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– Además, me va a permitir dar un cambio cualitativo al Servicio-relee el comunicado, lo acaricia con la yema de los dedos, dilata la nariz el capitán Pantoja-. Hasta hoy elegía al personal por factores funcionales, era sólo cuestión de rendimiento. Ahora, por primera vez entrará en juego el factor estético artístico.

– Carambolas -aplaude el teniente Bacacorzo-.

¿Quiere decir que se ha encontrado una Venus de Milo aquí en Iquitos?

– Pero con los brazos completos y una carita de resucitar cadáveres-tose, pestañea, se toca la oreja el capitán Pantoja-. Discúlpeme, tengo que irme. Mi señora está donde el ginecólogo y quiero saber cómo la encuentra. Sólo faltan dos meses para que nazca el cadetito.

– ¿Y si en vez de cadetito le nace una visitadorcita, señor Pantoja?-echa a reír, calla, se asusta Chuchupe-. No se moleste, no me mire así. Ah, nunca se le pueden hacer bromas, es usted demasiado serio para sus años.

– ¿No has leído esa consigna, tú que debes dar aquí el ejemplo?-señala la pared el señor Pantoja.

– "Ni bromas ni juegos durante el servicio", mami -lee Chupito.

– ¿Por qué no está lista la unidad para la inspección?-mira a derecha e izquierda, chasquea la lengua el señor Pantoja-. ¿Terminó la revista médica? Qué esperan para hacer formar y pasar lista.

– ¡Formen fila, visitadoras! -hace bocina con las manos Chupito.

– ¡Vuela volando, mamacitas!-corea el Chino Porfino.

– Y ahora nómbrense y numérense-taconea entre las visitadoras Chupito-. Vamos, vamos, de una vez.

– ¡Uno, Rita!

– ¡Dos, Penélope!

– ¡Tres, Coca!

– ¡Cuatro, Pichuza!

– ¡Cinco, Pechuga!

– ¡Seis, Lalita!

– ¡Siete, Sandra!

– ¡Ocho, Maclovia!

– ¡Nueve, Iris!

– ¡Diez, Peludita!

– Entelitas y completas, señol Pantoja-se dobla en una reverencia el Chino Porfirio.

– Se le ha quitado la superstición, pero se está volviendo beata, Panta-traza una cruz en el aire Pochita-. ¿Sabes adónde eran las escapadas de tu mamá que nos tenían tan intrigados? A la iglesia de San Agustín.

– Parte del servicio médico-ordena Pantaleón Pantoja.

– "Efectuada la revista, todas las visitadoras se hallan en condiciones de salir en operación"-descifra Chupito-. "La llamada Coca muestra algunos hematomas en la espalda y brazos, que tal vez perjudiquen su rendimiento en el trabajo. Firmado: Asistente Sanitario del SVGPFA-"

– Mentira, ese degenerado me odia por el sopapo que le aventé, quiere vengarse-se baja el cierre, expone el hombro, el brazo, mira con odio a la Enfermería Coca -. Sólo tengo unos rasguñitos que me hizo mi gato, señor Pantoja.

– Bueno, en todo caso eso está mejor, chola-se encoge bajo las sábanas Panta-. Si con los años le ha dado por la religión, mejor que sea por la verdadera y no por creencias bárbaras.

– Un gato que se llama Juanito Marcano y es idéntico a Jorge Mistral-susurra Pechuga al oído de Rita.

– Que tú ya te lo quisieras aunque sea para Fiestas Patrias-zigzaguea como una víbora Coca-. Tetas de chancha.

– Diez soles de multa a Coca y Pechuga por hablar en filas-no pierde la calma, saca un lápiz, un cuaderno el señor Pantoja-. Si crees que estás en condiciones de salir en el convoy, puedes hacerlo, Coca, ya que te autoriza el servicio sanitario, así que no te pongas histérica.

Y ahora, plan de trabajo de la jornada.

– Tres convoyes, dos de 48 horas y uno que regresa-esta misma noche-emerge de detrás de la formación Chuchupe-. Ya hice el sorteo con los palitos, señor Pantoja. Un convoy de tres chicas al campamento de Puerto América, en el río Morona.

– Quién lo comanda y quiénes lo integran-moja la punta del lápiz en los labios y anota Pantaleón Pantoja.

– Lo comanda este cristiano y van conmigo Coca, Pichuza y Sandra-indica Chupito-. Loco ya está dándole su mamadera a Dalila, así que podemos partir en diez minutos.

– Que Loco se porte bien y no haga las travesuras de siempre, señor Pan Pan señala al hidroavión que se balancea en el río y a la figurita que lo cabalga Sandra-. Mire que si me mato, usted sale perdiendo. Le he dejado mis hijitas en herencia. Y tengo seis.

– Diez soles a Sandra, por el mismo motivo que a las otras-levanta el índice, escribe Pantaleón Pantoja-.

Lleva tu convoy hacia el embarcadero, Chupito. Buen viaje y a trabajar con temperamento y convicción, muchachas.

– Convoy a Puerto América, nos fuimos-manda Chupito-. Cojan sus maletines. Y ahora, en dirección a Dalila, vuela volando, chuchupitas.

– Los convoyes dos y tres salen en Eva dentro de una hora-da parte Chuchupe-. En el dos, Bárbara, Peludita, Penélope y Lalita. Lo llevo yo, a la guarnición Bolognesi, en el río Mazan.

– ¿Y si con tanto susto por el niñito crucificado, el cadete nace fenómeno?-hace pucheros Pochita-. Qué tragedia tan horrible sería, Panta.

– Y el tecelo sigue conmigo aguas aliba, hasta Campo Yavali-surca el aire con la mano el Chino Porfirio-.

La vuelta el jueves a mediodía, señol Pantoja.

– Bien, vayan embarcando y a portarse como se pide chumbeque -hace adiós a las visitadoras Pantaleón Pantoja-. Ustedes vengan un momento a mi oficina, Chino y Chuchupe. Tengo que hablarles.

– ¿Cinco chicas más? Qué buena noticia, señor Pantoja-se frota las manos Chuchupe-. Apenas regrese este convoy, se las consigo. No habrá ninguna dificultad, hay lluvia de solicitantes. Ya se lo he dicho, nos estamos haciendo famosos.

– Muy mal hecho, nosotros no debemos salir de la clandestinidad-muestra el cartel que dice "En boca cerrada no entran moscas" Pantaleón Pantoja-. Preferiría que me trajeras unas diez candidatas, para elegir yo a las cinco mejores. A cuatro, en realidad, porque la otra, he pensado…

– ¡En Olguita la Blasileña!-esculpe senos, caderas, muslos el Chino Porfirio-. Una idea luminosa, señol Pan Pan. Ese monumento nos da la fama. Vuelvo del viaje y con las mismas se la busco.

– Búscala ahorita y me la traes sin más-se ruboriza, cambia de voz Pantaleón Pantoja-. Antes de que Moquitos la enrole para sus bulines. Tienes todavía una hora, Chino.

– Vaya, qué apuradito, señor Pantoja-rezuma mermelada, azúcar, merengue Chuchupe-. Me están dando unas ganas de volver a verle la cara a la bella Olguita.

– Cálmate, amor, no pienses más en eso-se preocupa, recorta un cartón, lo pintarrajea, lo cuelga Panta-.

Desde ahora, queda terminantemente prohibido hablar en esta casa del niño crucificado y de los locos del Arca.

Y para que no se te olvide a ti tampoco, mamá, voy a clavar un cartel.

– Encantada de verlo de nuevo, señor Pantoja-se come todo con los ojos, se curva, perfuma el aire, pía la Brasileña -. Así que ésta es la famosa Pandilandia. Vaya, había oído hablar tanto y no podía imaginarme cómo sería.

– ¿La famosa qué?-avanza la cabeza, acerca una silla Pantaleón Pantoja-. Siéntate, por favor.

– Pantilandia, así le llama la gente a esto-abre los brazos, luce las axilas depiladas, se ríe la Brasileña -.

No sólo en Iquitos, por todas partes. Oí hablar de Pantilandia en Manaos. Qué nombrecito raro ¿vendrá de Disneylandia?

– Me temo que más bien venga de Panta-la observa de arriba abajo, de lado a lado, le sonríe, se pone serio, sonríe de nuevo, transpira el señor Pantoja-. Pero tú no eres brasileña sino peruana ¿no? Por tu manera de hablar, al menos.

– Nací aquí me pusieron eso porque he vivido en Manaos-se sienta, se sube la falda, saca una polvera, se empolva la nariz, los hoyuelos de las mejillas la Brasileña -. Pero, ya ve, todos vuelven a la tierra en que nacieron, como en el vals.

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