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Adam era igualmente consciente de cuánto había ganado con el traslado de Tate a su habitación, y de lo poco que habían cambiado las cosas entre ellos. Trató de sentirse tan encantado como ella con cada avance del embarazo. Casi lo consiguió.

Pero a veces, mientras la observaba, no podía evitar preguntarse si pensaría en Buck de vez en cuando. Últimamente, el vaquero no había parado en el rancho ni un momento durante su tiempo libre. Pero Adam había estado vigilante. Lo que significaba que aún no se fiaba del todo de Tate.

Entretanto, había esperado que Tate volviera a decirle que lo amaba. Pero no lo hizo. Y él sentía que necesitaba oír aquellas palabras.

Tate estaba en la cama con Adam cuando sintió que el bebé se movió por primera vez. Tomó su mano y la colocó sobre su vientre.

– ¿Puedes sentirlo? Ha sido como una especie de revoloteo.

– No -Adam trató de apartar la mano.

– Espera. Puede que vuelva a suceder.

– Apoya la tuya aquí -dijo Adam, colocando la mano de Tate sobre su excitación-. Creo que yo también tengo un revoloteo.

Tate no pudo evitar reír al sentir el cuerpo de Adam palpitando bajo su mano.

– Tienes una mente de ideas fijas, doctor.

– Sí, pero es una idea encantadora -murmuró él, deslizándose hacia abajo por el cuerpo de Tate. Tenía la cabeza apoyada en su vientre cuando sintió un ligero movimiento contra su mejilla. Se irguió como un gato escaldado.

– ¡Lo he sentido! ¡Lo he sentido! He sentido cómo se movía el bebé!

Tate sonrió triunfalmente.

– ¡Te lo había dicho!

Adam se sintió repentinamente incómodo. Como médico, había descrito el proceso del embarazo a sus pacientes cientos de veces. Sin embargo, se sentía apabullado ante la realidad misma. Aquel leve toque contra su mejilla había sido de un ser humano. Creciendo en el interior de Tate. Un bebé que llevaría su nombre. Un bebé que Tate pensaba llevarse cuando se divorciara de él.

Adam recordó porqué no debía dejarse llevar por la emoción respecto a Tate o al bebé. Ya iba a ser bastante malo que Tate se fuera. Sería terrible sentirse también apegado al bebé.

Adam no dijo nada sobre lo que estaba pensando, pero, a partir de esa noche, Tate notó una diferencia en su actitud cada vez que mencionaba al bebé. Adam parecía indiferente. Nada de lo que dijera lo excitaba o le hacía sonreír. Era como si el bebé se hubiera convertido en una carga demasiado pesada de soportar.

Tate había olvidado convenientemente que le había prometido el divorcio en cuanto el bebé naciera. De manera que la única explicación para la actitud de Adam era que seguía creyendo que el bebé no era suyo. Decidió tratar de convencerlo una vez más de que era el padre del bebé.

Eligió bien el momento. Ella y Adam acababan de hacer el amor y estaban abrazados en la cama. El bebé estaba activo en aquellos momentos y Tate presionó su vientre contra Adam, sabiendo que así no podía evitar sentir sus movimientos.

– ¿Adam?

– Hmm.

– El bebé está dando muchas patadas esta noche.

– Hmm.

– Creo que va a parecerse mucho a su padre.

Tate sintió que Adam se puso rígido en cuanto le escuchó decir aquello.

– A ti, Adam. Se va a parecer mucho a ti.

Adam habló en tono cauteloso.

– No tienes por qué hacer esto, Tate. No tienes por qué tratar de hacerme creer que el bebé es mío. Me… -«me encantaría». Se mordió el labio antes de admitir aquello. No tenía sentido revelarle el dolor que le causaría llevándose al bebé.

– Pero este bebé es tuyo, Adam.

– Tate, ya hemos hablado antes de esto. Me hice pruebas…

– ¿Y tu ex-esposa? ¿Ella también se hizo pruebas? Tal vez era problema suyo, no tuyo.

– Anne se hizo todo tipo de pruebas. Ella no tenía ningún problema.

– Puede que los resultados de las tuyas se mezclaran con los de algún otro -insistió Tate-. Tú eres doctor. Sabes que esas cosas pasan. ¿Viste personalmente los resultados?

– Anne me llamó desde la consulta del médico.

– ¿Quieres decir que no estabas allí?

– Tuve que acudir a una urgencia. Yo…

– ¡Entonces ella pudo mentirte! -dijo Tate.

– ¿Por qué? Deseaba tener hijos tanto como yo. ¿Por qué iba mentirme?

– No lo sé -dijo Tate-. ¡Todo lo que sé es que un bebé está creciendo dentro de mí y que el único hombre que ha puesto su semilla en mi interior eres tú!

Por un instante, Adam se sintió esperanzado. Tal vez hubo alguna equivocación. Aunque Anne no le hubiera mentido, tal vez hubiera habido alguna clase de error. No podía creer que ella le hubiera mentido respecto a algo así. El había visto las pruebas de Anne. El problema no era de ella. De manera que él tenía que ser la causa de que se hubieran pasado ocho años sin lograr tener hijos.

Sintió que la esperanza moría en su interior con tanta rapidez como había nacido.

– Ojalá fuera cierto todo lo que estás diciendo, Tate -dijo, suspirando-. Ese bebé no es mío. Soy estéril.

Tate podría haber gritado de frustración.

– ¿Es por eso por lo que te niegas a verte implicado en nada relacionado con el bebé? ¿Porque piensas que no es tuyo?

– ¿Has olvidado que prometiste divorciarte de mí en cuanto el bebé naciera? -preguntó Adam.

– ¿Y si te dijera que no quiero divorciarme? ¿Te sentirías distinto respecto al bebé? -insistió Tate.

– ¿Qué quieres que diga, Tate? ¿Que seré como un padre para tu hijo? Lo seré. ¿Qué más quieres de mí? -las palabras de Adam parecían arrancadas con gran esfuerzo de algún profundo lugar en su interior.

Tate sintió un intenso frío en su corazón. Era evidente que Adam nunca llegaría a aceptar que el bebé era suyo. Y ella no estaba dispuesta a someter al niño a una vida de rechazo por parte de su padre, la persona que debía amarlo y protegerlo por encima de todos los demás. Desafortunadamente, lo mejor que podía hacer en aquellas circunstancias era irse.

Tate no dijo una palabra más. Simplemente dejó que Adam la abrazara por última vez. Cuando finalmente se quedó dormido, se apartó cuidadosamente de él. Luego se volvió y lo miró una vez más antes de salir de su habitación, y de su vida, para siempre.

Capítulo 11

Garth y Faron se sorprendieron mucho cuando Tate se presentó en la puerta del Hawk’s Way.

– ¿Qué ha pasado? -preguntó Garth-. ¿Qué te ha hecho ese desgraciado?

– Tienes un aspecto terrible, Tate -dijo Faron, pasando un brazo por el hombro se su hermana y haciéndola pasar.

– Si ese hombre te ha hecho daño voy a…

– No, Garth! -rogó Tate-. Déjalo. Adam y yo estaremos mejor así.

– ¿Quieres hablar de ello?

– Sólo quiero acostarme y dormir una semana entera -dijo Tate.

Faron y Garth intercambiaron una seria mirada. Había unas profundas ojeras bajo los ojos de su hermana. No parecía precisamente feliz.

– Pagará por cómo te ha tratado -dijo Garth.

– ¡No! ¡Escúchame! -dijo Tate con voz tensa por la fatiga y la ansiedad-. Tienes que confiar en mí. Este matrimonio ha sido una terrible equivocación. Voy a solicitar el divorcio.

– No te precipites -dijo Faron.

– No tienes idea de lo que estás diciendo -añadió Garth.

– ¡Basta ya! ¡Los dos! ¡Soy una mujer, no una niña! -Tate rió histéricamente-. ¿No os dais cuenta? ¡Voy a ser madre! Creo que ya va siendo hora de que admitáis que puedo hacerme cargo de mi propia vida. Tenéis que quererme lo suficiente como para comprenderlo.

Tate no esperó a comprobar si sus hermanos estaban dispuestos a ceder a sus deseos. Estaba demasiado disgustada como para seguir hablando con ellos. Subió corriendo las escaleras y entró en su habitación, cerrando la puerta a sus espaldas.

– Ha cambiado -dijo Faron.

– Y no para mejor -añadió Garth.

Faron frunció el ceño.

– No estoy seguro de eso. Ha madurado, Garth. Ya no es una niña. Hace seis meses no se habría enfrentado a ti así. Creo que debía estar sufriendo bastante para irse de aquí, y mucho más aún para volver. Puede que seamos responsables en parte.

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