Ahora se ha comprometido, junto con los demás, a ponerme en libertad en cuanto cobréis el dinero. ¿Cómo sabré si esta vez cumplirá con su palabra, no habiéndolo hecho así en las restantes ocasiones?
– Pero es que esta vez será distinto, se tratará del resultado final -dijo Malone muy perplejo-. ¿Qué otra cosa quieres que hiciera contigo como no fuera ponerte en libertad?
Pareció que ella fuera a contestarle, pero, en su lugar, decidió guardar silencio. Resultaba evidente que estaba preocupada por algo. Malone esperaba que se lo dijera.
– No sé -dijo ella al final-. Confío en vosotros tres pero no confío en él. Es violento y cruel. Es de las personas que no se detendrían ante nada en el caso de que alguien se interpusiera en su camino.
Podría llegar a la conclusión de que es peligroso ponerme en libertad no sea que quiera vengarme e intente averiguar su identidad.
– No es posible que ello ocurra -dijo Malone sacudiendo la cabeza-. Sabe que no le buscarás ni querrás verle jamás.
No creo que se le haya pasado siquiera por la imaginación. En cuanto a la violencia, es cierto que es violento pero se reprime como suele hacer la mayoría de la gente. No tienes por qué preocuparte, Sharon.
Ya tiene lo que quería. Lo que no quiere es que el dinero se convierta en dinero ensangrentado que le manche las manos.
Te lo repito, una vez tengamos el dinero en nuestro poder, serás puesta en libertad sin sufrir el menor daño.
Ella volvió a guardar silencio y, al final, dijo:
– Si tú lo dices. Tendré que depositar mi vida en tus manos. Cuando hayáis cobrado el rescate, tendré que confiar en ti y esperar que logres convencer al más alto de la conveniencia de cumplir con su palabra.
– Te lo prometo -dijo Malone levantando la mano-. Le pondré en cintura. Te lo juro por mis padres. ¿Qué te parece?
– Muy bien -dijo ella esbozando una débil sonrisa-. Una vez más te tomo la palabra.
– No olvides que te quiero.
Ella se inclinó hacia adelante y le besó acariciándole la mejilla.
– Yo también te quiero, cariño. Y recuerda que dependo de ti.
Cuando el Soñador se hubo marchado, Sharon Fields permaneció sentada en la tumbona sin apartar los ojos de la puerta.
Sabía que le había mentido. No podía depender de él. Era demasiado débil. Y también lo eran los otros dos.
Ninguno de ellos era tan fuerte y decidido como Kyle Shively. A excepción de ella misma.bPara sobrevivir no podía depender de nadie más que de Sharon Fields.
Tomó el libro con aire ausente pero no lo abrió. Estaba pensando, procurando urdir un plan. Al final, consiguió trazar un plan. Era una posibilidad muy remota pero o eso o que le pegaran un tiro.
Se reclinó en su asiento, encendió un cigarrillo sacándolo de la cajetilla que le habían dejado y se concentró en lo que se proponía hacer.
Al reunirse con sus compañeros en el salón, Adam Malone comprobó que éstos se encontraban borrachos perdidos.
Shively se hallaba sentado en el sofá, entonando una canción obscena.
Yost se había hundido en un sillón y miraba a su alrededor con los ojos vidriados.
Y hasta Brunner, que se había terminado el vaso, se había levantado y se había dirigido por la botella con piernas vacilantes, estaba como desmelenado.
– Vaya, mirad quién está aquí -dijo Shively-. El gran cerebro en persona presentándose ante el público. Señoras y señores, les presento al mayor delincuente del siglo, el presidente del Club de los Admiradores, a quien se debe el mayor éxito comercial de los tiempos modernos y gracias al cual hemos conseguido gozar, además, de un dulce bocado.
Hola, señor Malone. Hoy eres un hombre.
Shively empezó a aplaudir y Yost y Brunner imitaron su ejemplo.
Malone se sentía molesto pero no deseaba provocar ningún antagonismo o perturbación. Decidió seguirles la corriente e hizo una reverencia.
– Gracias, queridos consocios. Es un honor encontrarme entre ustedes.
– Ven a tomarte un trago -le ordenó Shively-. Te mereces beber a tu salud.
– Eso voy a hacer. Malone se acercó a la mesa de café, tomó la botella de J amp;B casi vacía que le ofrecía Brunner y se preparó un trago.
Shively se estaba dirigiendo a los demás.
– Sí, hombre, es fantástico lo que ha ocurrido. ¿Os hubierais atrevido al principio a apostar un dólar falso por el feliz resultado de la puesta en práctica del sueño de Adam? Yo no.bY, sin embargo, aquí estamos, como cuatro pachás o mejor todavía.
Nos hemos acostado con el material más célebre del mundo. Y, por si fuera poco, vamos a cobrar un dineral. No está pero que nada mal. ¿Quién hubiera podido imaginarse, cuando empezamos a acostarnos con ella, que íbamos a alcanzar un resultado todavía mejor? Durante algún tiempo, nos pareció que acostarnos con ella ya no bastaba.
Sí, no olvido que, antes de que empezáramos a aburrirnos, y cuando todavía constituía una novedad, la cosa estuvo pero que muy bien. Sí, hombre. -Se irguió parcialmente y miró a los demás con ojos legañosos-. Ahora que estamos a punto de separarnos, tengo que hacerles una confesión a mis compañeros de aventura.
Y, oídme bien, no quiero que penséis que pretendo menospreciaros, pero, ¿sabéis una cosa? Os la voy a contar.
Aquí el viejo Shiv -y podéis preguntarle a la señora si no lo creéis-, aquí el viejo Shiv es el único que ha conseguido excitarla. ¿Qué os parece?
Malone ingirió un sorbo y miró a Shively enojado. Era necesario poner en ridículo a aquel fanfarrón.
– Eso no es cierto -dijo-. Conmigo también experimentó un orgasmo.
– Muy bien, entonces somos dos -dijo Shively.
– Tonterías -gritó Yost con voz de borracho-.vYo conseguí excitarla tanto como vosotros. Ella podrá atestiguarlo.
– Yo también lo conseguí -dijo Brunner con un hilillo de voz.
– ¿Todos vosotros? -preguntó Shively con expresión sombría-. La muy mentirosa. Lo que ocurre es que nos ha estado engañando.
¿Le dijo a alguno de vosotros que era el mejor, que era el que más apreciaba, el único que le gustaba?, Porque eso es lo que me dijo a mí. ¿Os lo dijo a vosotros?
– A mí me dijo que era el mejor -dijo Yost eructando.
– A mí también -dijo Brunner asintiendo.
La irritación de Malone fue en aumento.
– Todo lo que os dijo os lo dijo para mostrarse amable, lo cual me parece muy bien. Pero podéis creerme, no es que importe demasiado pero yo soy el único a quien ama Sharon Fields. ¿Por qué no? Sabe que vosotros sólo la queríais como medio de obtener dinero mientras que yo la quería por sí misma.
Eso es muy importante para una mujer. No quisiera ponerla en un compromiso pero, caso de hacerlo así, apuesto a que confesaría los sentimientos que yo le inspiro.
El hombre siempre sabe si una mujer le ama sinceramente.
– Eso sucedió contigo, conmigo y con todos nosotros -dijo Yost eructando por segunda vez-. Todos le hemos gustado. Bueno, ¿y qué? No pretendía gozar de ella en exclusiva. He seguido lo que quería.
Mirad, jamás olvidaré cómo estaba y olía la noche en que le traje el bikini y el perfume. Quizá me conviniera regalarle a mi mujer alguna de esas cosas.
– Un momento -dijo Shively irguiéndose en el sofá-. ¿De qué estás hablando, Howie? Yo no he visto ningún bikini ni he aspirado ningún perfume. ¿De dónde ha salido eso? Nosotros no lo trajimos.
– Lo compré yo -repuso Yost encogiéndose de hombros. Fue nuestro último derroche.
Una noche, cuando ya había empezado a prestarnos su colaboración, me pidió que le comprara unas cuantas cosas para poder estar más atractiva.
Es comprensible. Las mujeres siempre quieren ofrecer un aspecto inmejorable. Por consiguiente, cuando Malone y yo bajamos a Arlington a comprar comida, aproveché para comprarle a Sharon unas cosillas. Pensaba que lo sabías.
– ¿Comprasteis allí abajo prendas de mujer aparte de la comida? ¿Te pidió ella que se las compraras? -preguntó Shively con voz pastosa, si bien parecía que se estuviera serenando por momentos.