8 de enero. El diagnóstico ha sido confirmado ya avanzada la noche. Como verdadero hombre de ciencia, Filip Filipovich reconoció su error: el reemplazo de la hipófisis no provoca el rejuvenecimiento sino una hominización completa ( subrayado tres veces). Su sorprendente, asombroso descubrimiento no queda por ello disminuido.
Por primera vez caminó en el departamento. En el corredor, se rió al mirar la ampolla eléctrica. Luego, acompañado por Filip Filipovich y por mí, estuvo en el consultorio. Ya se mantiene firme sobre sus patas ( tachado) sobre sus piernas y parece un hombrecillo deforme.
En el consultorio se rió mucho. Su sonrisa es desagradable, como artificial. Se rascó la nuca, echó una mirada alrededor de él y capté una palabra nueva, pronunciada con claridad: "Burgués". Blasfemó. Blasfema metódicamente, sin detenerse y, manifiestamente, sin razón alguna. Sus groserías tienen un poco el carácter de grabaciones fonográficas: parecería que esta criatura hubiese escuchado alguna vez obscenidades, las habría almacenado inconscientemente en su cerebro y ahora las larga en serie. Pero después de todo, no soy psiquiatra. Esas obscenidades producen una impresión muy penosa a Filip Filipovich. Por momentos olvida su papel de observador frío y metódico de los nuevos fenómenos y parece perder la paciencia. Así, en un momento en que el otro profería groserías, exclamó nerviosamente:
—¡Basta!
Pero sin resultado.
Después del paseo en el consultorio, tuvimos que unir nuestros esfuerzos para hacer regresar a Bola a la sala de curaciones.
A raíz de esto, Filip Filipovich y yo hemos intercambiado opiniones. Debo confesar que por primera vez veía a este hombre inteligente al máximo y tan seguro de sí mismo, dominado por el desconcierto. Tarareando como de costumbre, preguntó. "¿Y ahora, qué vamos a hacer"? y se contestó a sí mismo textualmente: El sastre, sí De Sevilla a Granada...El sastre, querido colega... Yo no entendía nada. Me explicó: "Hágame el favor, Iván Arnoldovich, de ir a comprarle ropa interior, un pantalón y una chaqueta."
9 de enero. Cada cinco minutos (como término medio) su vocabulario se enriquece con una palabra nueva y desde esta mañana forma frases. Se diría que esas frases, congeladas durante mucho tiempo en su conciencia, corren ahora que ha llegado el descongelamiento. Cada palabra nueva queda luego en uso. Desde anoche el grabador registró: "No empujen", "Patán" "Bájate del estribo", "Ya te voy a enseñar", "Reconocimiento de América", "Primus”.
10 de enero. Lo hemos vestido. Aceptó de buen grado la camiseta; hasta se reía alegremente. Rehusó el calzoncillo, protestando con breves gritos roncos "A la cola, hijos de perra, a la cola". Ahora está vestido. Los calcetines le quedan un poco grandes.
( El cuaderno presenta aquí algunos dibujos esquemáticos, que verosímilmente representan las etapas de la transformación de la pata en pie humano.)
La mitad posterior del esqueleto del pie se alarga. Los dedos se desarrollan. Uñas.
Enseñanza sistemática y reiterada del uso de los "toilettes". El servicio doméstico está consternado. Pero hay que reconocer con justicia la capacidad de asimilación de la criatura. Todo marcha muy bien.
11 de enero. Se reconcilió totalmente con los pantalones. Pronunció una larga frase alegre: "Dame un cigarrillo y abotonaré mi bragueta."
En la cabeza, el pelo es suave y sedoso. Casi parece cabello. Pero las manchas rojizas en la parte superior persisten. Apetito colosal. Adora los arenques.
Esta tarde a las 5 se produjo un acontecimiento: por primera vez la criatura pronunció palabras que no eran independientes de los fenómenos ambientes, sino que se relacionaban con ellos. Cuando el profesor le dijo: "No arrojes las sobras al suelo", contestó inesperadamente: "Lárgate, miserable."
Filip Filipovich quedó estupefacto, pero dominándose le dijo:
—Si te atreves una vez más a hablar así, ya sea a mí o al doctor Bormental, te pesará.
Fotografié a Bola en ese preciso instante. Estoy seguro que había comprendido las palabras del profesor. Por su rostro se extendió una sombra de fastidio. Lanzó una mirada de reojo, malhumorado, pero se calmó.
¡Hurra! ¡Comprende!
12 de enero. Se pone las manos en los bolsillos. Ya no dice groserías. Silbó una cancioncilla. Mantiene una conversación.
No puedo evitar asentar algunas hipótesis. Al diablo con los problemas del rejuvenecimiento, al menos por ahora. Hay algo inconmensurablemente más importante: el asombroso experimento del profesor Preobrajenski reveló uno de los enigmas del cerebro humano. Ahora se conoce la función de la hipófisis: es lo que determina la fisonomía humana. Se puede decir que sus hormonas desempeñan un papel preeminente en el organismo: son las hormonas de la fisonomía externa. Un nuevo campo de acción se abre a la ciencia: un homúnculo ha sido creado sin recurrir a las retortas de Fausto. El escalpelo del cirujano ha dado vida a una nueva entidad humana. Profesor Preobrajenski ¡es usted un creador! ( Manchón de tinta).
Pero me estoy extraviando... Decía pues que mantiene una conversación. De acuerdo con mis suposiciones, las cosas ocurrieron así: el injerto de la hipófisis puso en marcha el centro de la palabra en el cerebro del perro y los vocablos fluyeron como un torrente. Creo que estamos frente a un cerebro vivificado, un cerebro cuyas posibilidades han sido liberadas y no a una creación íntegramente nueva. ¡Oh, admirable confirmación de la teoría de la evolución! ¡Oh, cadena sublime desde el perro hasta el químico Mendeleiev! Formulo también otra hipótesis: En el curso del período canino de su vida, Bola acumuló una cantidad de nociones. Todas las palabras con las cuales comenzó a expresarse son palabras de la calle, que había oído y grabado en su cerebro. Ahora, cuando camino por la calle, miro a sus ex congéneres que cruzo con secreto terror. Sólo Dios sabe lo que pueden contener sus cerebros.
Bola leía. Leía ( tres signos de admiración). Me lo hizo comprender el GIavybra: leía, pero comenzando por el final de las palabras. Y también sé donde se encuentra la razón de este extraño hecho: en el cruce de los nervios ópticos en el perro.
En Moscú ocurren cosas que rebalsan la capacidad del entendimiento. Siete comerciantes de la Sukharevka ya fueron detenidos por haber difundido el rumor de que la llegada de los bolcheviques anunciaba el fin del mundo. Daría Petrovna me lo dijo, y hasta me pronosticó la fecha exacta: el 28 de noviembre de 1929, día de San Esteban, mártir, la Tierra, chocará con el Eje celeste... Hasta hay pillos que organizan conferencias. Con esta hipófísis nos hemos metido en un buen lío; sólo tenemos un deseo: salir corriendo del departamento. A ruego de Filip Filipovich me instalé aquí y paso las noches en la sala de espera, con Bola. La sala de curaciones fue transformada en sala de espera. Schwonder tenía razón. El Comité del edificio continúa molestando. Ya no queda un solo vidrio de los armarios sano debido a los saltos de Bola. Nos hemos dado por vencidos.
Filip Filipovich observa una conducta extraña. Cuando le comuniqué mi hipótesis y mi esperanza de que Bola llegue a alcanzar un elevado desarrollo psíquico, se burló de mí y me contestó: "¿Lo cree?" con tono siniestro. ¿Me habré equivocado? ¿Tendría el viejo algo en mente? Mientras me ocupo de la historia clínica, él estudia los antecedentes del hombre cuya hipófisis hemos extraído.
( Hoja intercalada en el cuaderno)