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– Estoy segura de que no podías hacer nada, abuela. Kenny es mucho más alto que tú, y no tenías con qué defenderte.

Un velo de lágrimas le nubló los ojos.

– Hizo que me sintiese como una vieja tonta.

Cuando salí del salón de belleza, Morelli estaba apoyado contra el Buick.

– ¿De quién fue la idea de hablar con Cubby Delio?

– De Spiro. Y no creo que se limite a Delio. Tiene que encontrar esas armas para quitarse a Kenny de encima.

– ¿Dijo algo interesante?

Le referí la conversación.

– Conozco a Bucky y a Biggy -afirmó Morelli-. No se mezclarían en algo así.

– Puede que nos equivocáramos con respecto al camión de la mueblería.

– No lo creo. A primera hora de la mañana fui a la gasolinera e hice unas fotos. Roberta está casi segura de que el camión que vio era ése.

– ¡Creí que ibas a seguirme! -exclamé-. ¿Qué pasaría si apareciese Kenny y me atacara con un picahielos?

– Te seguí parte del tiempo. De todos modos, a Kenny le gusta dormir por la mañana.

– ¡Ésa no es una excusa! ¡Como mínimo deberías haberme dicho que estaba sola!

– ¿Qué planes tienes?

– La abuela acabará en una hora, más o menos. Le prometí que la llevaría de compras. Y en algún momento tengo que ir a ver a Vinnie.

– ¿Va a darle el caso a otro?

– No. Llevaré a la abuela Mazur. Ella lo pondrá en su sitio.

– He estado pensando en Sandeman…

– Yo también he estado pensando en él. Al principio creí que estaba escondiendo a Kenny. Pero puede que sea lo contrario. Puede que él lo jodiera.

– ¿Crees que Moogey se conchabó con Sandeman?

Me encogí de hombros.

– Tiene sentido. Quienquiera que haya robado las armas, tenía conexiones.

– Dijiste que Sandeman no daba muestras de riqueza repentina.

– Creo que a Sandeman la riqueza se le va nariz arriba.

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