– Mita no sé cómo se arreglará porque Berto tiene un estómago muy delicado también.
– Si come tranquilo digiere cualquier cosa. Dice Mita que es todo nervioso, en realidad Berto no es de estómago delicado como Tito.
– Abuelo fue a llevarle el pollo al padre de Vicleta. ¿Me dejás ir con él, mami?
– Se fue con el delantal gris puesto. Si lo viera Mita que sale a la calle con ese delantal gris se pondría furiosa.
– Clara, el gusto de tu padre es andar con ese delantal.
– Mita no la defendería más a Violeta si supiera lo que dijo de ella.
– Mami, abuelito ya había cruzado la calle, así que no lo pude seguir.
– Pero Adela no podría haber estudiado con la vista tan mala. Acordate del dolor de cabeza que le atacaba.
– Es interminable ese horario, y tiene que trabajar con la luz prendida.
– Quién sabe si Mita se viniera a vivir a La Plata le volvería el entusiasmo por la carrera. El padre de Sofía la podría ayudar para entrar a la Facultad como ayudante de alguno.
– Qué ganas tengo de ver el nenito de Mita.
– No, porque lo que quiere Berto es que Mita no trabaje más, ni bien las cosas de él se le arreglen un poco.
– Estoy rendida del cansancio.
– Violeta se creía que trabajabas de 9 a 6, y se tuvo que ir a hacerle la cena al padre. Te dejó saludos.
– ¿Me tenía que decir algo?
– A Clara le empezó a contar de un hombre de la oficina.
– Yo tenía ganas de hablar con Violeta, pobre. El padre se hace la cena solo, quién sabe adonde se fue Violeta.
– Dijo que tenía que ir a hacerle la cena al padre, se fue antes de las siete.
– Mamá, estoy rendida del cansancio ¿qué hiciste esta tarde?
– Yo quería haber limpiado la alfombra de la escalera pero como vino Clara nos sentamos a coser un poco.
– ¿La convenciste de que le hiciera el cubrecama a Mita?
– Le va a mandar todos los dibujos. Qué ganas tengo de ver al nenito de Mita.
– Queda muy lindo el mosaico del piso encerado, mientras te esperaba en el zaguán que me abrieras la puerta veía al trasluz que brillaba todo desde el zaguán hasta el fondo del jol.
– Clara tenía razón, pero no la voy a dejar que me lo encere otra vez cuando se vaya el brillo, bastante tiene ella con su casa y los nenes y el marido. Como a él le gustan las croquetas y no puede comer frito, Clara tiene la paciencia de hervirle la carne, la pica y la condimenta con romero y queso y le da un golpe de horno, hasta que las croquetas quedan doradas y parecen croquetas fritas de verdad: le engaña la vista y no le hace mal al estómago.
– Si para el otro sábado hay que encerar, yo te puedo encerar todo a la tarde.
– Violeta no sabía que tenías un horario tan largo.
– Hubo muchísimo trabajo hoy.
– Violeta se quejaba de que tiene la máquina de escribir sobre una mesa alta, y la cansa.
– En la oficina de ella no hay la mitad de trabajo que en la mía.
– Tenía los ojos pintados como una gitana. Se habrá ido a encontrar con el hombre ese.
– Pero si es casado él debe estar cenando en la casa a esta hora.
– Se debe haber encontrado con algún otro.
– ¿Qué querés que haga? Si vuelve a la casa lo único que encuentra es al padre.
– Yo a veces pienso si las madres levantaran la cabeza de la tumba.
– Primero hay que barrer, después pasar el trapo así el piso queda bien limpio para recibir la cera. Después vas mojando de cera el trapo, sin empaparlo, y desparramando una capa de cera bien pareja por todo el mosaico. Después se deja secar un poco y ya viene la parte más cansadora, que es sacarle brillo caminando sobre los trapos.
– No hubiese sido así si la madre viviera.
– En verano desde el zaguán no solamente se va a ver el mosaico lustrado del zaguán y el jol, porque estando abiertas las puertas que dan del jol al patio cubierto se va a ver todo el mosaico hasta el fondo del patio cubierto.
– Mita dice que no le da gusto de arreglar la casa que tiene alquilada porque es tan vieja.
– Lo peor es que en Vallejos las plantas cueste tanto hacerlas crecer.
– Es lindo tener esta casa grande pero también es mucho el trabajo que cuesta tenerla limpia.
– Pobre Mita no la pudo aprovechar nunca.
– Fuera del gallinero no quiero que vayas con ese delantal.
– Papá, pone la mesa que estoy muy cansada. Me duele la espalda.
– ¿Cuánto hace que no escriben de Italia?
– Vino carta de Mita ayer y nada más. Me gustaría mandarles una foto de la casa a los de Italia.
– ¿De qué era el paquete que se llevó Clara? -De pan duro para rallar.
– ¿No mandaste ninguna foto a Italia de la casa? Mándales que siempre están deseando tener noticias.
– Yo voy a escribirles aunque ellos no hayan escrito.
– Cuando terminen de cortar la alfalfa van a escribir.
– Mita dice que tiene terror que empiece la primavera en Coronel Vallejos porque es cuando más viento y tierra sopla.
– Adela, escríbele a tu hermana que está siempre deseando tener noticias, ustedes no saben lo que es estar lejos de la familia.
– ¿Qué le digo?
– No le digas que salí con el delantal gris. Decile que venga pronto que queremos ver al nene.
– Y muchos saludos a Berto.
– Decile que si vienen a vivir a La Plata pueden vivir con nosotros, que la casa es grande de sobra. Habría que encontrarle algún empleo bueno para Berto.
– No seas cabeza dura, papá. Él ya te dijo que no quiere emplearse.
– Decile que estuviste con Sofía Cabalús, decile una mentira.
– Siempre pienso llamarla por teléfono y después me olvido. La voy a llamar mañana desde la oficina.
– Decile que Sofía Cabalús te dijo que el padre le puede conseguir un empleo en la Facultad, como ayudante de algún otro profesor.
– ¿Violeta trajo algún chisme nuevo?
– Se le dio por hablar de Mita, que para qué hizo el sacrificio de estudiar farmacia, que no era lo que quería, si después se casó y ya no piensa ejercer nunca más.
– Le voy a escribir a Mita diciéndole que si está en La Plata, y mejor que mejor si está empleada en la Universidad, puede inscribirse en la Facultad de Letras como quería ella.
– Basta de estudiar, ¿hasta cuándo?
– Papá, no comas más que vas a reventar.
– No le des demasiado pan duro a Clara, que después no me queda para las gallinas.
– Ya rallé un frasco entero de pan rallado para inilanesas, así que todo lo que sobre esta semana lo podes dar a las gallinas.
– Te quejas de que no hay pan y sos vos el que come tanto pan en la mesa que no sé cómo te cabe en el estómago.
– ¿Dónde dan la película de Carlos Palau?
– Es estreno, en el Select.
– Cuando la den más barata la quiero ver.
– En la foto del diario está igual a Berto.
– Hoy Violeta no hizo más que criticar a Mita, porque Mita tenía la locura del cine.
– Me parece que Violeta le escribió a Mita y Mita no le contestó. Por eso estaba contra Mita.
– En la última carta Mita puso al final: «esta carta va también para Violeta».
– Violeta quería una carta especial para ella.
– ¿Qué dijo?
– Que Mita tenía la manía del cine y que siempre hace su capricho y se casó con Berto que es igual a un artista de cine.
– Si no comes te vas a enfermar.
– De tan cansada es que se me va el hambre. Hoy se me cayeron los anteojos al suelo, casi me muero del susto.
– ¿Adónde?
– Por la calle. Si se me rompían otra vez yo creo que me moría.
– ¿Cuánto te toca oculista otra vez?
– Me da lástima ir a gastarme la vista al cine, si no iría a verlo a Carlos Palau.
– De perfil sobre todo se parece a Berto.
– Si Mita se consiguiera un empleo en la Facultad podríamos encontranos a la salida de mi oficina. Cuando veo las ventanas de la Biblioteca al pasar no hay vez que no me acuerde de Mita.
– Pensar que después de todas las horas estudiando sus materias todavía tenías ganas de meterse ahí con Sofía.
– A leer más todavía, Mita tiene una vista de hierro.
– A leer novelas.
– Siempre veo que están las mismas caras, hay poca luz en esa Biblioteca. Esas pobres lamparitas colgando del techo están negras de sucias, tienen una pantalla de vidrio como en forma de una pollerita de tul, de vidrio blanco, y están negras de hollín. Con un trapo empapado en aguarrás se podrían limpiar en un minuto, tanto la lamparita como la pantalla, y habría más luz en esa Biblioteca.