoño y caen al suelo abatidas por la tristeza, se arrugan muy blandamente, igual que si fueran de carne de caracol, y se convierten en murciélagos sin ojos y con una calavera de color colorado pintada en las alas. Si sopla el viento, se pueden levantar y echarlos a vivir y volar; si no, hay que dejarlos pegados a la tierra hasta que se mueren de hambre, porque rematarlos trae desgracia. Si se les deja pegados a la tierra, no pasa nada y el mundo sigue dando vueltas como si tal.

Ádega es buena amiga de Moncho Preguizas, hasta fueron medio novios algún tiempo, ahora hace ya muchos años que no se ven.

– Mire, don Camilo, déjese usted de coñas, que a veces pienso si no está usted de coña. Lo bonito es aguantar un poco y morir después de los muertos cantados y condenados a muerte, de los muertos que llevan la muerte pintada en los ojos, en la frente y en el corazón, de los muertos para los que todo el personal quiere la muerte. Sí, es la ley de Dios: al que vierte sangre, se le envenena la sangre y acaba ahogado en sangre. Y además no tiene escape porque todas las puertas del mundo se le cierran. Hay que estar pegado al aire y más vale ser aire que muerte. La gente se cansó de que los pálidos anduvieran sembrando muertes y, cuando llegó la hora de la venganza, que llega cuando Nuestro Señor dispone pero que llega siempre, por cada pálido muerto, quienes habían llorado pero seguían vivos, plantaron una abeleira, para llevar la cuenta y también para que los jabalíes se alegraran. ¡Aquí hay muchas abeleiras plantadas!, decían los pálidos a los que aún no les había llegado la hora de pagar, ¡vamos a tener que hacer un escarmiento! No, señor, les contestaban, esas abeleiras son bordes; nacen solas, se conoce que para que el jabalí tenga avellanas frescas.

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