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De nuevo, Suso me dejó desconcertado. Como de costumbre, Suso volvió a dejarme sin palabras, tan acertada era su descripción de lo que yo sentía en aquel momento. Definitivamente -tenía que reconocerlo-, yo tampoco sabía dónde estaba, aunque tuviera muy claro que me quería ir de Madrid.

– Despídeme de la gente -le dije, empezando a andar.

– Lo haré -me respondió él.

Pero, hasta que lo perdí de vista, siguió mirándome caminar, como si quizá esperara que me fuera a arrepentir en el último momento.

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