Con considerable pompa, el botones los condujo a la mejor suite del hotel, que consistía en una sala de estar con piano, muebles tapizados en brocado blanco, tragaluz, cuarto de baño con una bañera en la que cabían seis personas, y un dormitorio con una fastuosa cama con dosel rojo e incrustaciones doradas. David dió al botones una generosa propina, costumbre cada vez más popular en China, y luego cerró la puerta tras él.
– Esto es demasiado caro -dijo Hulan, contemplando la lujosa decoración.
– Nos ocultamos a la vista de todos -dijo David-. No creo que nadie busque a dos fugitivos en la suite Princesa. Además, si vamos a desaparecer, más vale hacerlo con estilo. Aún te gusta el servicio de habitaciones?