– Ha sido un accidente -dijo con el tono monocorde de un político bien entrenado.
– ¿Cómo lo sabe, señor? ¿Cómo puede estar tan seguro?
El embajador dio media vuelta sin contestar y caminó hacia su pálida esposa.
– No voy a dejarlo así, señor -dijo Liu Hulan a su espalda, y sus palabras retumbaron con aspereza en el silencio helado-. Voy a descubrir qué le ha pasado a su hijo y luego podrá llevárselo a casa.