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Los siguientes aspectos están siempre presentes:

1. tristeza,

2. preocupación por la persona que va a morir

3. ensayo del deceso

4. ajuste previo a las consecuencias de la muerte

5. vivencia efectiva de la despedida, a veces mutua.

Es un error creer que hay un volumen de tristeza fijo y que si se experimenta antes disminuye la pena que "queda" para después de la pérdida. las emociones no funcionan así. De todas maneras algunos estudios aportan datos que documentan que el duelo anticipado mejora la capacidad de adaptación de los familiares a recuperarse del dolor de la pérdida.

Algunos investigadores dicen que la anticipación casi nunca ocurre. Aceptar la muerte de una persona querida antes de que muera condena al familiar vulnerable a la culpa de haber abandonado al paciente antes del final. Y además existe la preocupación de que el paciente experimente "demasiado dolor" adicional por la situación de muerte inminente y esperada a su alrededor.

En todo caso, lo que seguramente existe es la natural anticipación involuntaria de los familiares de los pacientes en largas agonías.

Integración.

Es necesario integrar el pensamiento con el sentimiento y con la acción. Aceptar conscientemente un sentimiento no produce necesariamente la capacidad de expresarlo…Una cosa es ponerse triste, y otra muy distinta es poder llorar.

Saber que uno está enojado no es lo mismo que expresar mi enojo.

En el duelo, el cuerpo se acoraza (endurece), se defiende tratando de amortiguar el impacto que produce el dolor. Poder expresar los sentimientos que produce una pérdida, ya sea la rabia o el miedo, nos ayuda a enfrentar el dolor para poder luego cicatrizar la herida del alma.

Si permanecemos "fuertes", sólo estamos tapando el dolor, Sea como fuere seguramente pasaremos por la vivencia de la muerte de alguno de nuestros seres queridos incluyendo también la de nuestros padres.

El dolor puede y va a enseñarnos irremediablemente a darle un nuevo sentido a la vida, va a cambiar valores y prioridades.

Quizás ahora te parezca imposible, pero con el tiempo vas a ir superando la muerte de la persona amada. Y llegará un día en que vas a poder decir que la vida continúa y que te sentís feliz por estar vivo.

Duelo por viudez

Cuando la realidad conocida se rompe, lo seguro y ordenado se vuelve caótico.

El mundo parece hostil y nada puede aliviar la incertidumbre y la inseguridad.

Y cuando la responsabilidad de mantener el provisorio orden ara compartida con otro que ya no está, aparecen la desesperación y el vacío.

Sólo por la interacción se mantiene el sentido del individuo en el mundo y su identidad, quizás por eso los que pierden su pareja dicen haber perdido una parte esencial de ellos mismos y se sienten extraños y ausentes.

La pérdida del compañero impone desorden, menoscaba el sentido de la vida y amenaza la identidad.

La consecuencia más extrema e irreversible es lo que se ha dado en llamar el "síndrome del corazón roto", donde la muerte del cónyuge precipita la propia.

Hace muchos años, mientras yo era practicante en la guardia médica del Instituto de Cirugía de Haedo, recibimos una llamada para atender una emergencia en una casa cercana al hospital.

Dos médicos, una enfermera, el camillero, el chofer y yo nos subimos con el equipo de resucitación necesario a la ambulancia y en menos de cinco minutos llegamos a una humilde casa del barrio.

Entramos al cuarto de la enferma, una mujer de unos 70 años en paro cardíaco. Lamentablemente no hubo mucho para hacer y pese a todas las maniobras confirmamos que el hecho era irreversible.

Con dolor le contamos a la hermana de la paciente, que estaba en el cuarto, que no había nada más que hacer y que íbamos a llevar el cuerpo al hospital para los certificados y trámites.

La señora salió del cuarto y le dijo a un señor que según nos enteramos después era el marido de la mujer fallecida:

– María murió

El hombre palideció

Se dejó caer en una silla de mimbre y dijo

– Me quiero morir…

Esas fueron sus últimas palabras

Nada pudimos hacer los seis profesionales presentes, ni el equipo que traíamos, ni la posibilidad de trasladarlo de inmediato.

El hombre dijo "me quiero morir" y se derrumbó.

Dadas las condiciones de la muerte, se hizo una autopsia de su cuerpo que arrojó un resultado que todos preveíamos:

Estallido cardíaco!

La muerte de su compañera le había ROTO EL CORAZÓN…literalmente

En los países sajones la muerte del cónyuge es la primera de las situaciones listadas por intensidad en una estadística de "situaciones dolorosas", que ha sido tomada como referencia desde hace muchísimo tiempo y confirmada año tras año.

Para estas estadísticas (que seguramente no darían iguales resultados en nuestros países latinos) la desaparición del marido o de la esposa, sería la máxima causa de dolor entre la población de entre 25 y 70 años. La estadística es esta:

LISTA DE CAMBIOS DOLOR

Muerte del cónyuge 100

Condena en la cárcel 91

Muerte de un familiar cercano (hijo) 83

Divorcio 80

Despido del trabajo 76

Muerte de familiar (hermano-padres) 65

Enfermedad personal o accidente grave 60

Casamiento 50.

Muerte de un amigo 48

Jubilación 45

Enfermedad o accidente de un familiar 44

Dificultades sexuales 39

Crecimiento de la familia (nacim.adopc.) 39

Gran cambio financiero 38

Muerte de una mascota 37

Cambio de trabajo 36

Discusiones repetidas con la pareja 35

Hipoteca bancaria de más de $ 15.000 31

Gran cambio en el trabajo 29

Hijos que dejan la casa (matrimonio/ejérc.) 29

Problemas legales 29

Esposa que comienza a trabajar 26

Mudanza, remodelación de la casa 25

Problemas graves con el jefe 23

Cambios en la vida social 18

Cuando le pregunté a uno de mi maestros de los Estados Unidos la razón de esta discordancia, argumentando que, para nosotros, la lista sería encabezada sin lugar a dudas por la situación de la muerte de un hijo, me contestó con un argumento que no alcanzó a convencerme, pero me obligó a pensar en una arista que hasta entonces yo no había tenido en cuenta: Cuando un hijo se muere y la pareja se mantiene unida, hay dos a los que le está pasando lo mismo, hay alguien que puede comprender lo que nos pasa. En cambio cuando la pareja es la que muere, a nadie, repito, a nadie, le está pasando lo mismo, estamos verdaderamente solos en nuestro dolor.

Dicen los viudos y las viudas. "El dolor de la pérdida de la pareja desgarra y uno se pregunta cómo seguir viviendo". "El silencio hiere los oídos, el hogar se convierte sólo en una casa". "El llanto y la rabia se vuelven tu diaria compañía". "No podes definir si sentís pena por el que se fue o por vos mismo". "¿Cómo seguir respirando, caminando, haciendo lo cotidiano sin ella?". "¿Mi capacidad de amar podría seguir existiendo?". "Uno se siente como una baraja de naipes arrojada al aire". No se puede generalizar, pero cuando muere la pareja, la identidad, que está muchas veces armada en relación al vínculo, se ve amenazada.

El hombre y la mujer que se quedan solos en el nido se definen como quebrados (así lo expresan muchas veces) El gran desafío es rearmarse para hacer frente a este momento tan difícil. Se han definido diez tipos de soledad que podrían llegar a sentir los viudos en etapa de duelo.

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