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Carvalho tenía respuestas graciosas para tantas preguntas, pero era consciente de que Xibert se extendía a la espera de una pregunta mayéutica o de una pregunta substancial en boca de un reputadísimo, así se decía, ex agente de la CÍA.

– Bien. Si me permiten, puedo completar el cuadro de necesidades, habida cuenta de que desde la percepción de la aldea global, es decir, de la globalización, según he leído, brotarán nuevas guerras civiles por motivaciones hoy ya latentes.

Xibert asintió y repitió su asentimiento hacia Quimet, con el mismo rigor con el que el público educado asiente entre sí valorando la excelencia de un cantante. Carvalho esperó a que la intensidad del silencio subrayara la expectación y preguntó.

– ¿Saben ustedes cuántos conflictos hay en el mundo de hoy?

No estaban dispuestos a comprometer una cifra y Carvalho se arriesgó a suponerla:

– Una cincuentena de conflictos armados, desde Bosnia a Sri Lanka, pasando por Argelia, Sudán, Las Molucas, México, y buena parte de ellos afectan a la unidad de diversos Estados y de esa fragmentación se derivarán nuevos conflictos.

Carvalho recapacitó para recordar lo que necesitaba recordar. Actuaba desde una nueva personalidad que tal vez alguna vez había sido suya. La del experto jefe de comando que da la clave de la situación.

– Cada vez hay más diversidad de motivos y más autonomía para iniciar conflictos, incluso armados, y la reacción global para detenerlos o atemperarlos tarda en llegar el tiempo suficiente como para que el que pegue primero pegue dos y tres veces.

El asentimiento ya era clamor. Acababan de descubrir a un líder.

– Los servicios de información empiezan a ser necesarios para toda estructura de poder, desde una empresa hasta lo que queda del Estado, desde un poder de barrio hasta la relación entre un gobierno regional y las multinacionales, a través de frentes tan diversos como el financiero, el económico en el sentido más amplio, el estratégico con el armamentístico incluido, el étnico vinculado con lo lingüístico y todo lo diferencial, el ecológico. Pero las pautas culturales a seguir para tener un servicio completo se siguen basando en afirmaciones elementales: la voluntad de defenderse desde una identidad y ningún escrúpulo para conseguir los fines propuestos. Si quieren ustedes un servicio de información propio o pagan muy bien, muy competitivamente, o se basan en patriotas dispuestos al juego sucio, desde matar a prestaciones sexuales.

Lo de matar lo habían encajado sin pestañear, las Prestaciones sexuales en cambio hicieron que todos cerraran los ojos menos Xibert, que empezaba a considerar a Carvalho casi un dirigente del espionaje israelí.

– Por ejemplo, en la CÍA te enseñan a matar y a torturar utilizando mendigos, marginados que nadie va a reclamar.

Esta vez hasta Xibert, brevemente, cerró los ojos.

– Si se quiere tener soberanía hay que aprender a torturar, a no ser que ustedes se inventen una nueva manera de demostrarla, a no ser que ustedes concedan a otro Estado la práctica de la tortura de sus propios detenidos.

Había tanto desconcierto en los presentes que Carvalho detuvo el caballo de la imaginación irónica.

– Lo cual sería inconcebible. A no ser que se llegara a un acuerdo europeo, en primera instancia, de delegar las funciones torturadoras en un estado o comunidad concreta, para que las demás no se contaminaran éticamente. Tal vez Turquía, en el caso de que entrara en la Comunidad, podría torturar y ahorcar para que no lo hicieran los alemanes o ustedes, pero en cualquier caso, los mejores instructores de tortura son los norteamericanos. Ellos divulgaron la tortura científica por toda América Latina a partir de los años sesenta.

Quimet parecía alarmado por el giro que tomaba el discurso de Carvalho. También lo estaba el propio Carvalho, que atendió la señal de Quimet como una liberación.

Ya a solas a Quimet no le llegaban las palabras con fluidez, pero los gestos anunciaban la reconvención y finalmente encontraron los términos adecuados. Ha sido usted demasiado crudo y nadie va a torturar ni a prostituirse, al menos mientras yo sea responsable de todo esto. Tenemos un estilo diferente, ¿comprende? ¿Cómo un pueblo que ha sido torturado, asesinado, sometido a un genocidio sistemático puede ser torturador, asesino, genocida?

– Había quien me escuchaba con mucha atención.

– ¡Claro! Es que hay mucho patriota al que le falta un tornillo, que carece de seny . ¿Lo dice usted por Xibert? Se equivoca. Xibert es un posibilista. En cambio, ha de saber usted que hubo quien propuso colorear a los catalanes para aumentar su diferencia con respecto a otros pueblos y sobre todo a los españoles.

– Repítamelo.

– Pues una vez estábamos bromeando, hace más de veinte años, al comienzo de la Transición y alguien dijo: Lástima que los catalanes no seamos negros porque nos distinguiríamos más de los españoles y de los franceses, nuestros opresores. Y un joven profesor no numerario de la universidad y de ciencias, nada menos, dijo: Se puede conseguir. ¿Ha oído usted, Carvalho? Según aquel loco, mediante un condicionante alimentario diluido en materias de consumo obligatorio, por ejemplo el agua, se puede cambiar la pigmentación de la piel.

– ¿Qué color hubiera sido el preferido?

– El instigador opinaba que debía ser un color realmente diferencial: ni negro, ni amarillo, ni cobrizo.

– Un color de piel fucsia con lunares amarillos, por ejemplo.

– Ríase usted si quiere, pero cuesta encontrar el punto de equilibrio entre el todo y la nada, ¿me comprende? Yo desde joven sigo al presidente, desde los tiempos de las Congregaciones Marianas. Confío en él. Tiene el don de la medida, pero una causa como la nuestra necesita radicales, sobre todo en épocas de excesiva normalidad, como la que ahora acabamos. Es lo que pasa en el fútbol, Carvalho. Los fanáticos sirven para crear afición, pero han de ser controlados. Usted está aquí para eso. A usted le respetarán porque significa la época heroica del espionaje duro y de la guerra fría dura. Nos es muy necesario. Debería vincularse regularmente a las clases que hemos establecido en un cursillo, pero antes quiero que le quede claro algo: no somos un servicio oficial, no tenemos vinculación con la policía autonómica, ni con el Consejero de Seguridad. Seremos un servicio paralelo.

– ¿Al servicio de qué o de quién?

– De Cataluña.

– Concrete un poco más.

– Es posible que perdamos las próximas elecciones o que si las ganamos sea en estado muy precario, incluso transitorio. Pero después hay que dejar redes estables de poder catalán que no puedan ser desmontadas por la nueva mayoría, sin duda alguna y por más que lo disimule, españolista. Ahora no necesitamos tanto un servicio de información como lo necesitaremos en el futuro. Hágame caso y participe en el cursillo. Estamos dispuestos a pagárselo, pero sobre todo no pierda el contacto conmigo. Ya recibirá instrucciones.

Marchó Carvalho en dirección a Horta en busca de el Vaticano catalán, por si podía coincidir con la salida de Margalida sin necesidad de pasar por el teléfono intervenido. Pero a la hora lógica del almuerzo la muchacha no apareció, por lo que sacó del coche el informe que le habían entregado sobre Testigos de Luzbel y puso cara de ir a devolverlo disciplinadamente. No había servicio de seguridad en la puerta, pero sí percibió los ojos de un circuito cerrado de televisión que le siguieron a lo largo de su recorrido hasta el despacho dedicado a Satán y sus derivados. Abrió la puerta maquinalmente, como si no esperara encontrar a nadie en su interior, pero allí estaba Margalida, con el cuerpo vencido sobre la mesa de trabajo, la cabeza cubierta por sus dos brazos y tratando de contener los sollozos. Esperó Carvalho a que los suspiros sustituyeran a los sollozos y de pie desde la puerta carraspeó. El rostro de Margalida emergió húmedo, enrojecido desde los ojos hasta la punta de la nariz, incrédulo de la presencia de Carvalho, finalmente alarmado.

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