Después la voz de Catlin.
—¡No la toques! ¡Cuidado!
—Estoy bien —murmuró ella, y percibió el olor de la sangre y el polvo, pero le resultaba difícil hablar porque no tenía aliento y le dolía el estómago. Movió la pierna y trató de levantarse apoyándose en un brazo y entonces le dolió en serio.
—¡Cuidado, cuidado, sera, no se mueva! —Tenía la rodilla de Florian en la cara y eso estaba bien, porque el dolor le quitó el aliento y cayó sobre la pierna de Florian en lugar de sobre su propia cara en el polvo—. ¡Catlin, ve a buscar ayuda! ¡A Andy! ¡Rápido!
—Creo que necesito una montura —musitó ella, pensando en eso, tratando de no llorar ni vomitar, porque le dolían todos los huesos, más que nunca en su vida, y el hombro y el estómago eran lo peor. Todavía sentía el polvo en la boca. Pensó que debía de tener el labio cortado.
—Ayúdame a levantarme —le pidió a Florian, porque aquella postura le hacía doler la espalda.
—No, sera, por favor, no se mueva, tiene un brazo roto.
Ella trató de levantarse sola, de mirar el brazo roto para ver qué aspecto tenía. Pero le dolía cada vez más y pensó que vomitaría si lo intentaba.
—¿Qué hizo el caballo? —le preguntó a Florian. No entendía eso.
—Levantó las piernas y entonces usted se cayó. No creo que quisiera hacerle daño, en serio, no es malo.
Había gente que corría. Ella los oyó, trató de moverse y verlos, pero Florian se lo impidió hasta que estuvieron todos alrededor, voces de azi, inexpresivas pero preocupadas, diciéndole que venían los doctores y que no se moviera.
Ella quería levantarse. Era feo estar así tirada en el polvo mientras todos la miraban y ella no podía verlos.
Pensó que Giraud le gritaría, sí; esa parte funcionaría bien.
Pero ojalá los médicos se dieran prisa.
X
Grant estaba sentado con la espalda apoyada en la pared acolchada y sintió un calambre en las piernas dobladas que sostenían el peso de Justin, un calambre que le estaba doliendo de veras, pero no pensaba moverse, no iba a mover ni siquiera las manos, una sobre los hombros de Justin y la otra sobre su frente, porque esas manos lo mantenían seguro, estable. No había movimientos en la celda, ningún sonido mientras el efecto de la droga desaparecía lentamente.
Seguridad no los abandonaría. Había dos guardias al otro lado de la pared de vidrio a prueba de sonidos en la celda de recuperación. Las reglas, decían, no permitían que nadie excepto un médico estuviera con un detenido en recuperación. Pero Giraud no había cumplido casi ninguna de las reglas hasta el momento. Hacía lo que quería; y para él era fácil obtener permiso.
Justin estaba despierto, pero todavía en un limbo de desintoxicación en que la más mínima sensación, el más leve sonido, se magnificaba y despertaba ecos. Grant mantenía el contacto físico con él, le hablaba de vez en cuando para ayudarlo.
—Justin. Soy Grant. Estoy aquí. ¿Cómo estás?
—Bien. —Los ojos de Justin, a medio abrir.
—¿Estás más despejado ahora? Un suspiro un poco más largo.
—Estoy bien. Todavía estoy muy abierto.
—Estoy contigo. No pasa nada. He estado aquí todo el rato.
—Bien —murmuró Justin y los ojos se le cerraron de nuevo, como sin control.
Grant no quería ir más allá. Giraud había limitado el psicotest a la visita con Jordan y la posibilidad de que Justin estuviera involucrado en la desaparición de Ari. Asegurar a Justin que no habría más preguntas era peligroso. Tal vez sí habría. Pedirle que le hablara cuando tal vez los estaban grabando era aún más peligroso, con el trank que le habían administrado. Giraud le había preguntado:
—¿Qué sientes sobre Ari?
Y Justin, con todos los umbrales reducidos al mínimo, había dicho:
—Me da lástima.
Hubo un movimiento en la casilla de vidrio. Grant levantó la mirada y vio a Denys Nye en la habitación con los guardias, lo vio intercambiar miradas, vio que los guardias se acercaban y abrían la puerta de la celda de recuperación para dejar pasar a Denys.
Grant lo miró con furia, cerró los brazos alrededor de Justin y le murmuró al oído:
—Justin, ser Denys está aquí; no tengas miedo, estoy contigo, no me voy.
Justin se dio cuenta. Abrió los ojos.
Denys caminaba sin hacer ruido para ser un hombre tan corpulento. Llegó cerca, se detuvo, se inclinó y dijo con mucha suavidad:
—Han encontrado a Ari. Está bien. El pecho de Justin se movió como si no tuviera suficiente aire.
—¿Es verdad? —preguntó—. Grant, ¿dice la verdad?
Grant miró a Denys con rabia, una cara preocupada, redonda, y dejó que sus palabras revelaran parte de su ira.
—Tal vez dicen la verdad. —Apretó los brazos de nuevo para que Justin sintiera su presencia.
—Es verdad —dijo Denys, se inclinó y mantuvo la voz muy tranquila—. Justin, lo siento. Lo siento mucho. En serio. Te compensaremos por esto.
El corazón de Justin le latía en la mano.
—Tranquilo —dijo Grant, con el corazón agitado también mientras calculaba el significado de las palabras de Denys. Porque nunca se había sentido tan furioso en toda su vida—. ¿Cómo va a hacer eso, ser? —le dijo a Denys, suave, suavemente—. La niña está a salvo. ¿Y el resto de los recursos de Reseune? Ustedes son estúpidos, ser. Arriesgan una mente cuyos límites ignoran, lo persiguen constantemente y lo tratan como si fuera el culpable de todos los males de Reseune, cuando nunca, nunca en toda su vida ha hecho daño a ningún ser humano, cuando Yanni Schwartz podría decirle a usted que tuvo que sacarlo del trabajo de tiempo real porque no toleraba ver sufrir a la gente. ¿Dónde está la vasta experiencia psicológica de Reseune si no se dan cuenta de que Justin no es capaz de hacer daño a nadie, ni siquiera a la gente que convierte su vida en un infierno?
—Grant —murmuró Justin—. Grant... Denys frunció el ceño.
—No —dijo en voz baja—. Lo sé, lo sé, lo que dice Grant es poco y sobre todo demasiado tarde, pero tiene razón. Ahora te vas a casa, te vas a casa. Por favor. Créeme. Hemos encontrado a Ari. Está en el hospital, sufrió una caída, pero todo está bien. Se escapó sola, se disfrazó, era una travesura, nada que tuviera que ver contigo, ya lo sabemos. No voy a quedarme aquí, sé que no tengo derecho a estar aquí, pero me sentí en la obligación de decirte que Ari está bien. Supuse que te gustaría saberlo porque no quieres hacerle daño, y Dios sabe que mereces un poco de cortesía después de esto. Y lo digo en serio. De alguna manera, haré algo para compensarte por todo esto, te lo prometo; dejo que se hagan demasiadas cosas por seguridad, pero esto no va a seguir así. Te lo prometo. —Puso una mano en el hombro de Grant—. Grant, viene un grupo de médicos. Lo llevarán por la ruta del túnel, hasta vuestra residencia y a casa, si quiere. O puede quedarse a descansar aquí hasta que se recupere. Lo que prefiera.
—A casa —dijo Grant—. ¿De acuerdo, Justin? ¿Quieres ir a casa ahora? Justin asintió con debilidad.
—Quiero ir a casa.
Cuidadosamente pronunciado. Más control que un momento antes. El brazo de Justin se retorció y se levantó y se quedó así, sobre el estómago, en esa forma cuidadosa en que se hacen las cosas en el retorno del control consciente.
—Te lo prometo —dijo Denys con cuidado—. No habrá más de esto.
Después se fue; la rabia se traslucía en la actitud de su cuerpo.
Grant estrechó a Justin y apoyó la cabeza contra la suya, sacando la tensión de sus propios músculos, porque Justin podía captar eso. Mente de azi. Tranquilo y firme.
—¿Ha estado Denys aquí? —preguntó Justin.
—Acaba de irse —dijo Grant—. Un rato más y nos iremos a casa. En serio. Han encontrado a Ari, no fue culpa tuya, lo saben. Puedes descansar ahora. Despiértate a tu ritmo. No voy a dejarte, ni por un momento.
Justin suspiró. Y se quedó quieto y callado.