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– Albert, el señor Carvalho está de nuestra parte y quisiera una explicación tuya de cuanto ha sucedido, especialmente el asesinato del pobre Alexandre.

Albert se dirigió a Carvalho.

– Supongo que usted estará al corriente de la idea de la muerte de Dios derivada de Emmanuel Kant.

– Me parece que sólo estoy al corriente del pago del recibo de la luz.

El desconcierto de Albert obligó a la intervención de Margalida.

– El señor Carvalho tiene mucho sentido del humor.

Albert cerró los ojos para expresar su radical desdén por el sentido del humor.

– En fin, no nos remontemos a Kant, pero debo decirle que el fracaso del racionalismo lo comparten todos los integrismos totalitarios, sean de corte llamado revolucionario, sean de corte capitalista conservador. El irracionalismo no es la negación de la capacidad humana de comprender, sino un universo lleno de posibilidades negadas por el racionalismo. Yo no soy Satán. El Satán que nos han descrito está hecho a la medida de la afirmación del Dios cristiano y jamás existió.Satán es la otra mirada y tal como nos han dejado la Tierra, la vida y la Historia, la luz, Satán es la luz de la negación. Testigos de Luzbel tenía un carácter reivindicativo de otro orden.

– ¿Tenía? La secta aún existe. Ahora la dirige Anfrúns.

– Satán también puede tener sus Judas y Anfrúns es uno de ellos. Anfrúns es un títere en manos de mi padre.

Ahora Carvalho buscó en Margalida la ratificación de lo que estaba diciendo su amigo y ella estaba arrobada en la contemplación de Satán, como si ya hubiera llegado a la beata eternidad infernal y la felicidad consistiera en la contemplación infinita de un Satán infinito. Prosiguió Albert:

– Desde que tengo quince años he tratado de buscar alternativas a todo lo que representa mi padre, como lo había hecho también el pobre Alexandre. Él tenía al menos la suerte de tener una madre sensible e inteligente, yo no. Cada vez que yo me he descolocado y me he situado al margen del universo de mi padre, él se ha apoderado de mi espacio, porque el espacio me implicaba a mí. Yo creía que Testigos de Luzbel quedaba definitivamente en otra galaxia a la que él nunca llegaría. No ha sido así.

Un ruido exterior lo suficientemente considerable quebró el discurso de Albert. Margalida saltó y se dirigió a una ventana a ras de suelo para tratar de ver lo que ocurría en un exterior ya definitivamente oscurecido.

-Són ells!

Albert se había puesto de pie y estaba paralizado, pero Margalida le obligó a salir de la parálisis empujándole.

– Surt per la cava i agafa la meva moto. Nosaltres ja ens espavilarem

Margalida tenía una confianza ilimitada en sí misma o en Carvalho, pero no tuvo tiempo el detective de rebatir tanta seguridad, porque la salida precipitada de Albert de la habitación precedió a la entrada de cuatro mocetones con las cabezas rapadas y armados con barras de hierro y gritos disuasorios que a veces alcanzaban la estructura de amenaza inteligible.

– ¡Hijos de puta! ¡Os vamos a capar!

Fue sorpresa lo que provocó la reacción de Margalida, que arremetió con un spray contra dos de los intrusos y se revolvió a tiempo como para dar una centelleante patada en la bragueta de un tercero. Consideró Carvalho que a él le correspondía arremeter contra el cuarto y a por él fue lanzándose de cabeza para no darle tiempo a adquirir distancia, pero la adquirió, por lo que el detective trastabilló y cayó de rodillas al suelo donde recibió una patada de su antagonista en el costado. Se revolvió para poder izarse y ya estaba Margalida como una fiera con las cuatro garras tomando posesión del hemisferio norte del cuarto hombre, ojos e ingles incluidas, las uñas en los ojos y las patadas en las ingles. Los afectados por el spray habían salido fuera en busca del supuesto bálsamo del aire, Carvalho llegó a tiempo de rematar de dos puntapiés en la cabeza al afectado por la primera agresión de Margalida y el cuarto hombre soportaba una lluvia de golpes de kárate que a la muchacha le salían del alma, del cuerpo y de una rabia fría, asesina. Los de fuera habían puesto un coche en marcha y Margalida no pudo impedir que los de dentro salieran corriendo. Se oyó la voz de uno de ellos:

– ¡Se ha escapado en una moto!

Margalida fue en su persecución pero cuando llegó a la explanada, el coche ya culebreaba por el camino en busca de una lucecita distante sobre la que cabalgaba Albert. Se revolvió furiosa hacia Carvalho.

– ¡La pistola! ¿Por qué no has sacado la pistola?

– Casi nunca llevo pistola.

– ¡Pues vaya detective privado! En este juego hay que llevar pistola. Ahora cogerán a Albert.

Tenía ganas de llorar y no se contuvo. Carvalho reprimió el gesto de consolarla tocándola, aunque sólo hubiera sido con la punta de los dedos. Margalida volvió a la casa y se dejó caer al suelo. Carvalho se quedó de pie a su lado. Ella miraba las paredes, la decoración, el deshabitado confort.

– Estuve semanas preparándole este refugio para que pudiera esconderse de su padre. La masía había sido de mis abuelos maternos y estaba casi abandonada y ahora…

– ¿Quiénes eran?

– Sicarios de su padre. Tiene un repertorio completo. Unos días recurre a los de Dalmatius, otro, a los cabezas rapadas. Hay como agencias para estas cosas.

– ¿Qué sentido tiene lo que ha dicho de Anfrúns?

– ¿Tan difícil es adivinarlo? Anfrúns es el hombre que el todopoderoso Pérez i Ruidoms ha infiltrado en el mundo de las sectas.

– ¿Y el asesinato de Alexandre Mata i Delapeu?

– Albert cree que lo instigó su padre.

– Hay que salir de aquí. ¿Llevas teléfono móvil? Alguien debería venir a buscarnos.

– No me fío. Igual tienen una furgoneta de interferencia por aquí. Caminemos hasta una fonda que aún queda por aquí cerca.

Siguieron el camino recorrido por la moto y sus seguidores en pos de un caserío lejano iluminado y de pronto algo vio en el camino Margalida que la hizo correr. Cuando Carvalho consiguió llegar hasta ella vio en el suelo la derribada moto y oyó decir a Margalida:

– Lo han cogido. Vuelve a estar entre las garras de su padre.

Yes no abandonaba la línea de reproches líricos y Carvalho no tenía otra línea de réplica que el silencio. Yes era excesiva para su pesimismo y para su optimismo.

Consuélate, a ti las estrellas nunca te verán volver con indiferencia. Me lo han dicho: Antares, Altair, Rijel y Aldabarán. Al parecer la diferencia más importante de mi momento presente estriba en que he pasado de la táctica, a la estrategia. De la táctica se dice que es aquello que uno pone en práctica cuando tiene mucho que perder, la estrategia es lo que uno hace cuando todo está perdido.

Nunca podré construir nada contigo, a pesar de eso me las voy a ingeniar para permanecer en ti, mucho más de lo que tienes previsto. Tú nunca has sabido qué hacer con esta historia, te da miedo creértela, pretendes reducirla como se reduce un consomé. No voy a permitir que me frecuentes hasta el punto de recordar lunares, o cualquier otra imperfección de la piel, no quiero encontrarme en tu desván junto a tanto juguete roto y arrinconado. Procuras una situación placentera, que te lleve a sonreír, intentas que el gesto sustituya al sentimiento, como una de esas fórmulas que aseguran que si frunces el ceño acabas por estar de mal humor y al revés, si sonríes es que eres feliz.A la vez que aspiras, en lo más íntimo de ti, a comprobar de nuevo, que sólo ha sido un espejismo y que para ese viaje no hacen falta alforjas. Ya sabes algo de mí que corrige la impresión de hace veinte años, y sé que no te disgusto. Eso ha sido mucho más de lo que podía imaginar que pasaría, pero mucho menos de lo que ahora quiero.

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[26]Sal por la bodega y coge mi moto. Nosotros ya nos apañaremos.

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