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– ¿Adónde tan pije, hijito?-la señora Leonor dice sí, nadie la reconocería, Pochita, nos merecemos un premio-. Caramba, como te has puesto, hasta corbata. Te vas a asar de calor. ¿Una reunión de alto nivel? ¿De noche? Qué chistoso que estés de agente secreto, Panta.

Si, shhht, shht, me callo.

– Pregunte en cualquiera de esos sitios por el Chino Porfirio-dobla y le guarda la servilleta en el bolsillo el teniente Bacacorzo-. Es un tipo que lo puede ayudar. Consigue 'lavanderas' a domicilio. ¿Sabe lo que son, no?

– Por eso Él no murió ahogado, ni quemado, ni ahorcado, ni apedreado ni despellejado-gime y llora sobre el chisporroteo de antorchas y el rumor de rezos el Hermano Francisco-. Por eso fue clavado en un leño, por eso prefirió la cruz. Oiga quien quiera oír, entienda quien quiera entender. ¡Hermanas! ¡Hermanos! ¡Dense tres golpes en el pecho por mí!

– Buenas noches, ejem, hmm, achís-se suena, se sienta en la banqueta, se apoya en la barra Pantaleón Pantoja-. Sí, una cerveza, por favor. Acabo de llegar a Iquitos, me estoy poniendo al día con la ciudad. ¿"Mao Mao" se llama este local? Ah, por eso las flechitas, los totems, ya veo.

– Aquí la tiene, heladita-sirve, seca el vaso, señala el salón el mozo-. Sí, "Mao Mao". Casi no hay nadie porque es lunes.

– Me gustaría averiguar algo, ejem, hmm, hmm-se aclara la garganta Pantaleón Pantoja-, si fuera posible. Para información, simplemente.

– ¿Dónde se consiguen gilas? -forma una argolla con el pulgar y el índice el mozo-. Aquí mismo, pero hoy se fueron a ver al Hermano Francisco, el santo de la cruz. Se vino desde el Brasil a patita, dicen, y también que hace milagros. Pero mire quién entra. Oye, Porfirio, ven acá. Te presento al señor, está interesado en informaciones turísticas.

– ¿Bulines y polillas?-le guiña un ojo, le hace una reverencia, le da la mano el Chino Porfirio-. Pol supuesto, señol. Encantado lo pongo al tanto en dos minutos. Le va a costal una celveciola, ¿balato, veldá?

– Mucho gusto-le indica que se siente en la banqueta vecina Pantaleón Pantoja-. Sí, claro, una cerveza. No se vaya a confundir, no tengo un interés personal en esto, sino más bien técnico.

– ¿Técnico?-hace ascos el mozo-. Espero que no sea usted soplón, señor.

– Bulines, hay poquitos-muestra tres dedos el Chino Porfirio-. A su salud y buena vida. Dos decentes y uno bajetón, pa mendigos. Y hay también las polillas que van de casa en casa, pol su cuenta. Las lavandelas' ¿sabía?

– ¿Ah, sí? Qué interesante-lo estimula con sonrisas Pantaleón Pantoja-. Pura curiosidad, yo no frecuento esos sitios. ¿Usted tiene vinculaciones? Quiero decir ¿amistades, contactos en esos lugares?

– El Chino está en su querencia donde hay puterío-se ríe el mozo-. Lo llamaban el Fumanchú de Belén, ¿no, compadre? Belén, el barrio de las casas flotantes, la Venecia de la Amazonía, ¿ya se paseó por ahí?

– Yo he hecho de todo en la vida y no me pesa, señol-sopla la espuma y bebe un trago el Chino Porfirio-. No gané plata pelo sí expeliencia. Boletelo de cine, motolista de lancha, cazadol de sepientes pa la expoltación.

– Y de todos los empleos te botaron por putañero y pendejo, hermano-le enciende un cigarrillo el mozo-. Cantale al señor lo que te profetizo tu mamacita. Chino que nace pobletón Muele cafiche o ladlón-canta y se celebra con carcajadas el Chino Porfirio-. Ay, mi mamacita linda que está en el santo cielo. Como sólo se vive una vez, hay que vivila ¿no es así? ¿Nos aventamos la segunda heladita de la noche, señol?

– Está bien, pero, ejem, hmm-se ruboriza Pantaleón Pantoja-, se me ocurre algo mejor. ¿Por qué no cambiamos de decorado mi amigo?

– ¿El señor Pantoja?-transpira miel la señora Chuchupe-. Encantadísima y adelante, ésta es su casa. Aquí tratamos bien a todo el mundo, salvo a los conchudos de los milicos, que piden rebaja. Hola, Chinito bandido.

– El señol Pantoja viene de Lima y es un amigo-besa mejillas, pellizca traseros el Chino Porfirio-. Va a ponel un negocito aquí. Ya sabes, sevicio de lujo, Chuchupe. Este enano se llama Chupito y es la mascota del local, señol.

– Mas bien di capataz, barman y guardaespaldas, conchetumadre-alcanza botellas, recoge vasos, cobra cuentas, enciende el tocadiscos, arrea mujeres a la pista de baile Chupito-. ¿O sea que es la primera vez que viene a Casa Chuchupe? No será la última, ya verá. Hay pocas chicas porque se han ido a ver al Hermano Francisco, el que levantó esa gran cruz junto al lago Morona.

– Yo también estuve ahí, había muchísima gente y los catelistas debían hacel su agosto-distribuye adioses el Chino Porfirio-. Un discuseadol fantástico, el Hemano. Se le entendía poco, pelo emocionaba a la gente.

– Todo lo que clavas en el leño es ofrenda, todo lo que acaba en la madera sube y lo recibe EL QUE MURIÓ EN LA CRUZ -salmodia el Hermano Francisco-. La mariposa de colores que alegra la mañana, la rosa que perfuma el aire, el murciélago de ojitos que fosforecen en la noche y hasta el pique que se incrusta bajo las uñas. ¡Hermanas! ¡Hermanos! ¡Planten cruces por mí!

– Qué cara de hombre serio, aunque no lo será tanto si anda con este Chino-limpia una mesa con el brazo, ofrece sillas, se azucara Chuchupe-. A ver, Chupito, una cerveza y tres vasos. La primera rueda invita la casa.

– ¿Sabe qué es una chuchupe?-silba, enseña una puntita de lengua el Chino Porfirio-. La víbola mas venenosa de la Amazonía. Ya se imagina las cosas que dilá del génelo humano esta señola pa ganase semejante apodo.

– Calla, zarrapastroso-le tapa la boca, sirve los vasos, sonríe Chuchupe-. A su salud, señor Pantoja, bienvenido a Iquitos.

– Una lengua vipelina-enseña los desnudos trenzados de las paredes, el espejo lesionado, las pantallas coloradas, los flecos danzantes del sillón multicolor el Chino Porfirio-. Sólo que es buena amiga y esta casa, aunque tiene sus añitos, es la mejol de Iquitos

– Échele una ojeada a lo que queda del material, si no-va señalando Chupito-: zambitas, blancas, japonesas, hasta una albina. Mucho ojo el de Chuchupe para escoger a su gente, señor.

– Qué buena música, a uno le pican los pies-se levanta, coge del brazo a una mujer, la arrastra a la pista, baila el Chino Porfirio-. Un pemisito, pa sacudil el esqueleto. Ven acá, potoncita.

– ¿Puedo invitarle a una cerveza, señora Chuchupe?-mima una incómoda sonrisa y susurra Pantaleón Pantoja-. Me gustaría pedirle algunos datos, si no es molestia.

– Qué sinvergüenza simpático este Chino, nunca tiene medio pero cómo alegra la noche-arruga un papel, lo lanza hacia la cabeza de Porfirio, da en el blanco Chuchupe-. No sé qué le ven, todas se mueren por él.

Mírelo como se disloca.

– Cosas relacionadas con su, ejem, hmm, negocio-insiste Pantaleón Pantoja.

– Sí, encantada-se pone sería, lo autopsia con la mirada Chuchupe-, pero yo no creía que había venido a hablar de negocios sino a otra cosa, señor Pantoja.

– Me duele horriblemente la cabeza-se acurruca, se cubre con las sábanas Pantita-. Tengo descomposición de cuerpo, escalofríos.

– Cómo no te va a doler, cómo no vas a tener, y además me alegro mucho-taconea Pochita-. Te acostaste cerca de las cuatro y llegaste cayéndote, idiota.

– Has vomitado tres veces-trajina entre ollas, lavadores y toallas la señora Leonor-, has dejado oliendo todo el cuarto, hijito.

– Tú me vas a explicar qué significa esto, Panta-se acerca a la cama, echa chispas por los ojos Pochita.

– Ya te lo he dicho, amor, es cosa del trabajo-se queja entre almohadas Pantita-. Sabes de sobra que no tomo, que no me gusta trasnochar. Hacer estas cosas es un suplicio para mí, chola.

– ¿Quiere decir que vas a seguir haciéndolas?-gesticula, hace pucheros Pochita-. ¿Acostarte al amanecer, emborracharte? Esto si que no, Panta, te juro que eso sí que no.

– Vamos, no se peleen-cuida el equilibrio del vaso, de la jarra, de la bandeja la señora Leonor-. Anda, hijito, ponte estos pañitos fríos y tómate este alka-seltzer. Rápido, con las burbujitas.

– Es mi trabajo, es la misión que me han dado-se desespera, se adelgaza, se pierde la voz de Pantita-. Si yo odio esto, tienes que creerme. No te puedo decir nada, no me hagas hablar, sería gravísimo para mi carrera. Ten confianza en mí, Pocha.

– Has estado con mujeres-estalla en sollozos Pochita-. Los hombres no se emborrachan hasta el amanecer sin mujeres. Estoy segura que estuviste, Panta.

– Pocha, Pochita, se me parte la cabeza, me duele la espalda-sujeta un paño sobre la frente, manotea bajo la cama, acerca una bacinica, escupe saliva y bilis Pantita-. No llores, me haces sentirme un criminal y no lo soy, te juro que no lo soy.

– Cierra los ojitos, abre la jetita-avanza una taza humeante, frunce la boca la señora Leonor-. Y ahora este cafecito calientito, hijito.

SVGPFA

Parte número uno

ASUNTO GENERAL: Servicio de Visitadoras para Guarniciones, Puestos de Frontera y Afines.

ASUNTO ESPECÍFICO: Acondicionamiento del puesto de mando y evaluación de lugar aparente para enganche.

CARACTERÍSTICAS: secreto.

FECHA Y LUGAR: Iquitos, 12 de agosto de 1956.

El suscrito, capitán EP (Intendencia) Pantaleón Pantoja, encargado de organizar y poner en funcionamiento un Servicio de Visitadoras para Guarniciones, Puestos de Frontera y Afines (SVGPFA) en toda la región amazónica, respetuosamente se presenta ante el general Felipe Collazos, jefe de Administración, Intendencia y Servicios Varios del Ejército, lo saluda y dice:

1. Que apenas llegado a Iquitos se apersonó a la Comandancia de la V Región (Amazonía) para presentar su saludo al general Roger Scavino, comandante en jefe, quien, luego de recibirlo con amabilidad y cordial simpatía, procedió a comunicarle algunas providencias tomadas para la más eficaz puesta en marcha de la misión que le ha sido confiada, a saber: que a fin de cautelar el buen nombre de la institución, conviene que el suscrito no se apersone nunca a la Comandancia ni a los cuarteles de esta ciudad, ni vista el uniforme, ni se domicilie en la Villa Militar, ni tenga relaciones con los oficiales de la plaza, es decir que actúe en todo momento como un civil, ya que las personas y ambientes que deberá frecuentar (la ralea, la sociedad prostibularia) no se condicen con las previsibles juntas de un capitán de la Fuerza Armada. Que acata estrictamente estas disposiciones, pese a lo triste que le resulta ocultar su condición de oficial de nuestro Ejército, de la que se siente orgulloso, y mantenerse apartado de sus compañeros de armas, a quienes considera sus hermanos, y pese a la delicada situación familiar que ello le crea, por cuanto también está obligado a guardar ante su señora madre y su propia esposa la más absoluta reserva sobre la misión, y por tanto a faltar a la verdad casi todo el tiempo en aras de la armonía familiar y buen éxito del trabajo. Que acepta estos sacrificios, consciente de lo impostergable de la operación que la superioridad le ha encargado y de los intereses de nuestros soldados que sirven a la Patria en las comarcas más remotas de la selva;

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