Emergería de allí, si es que emergía, psíquicamente enferma, incapaz de hacer frente a nada y a nadie, con el orgullo destruido, con su concha vacía apta únicamente para vivir en una triste habitación de la Residencia de Actores Cinematográficos.
No podría soportar varias semanas de implacable humillación, con su vida enteramente a la merced de aquellos sujetos. Era necesario salir de allí cuanto antes en bien de su cordura. Pero ¿cómo? Pensó en Nellie y en Félix Zigman.
Los había perdido pero ahora pugnó por encontrarlos y darles la voz de alerta. Estaba segura de que Nellie ya habría dejado de tomarse en serio sus palabras de la víspera del secuestro. Ahora que ya habían transcurrido tres semanas, no, dos mejor dicho, tres días.
No le cabía la menor duda de que Félix seguiría estando convencido de que ella había desaparecido por capricho y se habría cruzado de brazos.
No. Imposible. Félix se habría alarmado. Y Nellie también. Ya se habría puesto en marcha el engranaje. Abrigaba esperanzas. La encontrarían.
Pero ¿cómo? ¿Cómo era posible que la encontraran si ni ella misma sabía dónde estaba? Pero tendrían que encontrarla aunque no fuera más que para apresarles y castigarles por la degradación a que la habían sometido. Averiguar todo aquello se había convertido para ella en una obsesión.
¿De dónde procedían? ¿A qué se dedicarían? ¿Cómo se llamarían? ¿Cómo la habían traído hasta allí? ¿Qué lugar era aquél? Preguntas.
Tal vez Nellie y Félix consiguieran hallar algunas respuestas. Tal vez ella pudiera ayudarles, tal vez. Era necesario. Estaba demasiado aturdida para poder seguir pensando. Pero procuraría no olvidarlo a la mañana siguiente.
No olvidar, ¿qué? Mmmm, hola, señor sueño, viejo amigo, Sabía que vendrías.
Había dormido y dormido y estaba todavía soñolienta cuando a las nueve de la mañana la despertó el Vendedor con la bandeja del desayuno.
Le habían permitido utilizar el cuarto de baño y verse libre de las ataduras mientras consumía ávidamente el desayuno, pero después habían vuelto a amarrarla.
Dos horas y media más tarde, el Soñador le había traído el almuerzo y le había soltado la mano derecha para que pudiera devorar el pan de centeno, la ensalada de atún y la manzana cortada, él se había sentado a su lado observándola tímida y ansiosamente mientras comía.
Sólo se habían cruzado unas pocas palabras. Al atarle una vez más la muñeca y retirar la bandeja, ella le había preguntado:
– ¿A qué día estamos?
El se miró el reloj calendario y contestó:
– A sábado veintiuno de junio.
– ¿Cuándo me secuestraron ustedes?
– La… nos la llevamos el miércoles, este último miércoles por la mañana -contestó él, contrayendo las facciones en una mueca.
Ella asintió y él la dejó sola.
El cuarto día, pensó. Era indudable que Nellie y Félix ya habrían tomado cartas en el asunto, se habrían puesto en contacto con influyentes amistades, y a estas horas la policía ya estaría sobre su pista.
Sus pensamientos quedaron interrumpidos por voces a dos niveles. Se sobresaltó. Era la primera vez que oía voces procedentes de la habitación de al lado. Insólito.
Hizo un esfuerzo, levantó la cabeza y se percató de que, al salir con la bandeja, el Soñador había olvidado cerrar bien la puerta. Dos niveles de voces.
Dedujo que uno de ellos debía pertenecer a un aparato de radio o televisión, porque las palabras subían y bajaban, sonaban artificialmente y se oían ruidos.
Por el contrario, el otro nivel estaba segura de que pertenecía a las ya conocidas voces de sus apresadores. Pero no lograba entender claramente lo que decían a causa del trasfondo de las voces de la televisión o la radio.
Después, como si hubieran accionado un mando a distancia, el volumen del aparato se convirtió en un confuso murmullo y se escucharon con mayor claridad las voces de los componentes del Club de Los Admiradores.
Procuró identificar las voces. El que hablaba arrastrando las palabras era el Malo. La voz más recia pertenecía al Vendedor. La voz meticulosa y estridente pertenecía al Tiquismiquis. Y la voz vacilante correspondía al Soñador.
Escuchó atentamente y el corazón empezó a latirle con fuerza. Se le presentaba la insólita oportunidad de escucharles, de espiarles, de jugar al Watergate. Tal vez descubriera alguna clave a propósito de su identidad y procedencia. Escuchó las arrastradas palabras del tejano.
– Sí, desde luego que estuvo mejor, pero aún no está del todo bien, no es ni con mucho lo que cuentan que es.
Ahora el Tiquismiquis:
– Francamente, no quería hablar de ello, pero puesto que lo habéis traído a colación, es hermosa, lo reconozco, pero con toda sinceridad me pareció menos estimulante y refinada que mi mujer.
Sucios hijos de puta, hablando de ella como si fuera una prostituta, peor, como si fuera una vasija incorpórea, un mero objeto. ¡Los muy hijos de puta! Ahora hablaba el Soñador:
– Bueno, ¿cómo queréis que sea buena y refinada si la mantenéis atada constantemente y la tomáis por la fuerza?
El Malo: -No creo que tú la estés sacando mucho provecho.
El Soñador: -¡Sí se lo estoy sacando! Es tal y como me la imaginaba.
El Vendedor: -Estoy de acuerdo con nuestro presidente. La situación podría mejorarse pero no está nada mal.
Yo me lo estoy pasando muy bien. ¿Dónde habéis visto un bocado parecido?
El Malo: -Sí, bueno, no es que lo desprecie. Lo que digo es que, para ser el máximo símbolo sexual mundial, no es que le encienda a uno fuegos de artificio. Tiene clase, no lo niego y no quiero menospreciarla. Lo que digo es que no resulta extraordinaria.
El Soñador: -¿Acaso no comprendes?
El Vendedor: -A callar. Van a dar el noticiario. Quiero oír los resultados. Sube el volumen, ¿quieres? La voz del locutor se superpuso a las de sus apresadores, y Sharon Fields notó que la rabia le subía a la garganta y la amordazaba.
Sádicos podridos. Haciendo comentarios acerca de ella como si fuera una cabeza de ganado en un mercado. Violándola y después valorando su sexualidad.
Las últimas palabras de Sadie Thompson en “Luvia”. ¿Cuáles habían sido? Ah, sí.
"¡Vosotros los hombres! ¡Sucios cerdos asquerosos! Todos sois iguales. ¡Cerdos! ¡Cerdos!"
Sus pensamientos de supervivencia fueron sustituidos momentáneamente por un ardiente deseo. Vengarse de ellos. Destruirles sin piedad. Castrarles uno a uno.
Pero volvió a acordarse de la realidad. En su actual situación resultaba ridículo abrigar tales esperanzas. La voz que se filtró a través de la puerta entreabierta interrumpió sus cavilaciones. La voz del Vendedor casi como un grito:
– ¡Un momento, chicos, bajad la voz! ¿Habéis oído? ¡Sky Hubbard acaba de anunciar una información especial acerca de Sharon Fields una vez terminen los anuncios! Contuvo instantáneamente el aliento y esperó. Habían subido el volumen del aparato. Se oía muy bien el anuncio del laxante así como el de la loción de belleza.
Y después se escuchó la solemne voz, que tan bien conocía, la voz de Sky Hubbard, con su información especial acerca de ella en el transcurso de Noticiario del Mediodía: "Supimos anoche de fuente autorizada que la hechicera diosa sexual y máxima estrella cinematográfica, Sharon Fields, desapareció de su lujosa residencia de Bel Air el miércoles pasado, y que varios de sus más íntimos colaboradores denunciaron ayer su desaparición ante el Departamento de Personas Extraviadas de la Policía de Los ángeles.
“A pesar de que un portavoz de la policía se ha negado a comentar dicha información -prosiguió la sonora voz de Hubbard-, hemos sabido, a través de la misma fuente, que en el Departamento de Personas Extraviadas se mostraron recelosos a propósito de las pruebas aportadas en relación con la desaparición repentina de Sharon Fields, temiendo que pudiera tratarse de un truco publicitario con vistas al estreno nacional de su más reciente película, “La prostituta real”.