– D?game, se?ora -le pregunt? Aline-, ?por qu? los hombres son tan mujeriegos?
A diferencia de su hermano, la condesa era alta y sus modales, majestuosos. Antes de casarse con el caballero de Sautron, las malas lenguas del pueblo la defin?an como el ?nico hombre en su familia. Desde su elevada estatura, mir? azorada a su peque?a sobrina.
– Francamente, Aline, haces preguntas que no s?lo son desconcertantes sino tambi?n indecentes.
– Quiz? se deba a que la vida es desconcertante e indecente.
– ?La vida? Una se?orita nunca debe opinar sobre la vida.
– ?Por qu? no, si una tiene que vivir? A menos que vivir tambi?n sea una indecencia.
– Lo que es indecente es que una jovencita soltera quiera saber demasiado acerca de la vida. En cuanto a tu absurda pregunta sobre los hombres, debo recordarte que el hombre es la m?s noble creaci?n de Dios, y supongo que as? queda suficientemente contestada.
La se?ora de Sautron no estaba dispuesta a extenderse sobre el tema. Pero la se?orita de Kercadiou era muy testaruda.
– Entonces -dijo Aline-, ?quiere decirme por qu? los hombres buscan irresistiblemente lo imp?dico de nuestro sexo?
La condesa se detuvo alzando las manos al cielo y mir? a su sobrina muy enfadada.
– A veces, y m?s de la cuenta, mi querida Aline, quieres saber demasiado. Le escribir? a Quint?n para que te case enseguida, y eso ser? lo mejor para todos.
– El t?o Quint?n me ha dado permiso para que yo decida sobre eso -le record? Aline.
– ?se es el ?ltimo y m?s torpe de sus errores -afirm? la se?ora convencida-. ?D?nde se ha visto que una jovencita decida cu?ndo ser? su matrimonio? Es hasta… indelicado exponerla a pensar en semejantes cosas. Pero Quintin es un pat?n. Su conducta es inadmisible. ?Que el se?or de La Tour d'Azyr tenga que esperar a que t? decidas! -y de nuevo se enoj?-. ?Eso es una ordinariez… es casi una obscenidad! ?Dios m?o! Cuando yo me cas? con tu t?o, nuestros padres lo arreglaron todo. Le vi por primera vez cuando vino a firmar el contrato. Y de haber sido de otro modo, me hubiera muerto de verg?enza. ?sa es la ?nica manera de resolver estos asuntos.
– No dudo que tenga raz?n, se?ora. Pero ya que en mi caso no es as?, tratar? el asunto de otra forma. El se?or de La Tour d'Azyr quiere casarse conmigo. Le he permitido que me corteje, y me gustar?a que alguien le informara que no quiero que lo siga haciendo.
La condesa se qued? petrificada. Su largo rostro se puso blanco como el papel y respiraba con dificultad.
– Pero… pero ?qu? dices, Aline? -tartamude?.
Serenamente, Aline reiter? su firme deseo.
– ?Pero eso es horrible! No puedes jugar as? con los sentimientos de un caballero de la calidad del marqu?s. ?Por qu? hace menos de una semana me permitiste que le dijera que acceder?as a ser su esposa?
– Lo hice en un momento de… precipitaci?n. Pero despu?s la conducta del marqu?s me ha convencido de mi error.
– ?Pero, Dios m?o! -exclam? la condesa-. ?Est?s ciega para no ver el gran honor que te hace? El marqu?s har? de ti la primera dama de Breta?a, ?y eres tan tonta, mucho m?s incluso que Quintin, que desprecias esa enorme suerte? D?jame advertirte -dijo alzando un dedo admonitorio- que si contin?as port?ndote tan est?pidamente, el se?or de La Tour d'Azyr romper? definitivamente contigo y se alejar? indignado, y con raz?n.
– Es justamente lo que m?s deseo, querida t?a, y espero que me ayud?is a conseguirlo.
– ?Oh, est?s loca, sobrina!
– Es posible que en este momento lo ?nico sensato sea dejarme guiar por mi instinto. Mi resentimiento est? justificado porque el hombre que aspira a ser mi esposo corteja al mismo tiempo a una vulgar actriz del Teatro Feydau. -?Aline!
– ?Acaso no es verdad? ?O es que encontr?is justificable la conducta del marqu?s?
– Aline, eres muy ambigua. A veces me asombra el atrevimiento de tus palabras, y otras, lo que me deja pasmada es tu excesiva gazmo?er?a. Te han educado como a una peque?a burguesa. La culpa la tiene Quintin, que en el fondo siempre ha tenido alma de tendero.
– No le preguntaba su opini?n sobre mi conducta, sino sobre la del se?or de La Tour d'Azyr.
– Pero es una indelicadeza fijarse en esas cosas. Deber?as ignorarlas por completo, y no concibo qui?n tiene la crueldad de ense??rtelas. Pero ya que est?s informada, al menos deber?as tener la discreci?n de cerrar los ojos ante asuntos que est?n fuera del… del ambiente apropiado para una se?orita educada como Dios manda.
– ?Estar?n tambi?n fuera de mi ?mbito cuando est? casada? -Si eres juiciosa, s?. No tendr?as por qu? enterarte. Son cosas que… que marchitan tu inocencia. Dios no quiera que el se?or de La Tour d'Azyr sepa que lo sabes. Si te hubieran educado correctamente en un convento, nada de esto suceder?a. -Pero sigue sin contestar a mi pregunta -exclam? desesperada Aline-. No es mi castidad la que est? en tela de juicio, sino la del se?or de La Tour d'Azyr.
– ?Castidad! -los labios de la se?ora de Sautron temblaron de horror, un horror que se extendi? a todo su rostro-. ?D?nde aprendiste tan espantosa e indebida palabra?
Entonces la se?ora de Sautron control? sus emociones, pues se dio cuenta de que lo mejor era actuar con calma y prudencia.
– Puesto que sabes tanto, querida ni?a, sobre lo que deber?as ignorar, te dir? que no hay nada malo en que un caballero tenga esas peque?as distracciones.
– Pero ?por qu?, se?ora? ?Por qu? tiene que ser as??
– ?Oh, Dios m?o! Me haces preguntas que son un misterio de la Naturaleza. Es as? porque es as?. Porque los hombres son as?.
– Porque son unos mujeriegos, querr? decir, o sea, lo que yo dec?a al principio.
– Eres est?pidamente incorregible, Aline…
– Usted piensa eso porque no vemos las cosas de la misma manera. Sin embargo, tengo derecho a exigir que mientras el marqu?s me haga la corte, no se la haga al mismo tiempo a una gris actriz. Siento que me est? comparando con esa incalificable criatura y, por tanto, me insulta. El marqu?s es un zoquete, cuyos cumplidos son tan imb?ciles como poco originales. Adem?s, todo lo que salga de sus labios me contamina, porque est?n manchados por los besos de esa pelandusca.
Tan escandalizada estaba la se?ora que por un momento enmudeci?, y luego exclam?:
– ?Dios m?o! ?Nunca hubiera cre?do que ten?as una imaginaci?n tan poco delicada!
– No puedo soportarlo, se?ora. Cada vez que sus labios tocan mis dedos, pienso en el ?ltimo objeto que han tocado y corro a lavarme las manos. La pr?xima vez, a no ser que sea tan buena que le transmita antes mi mensaje, pedir? un aguamanil y me las lavar? en su presencia.
– Pero ?c?mo voy a dec?rselo? ?C?mo?… ?Con qu? palabras? -la dama estaba realmente demudada.
– Con franqueza. Es lo m?s sencillo. D?gale que si su vida ha sido impura en el pasado, y si ha de ser impura en el porvenir, por lo menos debe prepararse con pureza para casarse con una muchacha pura, virgen e inmaculada.
La condesa retrocedi? espantada, llev?ndose las manos a la cabeza y haciendo una mueca de horror:
– ?C?mo puedes? -jade?-. ?C?mo puedes decir cosas tan terribles? ?D?nde las aprendiste?
– En la Iglesia.
– ?Ah! Pero en la Iglesia se dicen muchas cosas con… con las que no se debe so?ar en este mundo. Mi querida ni?a, ?c?mo quieres que le diga al marqu?s todo eso?
– Entonces se lo dir? yo.
– ?Aline!
– Tengo que salvarme de su insulto. Estoy profundamente disgustada con el marqu?s, y por muy distinguido que sea convertirme en marquesa de La Tour d'Azyr, prefiero casarme con un zapatero que sea decente.
Era tal su vehemencia y tan firme su determinaci?n que la se?ora de Sautron decidi? una vez m?s recurrir a la persuasi?n. Aline era su sobrina, y un matrimonio as? era un honor para toda la familia. Ten?a que evitar que se frustrara a cualquier precio.
– Esc?chame, querida -le dijo-, razonemos un poco. El se?or marqu?s est? de viaje y no volver? hasta ma?ana.
– Es cierto. Y yo s? adonde ha ido o, por lo menos, con qui?n ha ido. ?Dios m?o! Y esa ramera tiene un padre, y hasta un novio que se va a casar con ella, y ninguno de los dos hace nada. Supongo que comparten su opini?n, querida t?a, ya que un gran caballero debe tener sus distracciones -dijo mordazmente, y a?adi?-: Perd?n, ?pero qu? estaba diciendo, se?ora?
– Que pasado ma?ana regresar?s a Gavrillac. El marqu?s te seguir? en cuanto pueda.
– Es decir, cuando se haya consumido su lujuria.
– Ll?malo como quieras -la condesa estaba angustiada con la irreverencia verbal de su sobrina-. En Gavrillac no estar? la se?orita Binet. Ser? cosa del pasado. Es muy desagradable que la haya conocido en este momento. Pero no me negar?s que es muy atractiva. Raz?n de m?s para disculpar a tu prometido. -El se?or marqu?s pidi? formalmente mi mano hace una semana. En parte para satisfacer los deseos de la familia y, en parte… -se interrumpi? titubeando un momento, para proseguir con tono quejumbroso-… en parte porque no ten?a gran inter?s en casarme, di mi consentimiento. Por las razones que le he explicado, ahora deseo retirar definitivamente ese consentimiento.
La se?ora estaba fuera de s?.
– Aline, jam?s te lo perdonar?a. Tu t?o Quintin se quedar?a desolado. No sabes lo que dices, ni la cosa tan maravillosa que rechazas. ?Acaso no te importa tu posici?n ni el comportamiento debido a una dama de tu clase?
– Si no fuera consciente de eso, se?ora, hace mucho que hubiera terminado con todo esto. Si he tolerado seguir con el marqu?s, es porque comprendo la importancia que ese matrimonio tiene a vuestros ojos. Pero yo exijo algo m?s del matrimonio, y el t?o Quintin ha dejado la decisi?n en mis manos.
– ?Que Dios le perdone! -dijo la condesa-. D?jame guiarte. ?Oh, s?! D?jame guiarte -su tono era de s?plica-. Le pedir? consejo al t?o Charles. Pero no hagas nada definitivo hasta que este infortunado asunto haya terminado. Charles sabr? c?mo arreglarlo todo. El marqu?s har? penitencia, ya que tu tiran?a as? lo exige, pero no se pondr? cilicio ni ceniza en la cabeza. No le pedir?s m?s, ?verdad?
Aline se encogi? de hombros, y dijo indiferente:
– No pido nada.
As? las cosas, la condesa consult? el caso con su esposo, un caballero de mediana edad, aristocr?tico porte y con mucha mano izquierda. La dama adopt? con ?l el mismo tono que Aline hab?a empleado con ella y que ella hab?a calificado de desconcertante e indecente. Incluso hizo suyas algunas frases de su sobrina.
De resultas, el lunes por la tarde, cuando al fin el carruaje del marqu?s de La Tour d'Azyr se detuvo ante el castillo, fue recibido por el se?or de Sautron, quien le dijo que quer?a hablar con ?l un momento antes de que se cambiara de ropa.