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A
A

que sabe a miel y aurora.

Me ofreces en tu cuerpo requemado,

el divino alimento

que da flores al cauce sosegado

y luceros al viento.

¿Cómo a mí te entregaste, luz morena?

¿Por qué me diste llenos

de amor tu sexo de azucena

y el rumor de tus senos?

¿No fue por mi figura entristecida?

(¡Oh mis torpes andares!)

¿Te dio lástima acaso de mi vida,

marchita de cantares?

¿Cómo no has preferido a mis lamentos

los muslos sudorosos de un San Cristóbal campesino, lentos

en el amor y hermosos?

Danaide del placer eres conmigo.

Femenino Silvano.

Huelen tus besos como huele el trigo

reseco del verano.

Entúrbiame los ojos con tu canto.

Deja tu cabellera

extendida y solemne como un manto

de sombra en la pradera.

Píntame con tu boca ensangrentada

un cielo del amor,

en un fondo de carne la morada

Estrella de dolor.

Mi pegaso andaluz está cautivo

de tus ojos abiertos,

volará desolado y pensativo

cuando los vea muertos.

Y aunque no me quisieras te querría

por tu mirar sombrío

como quiere la alondra al nuevo día,

sólo por el rocío.

Junta tu roja boca con la mía,

¡oh Estrella la gitana!

Déjame bajo el claro mediodía

consumir la manzana.

CANTOS NUEVOS

Agosto de 1920. ( Vega de Zujaira.)

Dice la tarde: “¡Tengo sed de sombra!”

Dice la luna: “Yo, sed de luceros.”

La fuente cristalina pide labios

y suspiros el viento.

Yo tengo sed de aromas y de risas,

sed de cantares nuevos

sin lunas y sin lirios,

y sin amores muertos.

Un cantar de mañana que estremezca

a los remansos quietos

del porvenir. Y llene de esperanza

sus ondas y sus cienos.

Un cantar luminoso y reposado

pleno de pensamiento,

virginal de tristezas y de angustias

y virginal de ensueños.

Cantar sin carne lírica que llene

de risas el silencio.

(Una bandada de palomas ciegas

lanzadas al misterio.)

Cantar que vaya al alma de las cosas

y al alma de los vientos

y que descanse al fin de la alegría

del corazón eterno.

ALBA

Abril de 1919. ( Granada.)

Mi corazón oprimido .

siente junto a la alborada

el dolor de sus amores

y el sueño de las distancias.

La luz de la aurora lleva

semilleros de nostalgias

y la tristeza sin ojos

de la médula del alma.

La gran tumba de la noche

su negro velo levanta

para ocultar con el día

la inmensa cumbre estrellada.

¡Qué haré yo sobre estos campos

cogiendo nidos y ramas,

rodeado de la aurora

y llena de noche el alma!

¡Qué haré si tienes tus ojos

muertos a las luces claras

y no ha de sentir mi carne

el calor de tus miradas!

¿Por qué te perdí por siempre

en aquella tarde clara?

Hoy mi pecho está reseco

como una estrella apagada.

EL PRESENTIMIENTO

Agosto de 1920. ( Vega de Zujaira.)

El presentimiento

es la sonda del alma

en el misterio.

Nariz del corazón,

palo de ciego

que explora en la tiniebla

del tiempo.

Ayer es lo marchito,

el sentimiento

y el campo funeral

del recuerdo.

Anteayer

es lo muerto.

Madriguera de ideas moribundas,

de pegasos sin freno.

Malezas de memorias

y desiertos

perdidos en la niebla

de los sueños.

Nada turba los siglos

pasados.

No podemos

arrancar un suspiro

de lo viejo.

El pasado se pone

su coraza de hierro

y tapa sus oídos

con algodón del viento.

Nunca podrá arrancársele

un secreto.

Sus músculos de siglos

y su cerebro

de marchitas ideas

en feto

no darán el licor que necesita

el corazón sediento.

Pero el niño futuro

nos dirá algún secreto

cuando juegue en su cama

de luceros.

Y es fácil engañarle;

por eso,

démosle con dulzura

nuestro seno.

Que el topo silencioso

del presentimiento

nos traerá sus sonajas

cuando se esté durmiendo.

CANCIÓN PARA LA LUNA

Agosto de 1920.

Blanca tortuga,

luna dormida,

¡qué lentamente

caminas!

Cerrando un párpado

de sombra, miras

cual arqueológica

pupila.

Que quizá sea...

(Satán es tuerto)

una reliquia.

Viva lección

para anarquistas.

Jehová acostumbra

sembrar su finca

con ojos muertos

y cabecitas

de sus contrarias

milicias.

Gobierna rígido

la Faz divina

con su turbante

de niebla fría,

poniendo dulces

astros sin vida

al rubio cuervo

del día.

Por eso, luna,

¡luna dormida!

vas protestando

seca de brisas,

del gran abuso

la tiranía

de ese Jehová

que os encamina

por una senda

¡siempre la misma!

Mientras Él goza

en compañía

de Doña Muerte,

que es su querida..

Blanca tortuga,

luna dormida,

casta Verónica

del sol que limpias

en el ocaso

su faz rojiza.

Ten esperanza,

muerta pupila,

que el Gran Lenin

de tu campiña

será la Osa

Mayor, la arisca

fiera del cielo

que irá tranquila

a dar su abrazo

de despedida,

al viejo enorme

de los seis días.

Y entonces, luna

blanca, vendría

el puro reino

de la ceniza.

(Ya habréis notado

que soy nihilista.)

ELEGÍA DEL SILENCIO

Julio de 1320.

Silencio, ¿dónde llevas

tu cristal empañado

de risas, de palabras

y sollozos del árbol?

¿Cómo limpias, silencio,

el rocío del canto

y las manchas sonoras

que los mares lejanos

dejan sobre la albura

serena de tu manto?

¿Quién cierra tus heridas

cuando sobre los campos

alguna vieja noria

clava su lento dardo

en tu cristal inmenso?

¿Dónde vas si al ocaso

te hieren las campanas

y quiebran tu remanso

las bandadas de coplas

y el gran rumor dorado

que cae sobre los montes

azules sollozando?

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