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Por las tardes, cuando Andréi llegaba a casa, esperaba que la cena ya estuviera lista. Si algo no salía como él esperaba, su descontento se hacía evidente:

– Masha, ¿qué has estado haciendo todo el día? Yo trabajo de sol a sol y ni siquiera has tenido tiempo de preparar la cena.

– Lo intenté, pero no me dio tiempo, tenía muchas cosas por hacer… – trataba de justificarse ella, aunque sentía dentro de sí una resistencia creciente.

– ¿Qué cosas? Solo te pasas el día en la oficina moviendo papeles. No es tan difícil. Yo soy el que de verdad se desloma trabajando. Tú deberías apoyarme, no añadirme más estrés.

Estas conversaciones se repetían cada vez con más frecuencia. Andréi no entendía que Masha era profundamente infeliz. Él estaba satisfecho con su vida, pensaba que todo iba como debía ir, y no prestaba atención a lo que ocurría dentro de su esposa. Mientras tanto, Masha seguía viviendo, como si fuera por inercia, atrapada en una rutina de la que no podía salir. Su vida se sentía como un sueño en el que cumplía con sus responsabilidades, pero sin sentirse verdaderamente viva.

A veces, sentada en la cocina con una taza de té, Masha pensaba en cómo, años atrás, había soñado con una vida diferente. Recordaba cómo de joven estaba llena de energía y sueños, deseando convertirse en escritora y crear algo significativo. Pero cada vez que esos pensamientos volvían a su mente, la voz de Andréi resonaba en su cabeza:

– ¿Escritora? ¡Qué tontería! Ocúpate de cosas reales. La vida no es para fantasías, Masha.

Estas palabras aplastaban sus aspiraciones, ahogaban su voz interior. Masha se sentía acorralada, como si viviera en una jaula, donde sus sueños eran inalcanzables y su verdadero yo no era más que una sombra de lo que alguna vez pudo haber sido.

Pero los pensamientos más inquietantes la asaltaban por la noche. En sus sueños aparecían imágenes extrañas. Sentía dentro de ella un potencial brillante, como una chispa de vida, pero no lograba entender cómo canalizar esa energía. Así seguía, moviéndose por inercia, cumpliendo con las tareas diarias sin poder encontrar su verdadero propósito.

Una noche, Masha soñó que se encontraba en un largo pasillo, iluminado por una luz tenue. Al final del corredor había una puerta, detrás de la cual se encontraba algo importante. Sin embargo, cada vez que intentaba acercarse, la puerta desaparecía. Masha se despertaba en medio de la noche, bañada en sudor frío, pero siempre se repetía que solo era un sueño. Se esforzaba por no pensar en la posibilidad de que estos sueños fueran señales, mensajes de su alma que intentaba decirle algo.

No obstante, por más que intentaba ignorar esos sueños, la sensación interna de insatisfacción y ansiedad continuaba creciendo. Cada vez más, se daba cuenta de que su vida pasaba sin que ella fuera realmente consciente de ello, perdiéndose a sí misma en la rutina diaria. Pero incluso entonces, el miedo a quedarse sola, abandonada y sin rumbo, le impedía dar el primer paso hacia un cambio.

Una noche, Masha tuvo un sueño que la hizo replantearse su vida de manera más seria. En el sueño, se encontraba en una habitación con las ventanas cerradas. Había personas alrededor, pero sus rostros eran indistinguibles, y nadie prestaba atención a su presencia. Ella gritaba, intentaba escapar de esa oscuridad, pero nadie la escuchaba. De repente, apareció una luz en la esquina de la habitación, y una voz le susurró: "Es hora de despertar. Esta no es tu vida."

¿De verdad crees en esas cosas?

Al día siguiente, Masha se levantó con un fuerte sentimiento de inquietud, pero, como de costumbre, intentó no darle importancia. Su voz interior le pedía a gritos que hiciera algo, pero Andréi, como siempre, se burlaba de ella:

– Masha, eso es una tontería. ¿Sueños? ¿De verdad crees en esas cosas?

Sin embargo, algo dentro de ella había comenzado a cambiar. Cada vez más, Masha notaba pequeños signos a su alrededor, indicios de que su vida debía seguir otro camino. Un día, mientras paseaba por el parque, se detuvo frente a una tienda de antigüedades y vio un viejo libro en el escaparate. Sus ojos se detuvieron en un símbolo antiguo en la portada que le resultaba extrañamente familiar. Al recordar su sueño, sintió que ese símbolo tenía un significado importante para ella. Era algo entre una estrella y la letra "M". Aunque no podía recordar claramente cómo era, estaba convencida de que ya lo había visto antes.

Entró en la tienda, tomó el libro en sus manos y un escalofrío recorrió su cuerpo. El vendedor, notando su interés, le dijo:

– ¿Sabes? Este es un libro sobre antiguos símbolos y señales. Muchos creen que pueden cambiar el destino si se interpretan correctamente.

Esas palabras no dejaban de resonar en la mente de Masha. A partir de ese momento, comenzó a ver señales en todas partes: números, frases, encuentros fortuitos. Pero el signo más importante apareció cuando un día, caminando por la calle, escuchó una frase que una mujer le decía a su acompañante:

– He comprendido que debo confiar en mí misma y en mis sensaciones, aunque todos los demás digan lo contrario.

Esas palabras resonaron en su conciencia como un rayo. Masha supo que ese era el signo que había estado esperando. Ya no podía seguir ignorando sus sentimientos y el brillo interno que buscaba desesperadamente salir.

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