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La celebración de la boda fue muy animada. Ahora que Adam había hecho lo correcto con Tate, sus hermanos estaban más que dispuestos a tratarlo como a uno más de la familia.

Según transcurrió la mañana, y tras varias copas de champán y algunos whiskys, Adam empezó a pensar que, a fin de cuentas, las cosas no habían salido tan mal.

Ahora que Tate y él estaban casados, no había motivo para que no trataran de que las cosas fueran lo mejor posible. No podía lamentar lo del bebé, aunque ello significara que Tate le hubiera mentido diciendo que no se había acostado con Buck. El siempre había querido tener hijos, y sabía que querría a aquél como si fuera suyo.

Después de hacer el amor con su esposa, Adam le diría que la amaba. Podrían olvidar lo sucedido en el pasado. Sus vidas empezarían de cero.

Los hermanos de Tate podrían haberse quedado más rato, pero Honey llamó para asegurarse de que todo había ido bien. Cuando Jesse colgó, dijo:

– Sé que no os apetecerá que os lo recuerde, pero tengo bastante trabajo aguardándome en el rancho.

Faron rió y dijo:

– Di la verdad. Lo que de verdad quieres es volver a casa con tu esposa.

Los tres hermanos se golpearon en broma mientras se dirigían a la puerta. Una vez que se hubieron ido junto con el reverendo, Tate cerró la puerta y apoyó la frente contra el fresco marco de madera.

– Lo siento, Adam.

El se acercó y la rodeó con los brazos por la cintura desde detrás.

– No importa, Tate. No ha sido culpa tuya.

– Son mis hermanos.

– Sólo han hecho lo que piensan que es mejor para ti -a pesar de que él también había sido víctima de aquella manipulación, Adam comprendía a los hermanos de Tate. Si Melanie no hubiera sido asesinada… si la hubiera encontrado en las mismas circunstancias… tal vez él habría hecho lo mismo, esperando que fuera lo mejor para ella.

Besó a Tate en la nuca y sintió que se estremecía entre sus brazos.

– Ven a la cama, Tate. Es nuestro día de bodas.

Tate mantuvo el rostro contra la puerta. Estaba demasiado decidida a devolverle a Adam su libertad como para percibir el mensaje de amor que había en sus palabras y caricias.

– No puedo soportar saber que te has visto obligado a casarte conmigo -al sentir que Adam se ponía rígido, añadió-: Prometo concederte el divorcio. En cuanto nazca el bebé, yo…

Adam la tomó por el brazo y le hizo darse la vuelta.

– ¿Es ese el motivo por el que has aceptado casarte conmigo? ¿Para poder darle un apellido a tu bastardo?

– Por favor, Adam…

– No ruegues, Tate. No es tu estilo.

Tate lo abofeteó antes de darse cuenta de que había alzado la mano. Al ver la marca que había dejado en el rostro de Adam, se quedó sin aliento.

Adam la agarró por la muñeca. Tate sintió cómo temblaba de rabia. Esperó a ver cómo reaccionaba.

– De acuerdo -dijo Adam con aspereza-. Te daré lo que quieres. Tu bebé tendrá mi apellido y me concederás el divorcio. Pero quiero algo a cambio, Tate.

– ¿Qué?

– A ti. Te quiero en mi cama cada noche. Cariñosa y dispuesta. ¿Queda claro?

Estaba muy claro. Tate le había ofrecido el divorcio esperando que se negara. Pero el ultimátum de Adam dejaba en evidencia lo que había querido de ella desde el principio. ¡Pues muy bien! ¡Ella se encargaría de hacerle ver con toda claridad a qué estaba renunciando!

– Créeme, Adam; vas a obtener lo que quieres -dijo con voz sedosa.

¡Y mucho más!

Adam la condujo hasta su habitación sin soltarle la muñeca. Una vez dentro, la soltó y dijo:

– Desvístete -se cruzó de brazos y permaneció de pie frente a ella, mirándola.

Tate se irguió orgullosamente. Antes o después, Adam iba a darse cuenta de la verdad. El hijo que llevaba dentro era suyo. Entretanto, obtendría todo lo que le había exigido… y tal vez más.

Tate nunca se había desnudado para tentar a un hombre. Pero ahora lo hizo.

Lo primero que se quitó fue la camiseta. Lentamente. La sostuvo colgada de un dedo un momento antes de dejarla caer. Miró sus senos y vio que las aureolas estaban rosadas y llenas. Se acarició los pezones con las puntas de los dedos hasta lograr que sus rosados capullos se pusieran erectos.

Adam respiró pesadamente.

Tate no se atrevió a mirarlo, temiendo perder el valor para continuar. En lugar de ello, deslizó las manos por su vientre hasta llevarlas al cruce de sus muslos, separando las piernas para apoyar la mano en el calor que había entre ellas. Luego volvió a deslizar la mano hacia arriba, sintiendo las texturas de su piel, notando como su carne respondía a la conciencia de que Adam observaba cada uno de sus movimientos.

Llevó las manos hasta su nuca, entrelazando los dedos en su cabello, sabiendo que el movimiento de sus brazos haría que sus senos se alzaran. Arqueó la espalda en una sensual curva que empujó sus senos y vientre hacia Adam.

Le oyó tragar. Luego cometió la equivocación de mirarlo… y vio su pecho desnudo. Sus pezones estaban tan erectos como los de ella. Mientras relajaba su cuerpo a una postura más natural, vio sus azules ojos oscurecidos por una intensa pasión.

El cuerpo de Adam parecía tenso como un arco a punto de disparar una flecha. Tenía los puños apretados a ambos lados del cuerpo. Su hombría resaltaba de forma totalmente evidente contra su pantalón. Cuando sacó la lengua para lamer el sudor de su labio superior, Tate sintió que su entrepierna se tensaba en placentera respuesta.

Se sentía exultante. Poderosa. Y tan femenina… Animada por su éxito, bajó las manos hasta el botón de sus vaqueros. Todo el cuerpo de Adam se estremeció al ver cómo lo soltaba. El sonido de la cremallera al bajar acompañó el de la respiración de Adam, cada vez más acelerada.

Tate volvió lentamente cada lado del pantalón, creando una V a través de la que se veían sus braguitas. Entonces abrió las piernas, metió los pulgares en ellas y deslizó los dedos en el interior de los vaqueros, tirando de su ropa interior hacia abajo y exponiendo la piel de su vientre.

Adam maldijo entre dientes. Pero no se movió un milímetro.

Tate se bajó los pantalones y las braguitas hasta las caderas, revelando éstas y una mata de oscuros rizos en lo alto de sus muslos. Llevó las manos atrás y frotó sus nalgas, bajando un poco más sus vaqueros con cada movimiento circular.

Volvió a meter los pulgares en la parte delantera del vaquero y miró a Adam antes de deslizar los dedos por su pelvis. Las sienes de Adam palpitaron. Su mandíbula se tensó. Pero no se movió de donde estaba.

Tate sonrió, satisfecha. Dio un último tirón y sus vaqueros y braguitas se deslizaron hasta sus tobillos. Después salió de su ropa y sus mocasines en un solo movimiento.

Finalmente, se mostró totalmente desnuda ante Adam. Sentía su cuerpo más lánguido y atractivo que nunca. Lo supo por la mirada de adoración que le dirigió Adam, porque se notaba que la deseaba con su propio cuerpo. No hizo ningún movimiento para tratar de ocultarse de él.

Adam no se movió hasta que ella dio un paso hacia él.

Entonces avanzó como un tigre a punto de saltar. Tate sintió la energía sexual que irradiaba de él incluso antes de que sus cuerpos se encontraran. Su beso fue fiero, ardiente. Las manos de Adam parecían estar en todas partes, acariciándola, exigiendo una respuesta. Tate se arqueó contra él, sintiendo el inflamado calor y la excitación bajo sus vaqueros.

Adam no se molestó en llevarla a la cama. La apoyó de espaldas contra la pared, se desabrochó los vaqueros para liberarse, luego alzó las piernas de Tate en torno a su cintura y la penetró.

Tate se aferró al cuello de Adam con los brazos y a su cintura con las piernas. Sus bocas se encontraron y Adam penetró en la de ella con su lengua al mismo ritmo que su cuerpo. Deslizó la mano entres sus cuerpos y buscó el delicado centro en el que se originaba el placer de Tate. La acarició con el pulgar hasta que sintió oleadas de placer tensando sus músculos interiores en torno a él. Adam echó la cabeza hacia atrás cuando el intenso placer le hizo temblar en el cálido y palpitante interior de Tate.

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