En ese instante, Antón sintió una inexplicable posibilidad de elección. Recordó la conversación con su amigo, cuando éste le dijo: «La realidad se puede cambiar si así lo decides». En ese momento, Antón había sonreído con escepticismo, pero ahora, frente a la muerte, tenía que tomar una decisión. No le quedaba más remedio que creer en ello. Se concentró en elegir el camino de la salvación.
Su mente se aclaró por un instante. Dentro de él surgió una sensación de que realmente podía alterar el desenlace. Respiró profundamente y, mentalmente, se centró en la idea de salir de esa situación con vida. «Voy a salir de esto ileso», repetía una y otra vez en su cabeza. Se obligó a creerlo.
El tiempo aún transcurría lentamente. Parecía que habían pasado minutos, aunque en realidad solo eran segundos. Antón mantenía en su mente una única idea: «Voy a salvarme. Lo lograré». En ese instante, su conciencia dio un giro abrupto, como si hubiera saltado de una realidad a otra.
Y entonces sucedió algo increíble. El coche que venía detrás de él de repente lo golpeó por detrás. El impacto fue tan fuerte que lanzó su coche a otro carril. Fue inesperado y sorprendente, pero justo ese empujón lo sacó de la trayectoria de la colisión con los coches en el cruce. Su coche se detuvo bruscamente en el arcén.
Antón se quedó sentado en el coche, respirando con dificultad. El mundo volvió a moverse a su ritmo normal y el tiempo recuperó su velocidad habitual. Miró hacia el cruce, donde el coche que lo había golpeado por detrás se estrelló contra un camión. Por suerte, nadie murió. Pero Antón entendía claramente: si no hubiera sido por ese golpe inesperado, habría sido él quien habría chocado contra el camión. Todo podría haber terminado en tragedia, si no hubiera hecho ese salto mental y elegido otro desenlace.
El corazón de Antón seguía latiendo con fuerza, mientras el torrente de adrenalina corría por sus venas. Comprendía que acababa de salvarse por un milagro. Pero lo que más lo impactaba era el hecho de que él mismo había elegido este desenlace. Su fe, su salto mental, fue lo que le salvó la vida. Él mismo había creado esta realidad. Con la ayuda de fuerzas superiores, de sus propios pensamientos, de la autosugestión, o tal vez de algo más que no lograba comprender del todo, pero ¡funcionó! ¡Estaba vivo!
Cuando Antón finalmente logró calmar su respiración y ordenar sus pensamientos, lo invadió una profunda revelación: esto no había sido una casualidad. Durante todo ese tiempo, había ignorado el hecho de que sus pensamientos realmente podían influir en el mundo que lo rodeaba. Pero ahora, tras enfrentar la posibilidad de su propia muerte, ya no podía ignorar esa fuerza. Su amigo tenía razón: la realidad podía cambiarse si tomaba una decisión consciente. ¡Y él realmente tenía ese don!
Desde ese día, Antón ya no era el escéptico que se reía de las palabras sobre el poder de los pensamientos. Comprendió que el mundo no era tan predecible ni lineal como él había creído. Se dio cuenta de que dentro de él existía una fuerza capaz de influir en los acontecimientos a su alrededor, siempre que decidiera usarla.
Su vida cambió por completo. Cada día recordaba ese momento en el que el tiempo se había ralentizado, cuando su conciencia se había dividido en dos caminos, y fue su elección la que lo llevó a la salvación. Pero ahora Antón comprendía que no fue solo una coincidencia o un golpe de suerte. Había sido elegido, y se le había otorgado un poder que le permitía moldear la realidad. Este entendimiento no llegó de inmediato; se fue revelando lentamente dentro de él, como una flor que solo se abre cuando ha llegado su momento.
Antón comprendió que el universo respondía a sus deseos. No era un simple espectador pasivo, sino un participante activo en su vida. En los momentos en que despejaba su mente del caos y se enfocaba en algo en particular, la realidad comenzaba a ajustarse a él. No era magia, sino algo más natural, algo que siempre había estado con él, pero que no había notado.
Con cada día que pasaba, Antón se daba cuenta de que esta fuerza no era simplemente un don, sino una parte integral de su camino como elegido. No se le había dado solo para existir, sino para tomar las riendas de su destino y, en muchos casos, influir en los destinos de aquellos a su alrededor. Comprendió que el mundo que lo rodeaba no era una imagen estática, sino un tapiz en constante cambio, que podía tejerse según la pureza de sus pensamientos y la intensidad de sus intenciones.
Ahora, cuando Antón dirigía su voluntad hacia el universo con una intención clara, éste le respondía. Podía sentir cómo las fuerzas invisibles movían los hilos de los eventos, guiándolo por nuevos caminos, creando oportunidades y abriendo salidas incluso en las situaciones más aparentemente imposibles.
Este reconocimiento llenaba la vida de Antón con un nuevo sentido. Ahora no solo seguía el flujo del destino; formaba parte de este, pero también podía dirigirlo. Tenía la capacidad de influir en el curso de su vida, encontrando una profunda conexión con el mundo que lo rodeaba. Antón comenzó a confiar en esa fuerza, recurriendo a ella siempre que se encontraba ante una elección o dificultad. El universo estaba siempre cerca, dispuesto a ofrecer su apoyo y respuesta, siempre que él permaneciera en armonía consigo mismo y con su propósito.
Después del incidente en la carretera, Antón ya no pudo ignorar los cambios que ocurrían en su vida. Se dio cuenta de que su realidad era más que una simple secuencia de eventos. Cada día sentía más intensamente una conexión invisible con el mundo que lo rodeaba, un mundo que parecía ajustarse a sus pensamientos e intenciones. Sin embargo, con la comprensión de su poder, surgieron nuevas preguntas. ¿Era el único que poseía esta habilidad? ¿O quizás había otros, igualmente inconscientes de su poder?
Antón comenzó a notar que a su alrededor ocurrían cosas extrañas. Encuentros fortuitos con personas que le hablaban de sus intuiciones repentinas, de cómo sus vidas habían cambiado en un instante. Un día, en la calle, se encontró con una mujer que parecía desorientada. Ella no pedía ayuda, solo estaba parada en una esquina, como si esperara algo. Antón sintió un impulso de hablar con ella.
– ¿Necesitas ayuda? – preguntó al acercarse.
La mujer lo miró con los ojos muy abiertos, y en su mirada había algo que Antón reconoció de inmediato. Era una sensación familiar, la misma que él había experimentado cuando su vida dio un giro. Ella asintió brevemente y empezaron a hablar. Resultó que ella también había vivido algo que cambió su perspectiva del mundo. Su intuición se había agudizado repentinamente, y comenzó a notar cómo sus pensamientos influían en la realidad que la rodeaba.
– Pensé que me estaba volviendo loca – confesó ella, – pero ahora entiendo que no son solo coincidencias. Es algo más.
Antón sintió un extraño alivio. No estaba solo en sus experiencias. Sus caminos no se habían cruzado por casualidad. Continuaron hablando de sus sentimientos, de cómo el universo parecía guiarlos en la vida, brindándoles respuestas y soluciones, siempre que despejaran su mente y se concentraran en sus intenciones.
Una mañana, mientras caminaba hacia el trabajo, la mirada de Antón se posó en un símbolo tallado en la pared de ladrillo de un edificio antiguo. El símbolo era simple, pero de alguna manera tenía un poder inexplicable que capturó su atención de inmediato. Aunque no podía precisar su significado, una voz interior le decía que era importante. Antón sintió que se trataba de una señal, pero no sabía hacia dónde lo guiaba.
Días después, volvió a encontrarse con ese mismo símbolo en su trabajo, justo cuando estaba a punto de firmar un contrato importante. Al abrir la carpeta con los documentos, descubrió una pequeña hoja de papel que parecía haberse colado accidentalmente entre las páginas. En la hoja había un dibujo sencillo que, a primera vista, no parecía tener mayor relevancia. Sin embargo, al borde del dibujo, apenas visible, estaba el mismo símbolo que había visto antes. Antón se quedó paralizado. Este símbolo ya lo había visto antes, en sueños medio olvidados, pero ¿qué significaba realmente?