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Al cabo de un tiempo volvió a tranquilizarse porque su gloria se propagó igualmente sin el recorrido y casi sin su intervención. Aparecieron largos artículos sobre el fluidum letale Taillade en el "Journal des Savants" e incluso en el "Courier de l’Europe" y desde muy lejos acudían pacientes afectados por el fluido letal para someterse a sus cuidados. En verano de 1764 fundó la primera "Logia del Fluido Vital", con ciento veinte miembros en Montpellier y más tarde filiales en Marsella y Lyon. Entonces decidió dar el salto hasta París para conquistar desde allí para su doctrina a todo el mundo civilizado, pero antes quería, como propaganda para su campaña, llevar a cabo una proeza fluidal que superase la curación del cavernícola y todos los demás experimentos y, a principios de diciembre, acompañado por un grupo de intrépidos adeptos, emprendió una expedición al Canigó, situado en el mismo meridiano de París y considerado el pico más alto de los Pirineos.

Ya en el umbral de la ancianidad, nuestro hombre se proponía hacerse transportar hasta la cima a 2.800 metros de altitud y respirar allí durante tres semanas el aire más puro y vital para descender, como anunció, puntualmente en Nochebuena como un ágil jovencito de veinte años.

Los adeptos renunciaron poco después de Vernet, el último núcleo de población humana al pie de la imponente montaña. Al marqués, sin embargo, nada podía detenerle. Despojándose de sus ropas, que tiró a su alrededor en el ambiente glacial, y lanzando gritos de júbilo, empezó solo el ascenso. Lo último que se vio de él fue su silueta, que desapareció con las manos levantadas hacia el cielo en actitud de éxtasis y cantando en plena tormenta de nieve.

En Nochebuena los prosélitos esperaron en vano el regreso del marqués de la Taillade-Espinasse. No llegó ni como anciano ni como jovencito. Tampoco a principios de verano del año siguiente; cuando los más osados treparon en su busca hasta la nevada cumbre del Canigó, no se encontró ni rastro de él, ni un trocito de ropa ni una parte del cuerpo ni el hueso más diminuto.

Esto no significó, sin embargo, el fin de su doctrina. Muy al contrario. Pronto se difundió la leyenda de que se había unido en la cima de la montaña con el fluido vital eterno, fundiéndose en él y flotando invisible desde entonces, enteramente joven, sobre los picos de los Pirineos, y de que quien ascendiera hasta él sería partícipe de su sino y durante un año estaría libre de enfermedades y del proceso de envejecimiento. Hasta muy entrado el siglo XIX, la teoría fluidal de Taillade fue defendida en muchas cátedras de medicina y empleada terapéuticamente en muchas sociedades ocultas. Y todavía hoy existen en ambas vertientes de los Pirineos, concretamente en Perpiñón y Figueras, logias tailladistas secretas que se reúnen una vez al año para ascender al Canigó.

Allí encienden una gran hoguera, supuestamente con ocasión del solsticio y en honor de san Juan, pero en realidad para honrar la memoria de su maestro Taillade-Espinasse y su gran fluido y para alcanzar la vida eterna.

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