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Cuando el reloj de pared dio tres campanadas, el cenicero estaba lleno de colillas; la taza y la cafetera casi vacías, entre libros y documentos. Julia se echó hacia atrás en la silla y miró el techo intentando ordenar sus ideas. Tenía encendidas todas las luces de la habitación para alejar los fantasmas que la cercaban, y los límites de la realidad retornaban lentamente, encajando poco a poco, de nuevo, en el tiempo y en el espacio.

Había, concluyó por fin, otras formas mucho más prácticas de plantear la cuestión. Otro punto de vista, sin duda el apropiado, si Julia consideraba que, más que una Alicia, podía considerarse una Wendy ya crecidita. Para enfocar así las cosas, bastaba con cerrar los ojos y abrirlos de nuevo, mirar el Van Huys como se mira un simple cuadro pintado cinco siglos antes y coger lápiz y papel. Así lo hizo, apurando el resto del café frío. A aquellas horas, pensó, sin pizca de sueño y con más miedo a deslizarse por la pendiente de lo irracional que a otra cosa, ordenar sus ideas a la luz de los últimos acontecimientos no era ninguna estupidez. No lo era en absoluto. Así que se puso a escribir:

I. Cuadro fechado en 1475. Partida de ajedrez. Misterio. ¿Qué ocurrió realmente entre Fernando Altenhoffen, Beatriz de Borgoña y Roger de Arras? ¿Quién ordena la muerte del caballero? ¿Qué tiene que ver el ajedrez con todo ello? ¿Por qué pintó Van Huys el cuadro? ¿Por qué después de pintar el Quis necavit equitem Van Huys lo borra? ¿Tiene miedo de que también lo asesinen a él?

II. Le cuento el descubrimiento a Menchu. Acudo a Álvaro. Él ya está al corriente; alguien le ha hecho una consulta. ¿Quién?

III. Álvaro aparece muerto. ¿Muerto o asesinado? Evidente relación con el cuadro, o tal vez con mi visita y mi investigación. ¿Hay algo que alguien no quiere que se sepa? ¿Había averiguado Álvaro algo importante que yo ignoro?

IV. Una persona desconocida (quizás asesino o asesina), me envía documentación reunida por Álvaro. ¿Qué sabe Álvaro que otros consideran peligroso? ¿Qué es lo que a ese otro (otros) le conviene que yo sepa y qué es lo que no le conviene?

V. Una mujer rubia lleva el sobre a Urbexpress. ¿Relación con la muerte de Álvaro o simple intermediaria?

VI. Muere Álvaro y no yo (de momento) aunque ambos estamos investigando el tema. Incluso parecen querer facilitarme el trabajo, o bien orientarlo hacia algo que desconozco. ¿Interesa el cuadro por su valor económico? ¿Interesa mi trabajo de restauración? ¿interesa la inscripción? ¿interesa el problema de la partida? ¿Interesa que se conozcan o que se ignoren determinados datos históricos? ¿Qué puede relacionar a alguien del siglo XX con un drama ocurrido en el siglo XV?

VII. Pregunta fundamental (por ahora): ¿Se vería un posible asesino beneficiado por un aumento de la cotización del cuadro en la subasta? ¿Hay algo más en esa pintura que no he descubierto?

VIII. Posibilidad de que la cuestión no resida en el valor del cuadro sino en el misterio de la partida pintada. Trabajo de Muñoz. Problema de ajedrez. ¿Cómo puede eso causar una muerte cinco siglos después? No sólo es ridículo, es estúpido. (Creo).

IX. ¿Corro peligro? Tal vez esperan que yo descubra algo más, que trabaje para ellos sin yo saberlo. Quizá sigo viva porque me necesitan todavía.

Recordó algo que oyó decir a Muñoz la primera vez, ante el Van Huys, y se puso a reconstruirlo sobre el papel. El ajedrecista había hablado de diversos niveles en el cuadro. La explicación de uno de ellos podía llevar a la comprensión del conjunto:

Nivel 1. El escenario dentro del cuadro. Suelo en forma de tablero de ajedrez que contiene a los personajes.

Nivel 2. Personajes del cuadro: Fernando, Beatriz, Roger.

Nivel 3. Tablero de ajedrez en el que dos personajes juegan la partida.

Nivel 4. Piezas que simbolizan a los tres personajes.

Nivel 5. Espejo pintado que refleja la partida y los personajes, invertidos.

Estudió el resultado, trazando líneas entre un nivel y otro, pero sólo consiguió establecer inquietantes correspondencias. El quinto nivel contenía los cuatro anteriores, el primero se correspondía con el tercero, el segundo con el cuarto… Un extraño círculo que se cerraba sobre sí mismo:

La Tabla De Flandes - pic_8.jpg

En realidad, se dijo mientras estudiaba el curioso diagrama, aquello parecía una solemne pérdida de tiempo. Establecer todas esas correspondencias no demostraba más que el retorcido ingenio del pintor que concibió el cuadro. La muerte de Álvaro jamás podría esclarecerse así; había resbalado en la bañera, o lo habían hecho resbalar, quinientos años después de pintarse La partida de ajedrez. Fuera cual fuere el resultado de todas las flechas y recuadros, ni Álvaro ni ella misma podían estar contenidos en el Van Huys, cuyo autor nunca pudo prever su existencia… ¿O sí lo hizo?… Una inquietante pregunta empezó a rondarle la cabeza. Ante un conjunto de símbolos, como lo era aquella pintura, ¿correspondía al espectador atribuirle significados, o esos significados ya estaban allí dentro, desde su creación?

Aún trazaba flechas y subrayaba recuadros cuando repicó el teléfono. Alzó la cabeza, sobresaltada, mirando el aparato sobre la alfombra sin decidirse a descolgarlo. ¿Quién podía llamar a las tres y media de la madrugada? Ninguna de las posibles respuestas la tranquilizaba, y el aparato aún sonó otras cuatro veces antes de que se moviera. Fue hasta él despacio, aún titubeante, y de pronto pensó que si los timbrazos se interrumpían antes de que averiguase quién llamaba, sería mucho peor. Imaginó el resto de la noche encogida en el sofá, mirando atemorizada el aparato mientras esperaba que sonara de nuevo… Ni hablar. Se lanzó sobre el teléfono, casi con rabia.

– ¿Diga?

El suspiro de alivio que escapó de su garganta tuvo que ser audible incluso para Muñoz, que interrumpió sus explicaciones para preguntar si se encontraba bien. Lamentaba mucho telefonear a aquellas horas, pero creyó que valía la pena despertarla. Él mismo estaba algo excitado, por eso se tomaba la libertad. ¿Cómo? Sí, exactamente. Hacía sólo cinco minutos que el problema… ¿Oiga?… ¿Estaba aún ahí? Le decía que ya era posible saber, con toda certeza, qué pieza se comió al caballo blanco.

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