Ella siempre había dicho que sólo le pedía a la vida un marido que la quisiera, la mimara, la cuidara. Al que ella quisiera también, mimara y cuidara. No se daba cuenta de que ya lo tuvo, y lo perdió.
Vivió el amor sin enterarse. Sin enterarse fue dejando que pasara sobre ella. Sin enterarse dejó caer la lluvia que la empapó y sin enterarse dejó que se secara lentamente. Sin advertir el proceso de secado. Primero mojada y luego húmeda. Y más tarde, irremediablemente seca.
Ella piensa que es cuestión de suerte. Que se toma un camino por azar y es difícil desviarse. Y ahora se arrepiente del camino que tomó, y del compañero de viaje.
Siempre se arrepiente Prudencia.