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Una vez llegados a casa nos sentamos, ella en mi regazo, después de una larga y cálida conversación con John Golz, que había ido a visitarla, pero se encontró conmigo; podría haberse ido en seguida, pero dado mi nuevo estado de ánimo quise demostrarle sin tardanza que le respetaba y que me gustaba, y conversé con él, y se quedó casi dos horas; en realidad pude comprobar que Mardou se aburría inmensamente, porque el muchacho le hablaba de literatura, con un interés que ella no podía compartir, y también hablaba de cosas que ella ya sabía, pobre Mardou.

Por fin se fue; entonces le dije que se sentara en mi regazo, y empezó a hablar de la guerra que existe entre los hombres: «Están siempre en guerra, para ellos la mujer es el premio, para Yuri tu premio ahora tiene menos valor que antes, nada más.»

«Sí», le dije, triste, «pero yo hubiera debido escuchar más atentamente la advertencia del viejo morfinómano, de todos modos; ese que me dijo que amantes hay a montones: son todas iguales, muchacho, no te acostumbres a andar con una sola».

«No es cierto, no es cierto, eso es lo que quisiera Yuri, que ahora fueras al bar de Dante y los dos os pusierais a hablar de mí y reíros y llegar a la conclusión de que las mujeres sólo sirven para una cosa, y que hay demasiadas en el mundo. Yo pienso que tú eres como yo, quieres un solo amor, como si dijéramos, los hombres encuentran la esencia en la mujer, porque en ella hay una esencia» («Sí», pensé, «hay una esencia, y se encuentra en tu sexo») «y el hombre llega a tenerla entre las manos, pero la abandona para irse a construir sus inmensas construcciones». (Yo le había leído pocos días antes las primeras páginas de Finnegans Wake, y se las había explicado, y también la parte en que Finnegan está constantemente construyendo «edificio sobre edificio sobre edificio» en las orillas del Liffey… ¡estiércol!).

«No pienso protestar», pensé, y dije: «¿Dirás que no soy un hombre si no me enojo?»

«Como la guerra que te dije, está bien claro.» «También las mujeres tienen sus guerras…» ¿Qué haremos? Pensaba: ahora me voy a mi casa, y hemos terminado para siempre, no cabe duda, no solamente se ha aburrido de mí, está harta de mí, pero para colmo me ha atravesado de parte a parte con esa especie de adulterio, ha sido infiel, como el sueño me había profetizado, el sueño, el maldito sueño; me veo a mí mismo, aferrando a Yuri por la camisa y derribándolo por el suelo, extrae un cuchillo yugoeslavo, levanto una silla para hundirle el cráneo, todos me miran… pero sigo soñando despierto, le miro a los ojos, y de pronto veo el resplandor de un ángel burlón que ha venido a la tierra por broma, y comprendo que esto que ha ocurrido con Mardou también es una broma, y pienso: «Qué ángel más raro este que se eleva de entre los subterráneos.»

«Hijito, tú decidirás», me está diciendo en realidad Mardou en ese momento, «cuántas veces por semana quieres verme y todo eso; pero, como te dije, quiero ser independiente».

Y yo me vuelvo a casa, habiendo perdido su amor.

Y escribo este libro.

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