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Así que salió con un «sí, ser, entiendo». Y dio vueltas en la cama toda la noche hasta que recuperó el equilibrio, se calmó y decidió: De acuerdo, así es Yanni. Todavía constituye mi mejor oportunidad. Puedo convencerlo por cansancio. ¿Qué me puede hacer? ¿Qué me pueden hacer las palabras?

Mucho, claro, si procedían de un maestro de la psiquiatría, pero como vivía en Reseune y como aspiraba a llegar tan alto como Yanni, tenía que arriesgar el todo por el todo, armarse de valor y seguir adelante.

—No te lo tomes así —le dijo Grant acerca del fracaso. Grant, que se ponía completamente frío y duro cuando estaba a menos de tres metros de Yanni Schwartz, porque Yanni lo volvía loco de miedo.

—No —replicó Justin—. No. Es el único que puede enseñarme algo, excepto Jane Strassen, Giraud y Denys. Y no pienso acercarme a los Nye. Ni trabajar al lado de la Strassen.

—No —admitió Grant con fervor—. Creo que no sería indicado.

Considerando lo que había alrededor de la oficina de Strassen, no.

Justin no empezó la guerra con Yanni conscientemente. Pero le dolía por dentro, se sentía inseguro, trataba de conseguir el máximo en su trabajo y Yanni quería que diseñara con señaladores para que un cirujano pudiera extraer la información de nuevo, porque, como había dicho Yanni en un día más tranquilo, cuando él lo presionó por segunda vez para que fuera claro sobre el problema del MR-1959:

—No eres tan bueno, mierda, y una cinta de habilidad no es una cinta maestra. Deja de tratar de vestir a la mona de seda. No te acerques a las cintas profundas. ¿No ves a donde conduce esa unión? No, no tienes la sensatez suficiente y yo no dispongo de tiempo para esa locura. Me estás haciendo perder el tiempo y estás perdiendo el tuyo. Tal vez puedas ser un excelente diseñador si controlas tus propios problemas y dejas de dar vueltas a ideas que se saben inútiles desde hace ochenta años. No has inventado la rueda, hijo, lo único que has hecho es llegar al mismo callejón sin salida de siempre.

—Ari no opinaba lo mismo —espetó él finalmente, y decir eso era como arrancarse las entrañas. Le salió a media voz y con demasiada emoción.

—¿Qué decía Ari?

—Criticó el diseño y dijo que había ramificaciones sociológicas que yo no había tenido en...

—Correcto.

—Dijo que lo pensaría. Ari... iba a pensarlo. No dijo que pudiera contestarme enseguida. No me aconsejó que yo lo reflexionara. Así que no creo que puedas despedirme sin más. Puedo mostrarte lo que estaba haciendo en ese momento, si quieres.

—Hijo, será mejor que te des cuenta de las cosas. Ari quería una sola cosa de ti, y tú sabes muy bien qué era. No te vayas por una tangente mental y te golpees seis, ocho años después porque estás seguro de que eras mejor a los diecisiete que ahora. Eso es una estupidez. Acéptalo. Te metiste en líos en varios sentidos, es natural queintentes empezar donde lo dejaste, pero te harás un favor si reanudas el trabajo donde estás ahora, hijo, y te das cuenta de que no fueron tus ideas las que hicieron que Ari te invitara a su oficina y pasara todo ese tiempo contigo. ¿Entiendes?

Durante un momento, Justin sintió que se ahogaba. Estaban en privado, en la oficina de Yanni. Nadie podía oírlos. Pero nadie, nadie durante todos aquellos años le había presentado las cosas con tanta franqueza como Yanni, ni siquiera Denys, ni siquiera Petros, y tuvo un destello rápido que descargó adrenalina en su cuerpo. Reaccionó, sabía que estaba reaccionando: quería estar en cualquier otro lugar menos allí, con un hombre al que no se atrevía atocar, Dios, lo tendrían sobre la mesa en menos de una hora si lo hacía y...

—Maldita sea, Yanni, ¿qué estás tratando de hacerme?

—Estoy tratando de ayudarte.

—¿Y esto es lo mejor que puedes hacer por mí? ¿Así es como tratas a tus pacientes? Dios los ayude.

Estaba a punto de derrumbarse. Tensó la mandíbula y se quedó quieto. Sabes que estuve en terapia, maldito bastardo. Déjame en paz.

Y Yanni tardó un tiempo en contestarle, esta vez mucho más tranquilo.

—Estoy tratando de decirte la verdad, hijo. Nadie lo hace. No lo acorrales, dice Petros. ¿Qué quieres? ¿Que Petros te ponga una tirita sobre la herida? No puede ponerte la mano encima. Denys no se lo permite. Pero lo necesitas, mierda, necesitas a alguien que corte bien abajo y atrape lo que te está carcomiendo y te lo muestre a la luz del día. Y no me importa lo mucho que te moleste, no soy tu enemigo. Todos tienen miedo por lo que parecerá si te conducen a una operación psíquica mayor. No desean esa situación porque temen que haya filtraciones y que Jordan estalle. Pero yo me preocupo por ti, hijo, me preocupas tanto que te desgarraría las entrañas y te las serviría en una bandeja, esperando que no se cumpliera el viejo dicho y que pudieras armarte de nuevo. Ari está en las noticias ahora; eso no es bueno y hay demasiada atención de los medios alrededor del tema de nuestra seguridad. No podemos arrestarte y administrarte el tratamiento que necesitas. Óyeme. No, óyeme. Todos los demás se salvan como pueden. Y tú estás sangrando mientras Petros hace remiendos a una situación que todos vemos: Denys trató de hablarte. No quieres cooperar. Gracias a Dios, al menos tratas de despertarte y trabajar. Si pudiera hacer lo que considero correcto, hijo, te habría inyectado bien antes de tener esta conversación contigo y tal vez entonces lo entenderías. Pero quiero que pienses bien en lo que haces. Estás tratando de volver al punto de inicio. Estás perdiendo el tiempo. Quiero que aceptes lo que pasó, que olvides el pasado y me des el tipo de trabajo de que eres capaz .Trabajo rápido. Eres lento. Eres muy lento. Te vas en controles y controles de los controles como si te atenazara el miedo al fracaso. No necesitas todo eso. No eres el último control, no tienes que trabajar como si lo fueras, porque te aseguro que no voy a dejarte ser el último por ahora. Así que tranquilízate, presenta el trabajo, y haz lo que puedas en tu propio nivel. —Hizo un gesto para hojear con rapidez el informe—. No esto. Justin se sentó en silencio un rato. Sangrando, como decía Yanni. Y porque era obstinado, porque había sólo una cosa que quería añadir, dijo:

—Pruébame que estoy equivocado. Hazme una crítica. Pásalo por Sociología. Muéstrame lo que hará la segunda o la tercera generación. Muéstrame cómo se integra. O por qué no lo hace.

—¿Te das cuenta de lo que pasa a tu alrededor? ¿Has visto el horario que debemos cumplir? ¿De dónde quieres que saque el tiempo para hacer lo que me pides? ¿Cómo puedo justificar en el presupuesto que Sociología estudie un problema que ya se solucionó hace ochenta años?

—Estoy diciendo que yo lo he solucionado aquí. Te estoy diciendo que lo tengo aquí. Haz tú la crítica de mis diseños, entonces. Si quieres decirme que estoy loco, bueno, pero muéstrame dónde me equivoco.

—Mierda, no voy a ayudarte a fomentar el daño que te atenaza.

Soy el hijo de Jordan. Y era bueno...

—¡Eras, eras, eras! ¡Mierda! ¡Deja de mirar el pasado! ¡Lo que pasó hace seis años no vale de nada ahora, hijo!

—Pruébamelo..., pruébamelo, Yanni, o admite que no puedes.

—¡Ve a ver a Peterson!

—Peterson no puede probarme nada. Soy mejor que él. Empecé así.

—¡Niñato orgulloso! No eres mejor que Peterson. Peterson se gana lo que cobra. Si no fueras el hijo cíe Jordan, estarías viviendo en un apartamento de una sola habitación con un sueldo que correspondería realmente al trabajo que haces, y con eso no pagarías tus gustos extravagantes, hijo. Grant y tu juntos no trabajáis lo suficiente para merecer el apartamento en que vivís.

—¿Y cuánto vale el trabajo de mi padre? ¿Cuánto consigue él con ese trabajo? Envíale mis diseños. Él encontrará el tiempo.

Yanni respiró hondo.

Luego dejó escapar el aire.

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