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De repente, el mecánico fue directo hacia algún lugar del motor y comenzó a trabajar.

Acertó el defecto -continuó Wicca-. No ha perdido nada de tiempo porque la comunicación entre él y la máquina es perfecta. Son así todos los buenos mecánicos que conozco.

"Y los que yo conozco también", pensó Brida. Pero ella siempre creía que actuaban así porque no sabían por dónde empezar. Nunca se tomó el trabajo de observar que siempre empezaban por el sitio adecuado.

– ¿Por qué estas personas, que tienen la sabiduría del Sol en sus vidas, jamás intentan comprender las preguntas fundamentales del Universo? ¿Por qué prefieren quedarse arreglando motores o sirviendo café en los bares?

– ¿Y qué es lo que te hace pensar que nosotros, con todo nuestro camino y nuestra dedicación, comprendemos el Universo mejor que los otros?

Tengo muchos discípulos. Son personas absolutamente iguales a todas las otras, que lloran en el cine y se desesperan cuando los hijos se atrasan, aun sabiendo que la muerte no existe. La brujería es apenas una de las formas de estar cerca de la Sabiduría Suprema, pero cualquier cosa que el hombre haga puede llevarlo hasta allí, siempre que trabaje con amor en su corazón. Las hechiceras podemos conversar con el Alma del Mundo, ver la luz en el hombro izquierdo de nuestra otra Parte, y contemplar el infinito a través del brillo y el silencio de una vela. Pero no entendemos sobre motores de automóviles. Así como los mecánicos nos necesitan, también nosotras los necesitamos a ellos. Ellos tienen su puente hacia lo invisible en un motor de coche; el nuestro es la Tradición de la Luna. Pero lo invisible es lo mismo.

Haz tu parte y no te preocupes por la de los otros. Puedes estar segura de que Dios también habla con ellos, y que ellos están tan empeñados como tú en descubrir el sentido de esta vida.

– El coche está bien -dijo el mecánico, en cuanto las dos volvieron de la pastelería-. Pero ha evitado un gran problema; un conducto de refrigeración estaba a punto de reventar.

Wicca protestó un poco por el precio, pero agradeció el haberse acordado del proverbio.

Fueron de compras por una de las principales calles comerciales de Dublín, exactamente aquella que Brida había mentalizado en el ejercicio del escaparate. Siempre que la conversación se encauzaba hacia temas particulares, Wicca salía con respuestas vagas o evasivas. Pero hablaba con gran entusiasmo sobre los asuntos triviales: los precios, las ropas, el mal humor de las vendedoras. Gastó algún dinero aquella tarde, generalmente en cosas que revelaban un sofisticado buen gusto.

Brida sabía que nadie pregunta a otra persona de dónde proviene el dinero que está gastando. Su curiosidad era tanta, no obstante, que casi violó las más elementales normas de educación.

Terminaron la tarde en el restaurante japonés más tradicional de la ciudad, frente a una rodaja de sashimi. -Que Dios bendiga nuestra comida -dijo Wicca-. Somos navegantes en un mar que no conocemos; que Él conserve siempre nuestro valor para aceptar este misterio.

– Pero tú eres una Maestra de la Tradición de la Luna -comentó Brida-. Tú conoces las respuestas.

Wicca permaneció un momento contemplando la comida, con mirada lejana.

– Sé viajar entre el presente y el pasado -dijo después de algún tiempo-. Conozco el mundo de los espíritus, y ya entré en comunión total con fuerzas tan deslumbrantes que las palabras de todas las lenguas son insuficientes para describirlas. Quizá pueda decir que poseo un conocimiento silencioso de la caminata que trajo a la raza humana hasta este momento.

Y porque conozco todo esto, y soy una Maestra, sé también que nunca, pero realmente nunca, sabremos la razón final de nuestra existencia. Podremos saber cómo, dónde, cuándo y de qué manera estamos aquí. Pero la pregunta ¿para qué? será siempre una pregunta sin respuesta. El objetivo central del gran Arquitecto del Universo es sólo de Él y de nadie más.

Un silencio parecía haberse apoderado del ambiente.

– Ahora, mientras estamos aquí comiendo, el noventa y nueve por ciento de las personas de este planeta se enfrentan, a su manera, con esta pregunta. ¿Para qué estamos aquí? Muchas piensan haber descubierto la respuesta en sus religiones, o en su materialismo. Otras se desesperan y gastan su vida y su fortuna intentando entender este significado. Algunas pocas dejaron que esta pregunta pasase en blanco y viven apenas el momento, sin preocuparse por los resultados ni las consecuencias.

Sólo los valientes, los que conocen la Tradición del Sol y la Tradición de la Luna, conocen la única respuesta posible a esta pregunta: No SÉ.

Esto, en un primer momento, puede atemorizar, y dejarnos desamparados ante el mundo, las cosas del mundo y el propio sentido de nuestra existencia. No obstante, después de haber pasado el primer susto, nos vamos gradualmente acostumbrando a la única solución posible: seguir nuestros sueños. Tener el valor de dar los pasos que siempre deseamos es la única manera de demostrar que confiamos en Dios.

En el instante en que aceptamos esto, la vida pasa a tener para nosotros un sentido sagrado y experimentamos la misma emoción que la Virgen experimentó cuando una tarde cualquiera de su existencia común, apareció un extraño y le hizo una oferta. "Hágase vuestra voluntad", dijo la Virgen. Porque había comprendido que la mayor grandeza que un ser humano puede experimentar es la aceptación del misterio.

Después de un largo silencio, Wicca volvió a tomar los cubiertos y a comer. Brida la miraba, orgullosa de estar a su lado. Ya no pensaba más en las preguntas que jamás haría: si ganaba dinero, o si estaba enamorada de alguien, o sentía celos de un hombre. Pensaba en la grandeza de alma de los verdaderos sabios. Sabios que pasaron la vida entera buscando una respuesta que no existía y, al percibirlo, no falsificaron explicaciones. Pasaron a vivir, con humildad, en un Universo que nunca podrían entender. Pero podían participar y la única manera posible era siguiendo los propios deseos, los propios sueños, porque era a través de esto como el hombre se transformaba en un instrumento de Dios.

– Entonces, ¿de qué vale buscar? -preguntó ella. -No buscamos. Aceptamos, y entonces la vida pasa a ser mucho más intensa y más brillante, porque entendemos que cada paso nuestro, en todos los minutos de la vida, tiene un significado mayor que nosotros mismos. Entendemos que, en algún lugar del tiempo y del espacio, esta pregunta está respondida. Entendemos que existe un motivo para que estemos aquí, y eso basta.

Buceamos en la Noche Oscura con fe, cumplimos lo que los antiguos alquimistas llamaban "Leyenda Personal" y nos entregamos por entero a cada instante, sabiendo que siempre existe una mano que nos guía: a nosotros cabe aceptarla o no.

Aquella noche, Brida pasó horas escuchando música, entregada por completo al milagro de estar viva. Se acordó de sus autores favoritos. Uno de ellos, con una simple frase, le aportó toda la fe necesaria para que saliese en busca de la sabiduría. Era un poeta inglés, de muchos siglos atrás, que se llamaba William Blake. Él escribió:

Toda pregunta que puede ser concebida, tiene una respuesta.

Era hora de hacer un ritual. Debía quedarse los proximos minutos contemplando la llama de la vela y se sentó delante de un pequeño altar que había en su casa. La vela la transportó hacia la tarde en que ella y Lorens habían hecho el amor entre las rocas. Había gaviotas volando tan alto como las nubes y tan bajo como las olas.

Los peces debían preguntarse cómo era posible volar, porque de vez en cuando algunas criaturas misteriosas buceaban en su mundo y desaparecían de la misma manera en que habían entrado.

Los pájaros debían preguntarse cómo era posible respirar dentro del agua, porque se alimentaban de animales que vivían debajo de las olas.

Existían pájaros y existían peces. Eran universos que de vez en cuando se comunicaban, sin que uno pudiese responder a las preguntas del otro. Sin embargo, ambos tenían preguntas. Y las preguntas tenían respuestas.

Brida miró a la vela frente a ella y una atmósfera mágica comenzó a crearse a su alrededor. Esto normalmente sucedía, pero aquella noche había una intensidad diferente.

Si ella era capaz de hacer una pregunta es porque, en otro Universo, había una respuesta. Alguien sabía, aun cuando ella jamás lo supiese. No necesitaba ya entender el significado de la vida; bastaba encontrarse con el Alguien que sabía. Y, entonces, dormir en sus brazos el mismo sueño que duerme un niño, porque sabe que alguien más fuerte que él lo está protegiendo de todo mal y de todo peligro.

Cuando acabó el ritual, hizo una pequeña plegaria agradeciendo los pasos que diera hasta entonces. Agradecio porque la primera persona a quien había preguntado sobre la magia no había intentado explicarle el Universo, por el contrario, hizo que pasara la noche entera en la oscuridad del bosque.

Tenía que ir allí y agradecerle todo lo que le había enseñado.

Siempre que iba a ver a este hombre, estaba buscando algo; cuando lo conseguía, todo lo que hacía era irse, muchas veces sin decir adiós. Pero fue aquel hombre quien la colocó frente a la puerta que pretendía cruzar en el próximo Equinoccio. Tenía por lo menos que decir gracias".

No, no tenía miedo de enamorarse de él. Ya había leído en los ojos de Lorens cosas sobre el lado oculto de su propia alma.

Podía tener dudas sobre el sueño del vestido, pero, en cuanto a su amor, esto estaba bien claro para ella.

– Gracias por aceptar mi invitación -le dijo al Mago, en cuanto se sentaron. Estaban en el único bar de la aldea, en el mismo lugar donde ella percibió el extraño brillo en los ojos de él.

El Mago no dijo nada. Notó que la energía de ella estaba completamente cambiada; había conseguido despertar la Fuerza.

– El día que me quedé sola en el bosque, prometí que volvería para agradecerte o maldecirte. Prometí que volvería cuando supiese mi camino. No obstante, no cumplí ninguna de mis promesas; vine siempre en busca de ayuda, y tú nunca me dejaste sola cuando te necesité.

Tal vez sea pretensión mía, pero quiero que sepas que fuiste un instrumento de la mano de Dios. Y me gustaría que fueras mi invitado esta noche.

Ella iba a pedir los dos whiskies de siempre, pero él se levantó, fue hasta el bar y volvió trayendo una botella de vino, otra de agua mineral y dos vasos.

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