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—El señor no estar... yo no entender... yo vuestra...— dijo Guerasim, tratando de deformar sus propias palabras para hacerlas más comprensibles.

El oficial francés, sonriendo, agitó los brazos ante las narices de Guerasim, haciéndole ver que tampoco él lo entendía, y se dirigió hacia la puerta junto a la que estaba Pierre, quien quiso retirarse, esconderse, pero en aquel instante vio en la puerta de la cocina a Makar Alexéievich con la pistola en la mano.

Con la astucia propia de un loco, Makar Alexéievich miró al francés. Después levantó la pistola y apuntó.

—¡Al abordaje!— gritó, tratando de encontrar el gatillo.

El oficial francés se volvió al grito y en aquel instante Pierre se echó sobre el borracho, consiguió coger la pistola y tirarla al mismo tiempo que Makar Alexéievich apretaba el gatillo; sonó atronador el disparo y todo se llenó de humo y olor a pólvora. El francés palideció y se echó hacia atrás, hacia la puerta.

Cuando Pierre hubo arrancado la pistola al loco, olvidando sus propósitos de no revelar sus conocimientos de la lengua francesa, corrió hacia el oficial.

—Vous nêtes pas blessé? 490— le preguntó en francés.

—Je crois que non— respondió el oficial, palpándose, —mais je l'ai manqué belle cette fois-ci— añadió sonriente, mirando el impacto en la pared, y después volvió el rostro severo hacia Pierre: —Quel est cet homme? 491

—Ah! je suis vraiment au désespoir de ce qui vient d’arriver— dijo Pierre, olvidando del todo su papel. —C'est un fou, un malheureux qui ne savait pas ce qu'il faisait. 492

El oficial se acercó a Makar Alexéievich y lo agarró por el cuello. Makar Alexéievich, aflojando la boca como si fuera a dormirse, se tambaleaba, apoyándose en la pared.

—Brigand, tu me le payeras!— dijo el francés, soltándolo. —Nous autres, nous sommes cléments après la victoire, mais nous ne pardonnons pas aux traîtres 493— concluyó con cara sombría y solemne y un gesto bello y enérgico.

Pierre procuraba convencer al oficial de que no castigara a un borracho loco. El francés lo oía en silencio, sin abandonar su gesto sombrío. Después, con una sonrisa, miró a Pierre y permaneció callado durante unos segundos. Su arrogante rostro adquirió una expresión trágica y tierna; le tendió la mano y dijo:

—Vous m'avez sauvé la vie! Vous êtes Français. 494

Para un francés esa conclusión era obligada. Sólo un francés podía llevar a cabo un acto generoso y grande; y salvar la vida de M. Ramballe, capitaine de 13 eléger, era sin duda el acto más grande y generoso.

Pero por muy indudable que fuera tal conjetura en que se basaba la convicción del oficial, Pierre creyó necesario desengañarlo.

—Je suis Russe— dijo, rápidamente.

—Bah, bah! à d'autres!— dijo el francés, sonriendo y moviendo un dedo bajo la nariz. —Tout à l'heure, vous allez me conter tout ça. Charmé de rencontrer un compatriote. Et bien, qu'allons-nous faire de cet homme?— agregó. 495

Hablaba a Pierre como si fuera un compatriota. Y aun cuando Pierre no fuera francés, una vez bautizado con ese título, el más grande del mundo, no podía renunciar a él. Así lo decían el rostro y la voz del oficial.

Contestando a la última pregunta, Pierre explicó de nuevo quién era Makar Alexéievich; contó al oficial que, momentos antes de su llegada, el borracho se había apoderado de la pistola cargada y no habían conseguido arrebatársela. Terminó rogándole que no lo castigara.

El francés abombó el pecho e hizo con la mano un gesto digno de un rey.

—Vous m'avez sauvé la vie! Vous êtes Français. Vous me demandez sa grâce? Je vous l'accorde. Qu'on emmène cet homme! 496— dijo rápido y enérgico. Tomó por el brazo a Pierre, ascendido a francés por haberle salvado la vida, y entró con él en la habitación.

Los soldados que se habían quedado en el patio entraron en el zaguán al oír el disparo; preguntaron qué había sucedido y se mostraban dispuestos a castigar a los culpables. Pero el oficial los contuvo severo.

—On vous demandera quand on aura besoin de vous 497— les dijo.

Los soldados salieron; el asistente, que había tenido tiempo de echar una ojeada por la cocina, se acercó al oficial:

—Capitaine, ils ont de la soupe et du gigot de mouton dans la cuisine. Faut-il vous l'apporter? 498

—Oui, et le vin 499— dijo el capitán.

XXIX

Cuando el oficial francés entró en la casa con Pierre, éste creyó un deber insistir en que no era francés y quiso retirarse. Pero el oficial francés no quería oír nada de eso. Se mostraba tan gentil, cortés y reconocido que Pierre no se atrevió a rechazar sus atenciones y se sentó con él en la sala, la primera habitación donde habían entrado. A las afirmaciones de Pierre de que no era francés, el oficial, que evidentemente no podía concebir que se renunciara a un título tan lisonjero, se encogió de hombros y dijo que si se empeñaba en pasar por ruso, estaba bien, pero que, a pesar de todo, seguiría ligado a él para siempre por un sentimiento de gratitud, puesto que le había salvado la vida.

Si aquel hombre hubiera tenido la menor capacidad de comprender los sentimientos de los demás y adivinar los de Pierre, éste, probablemente, habría podido marcharse; pero la manifiesta incomprensión del oficial hacia todo lo que no fuera su propia persona fue más fuerte que Pierre.

—Français ou prince russe incognito— dijo el francés, echando una mirada a la camisa sucia, pero finísima, de Pierre, y al anillo que llevaba. —Je vous dois la vie et je vous offre mon amitié. Un Français n'oublie jamais ni une insulte ni un service. Je vous offre mon amitié. Je ne vous dis que ça. 500

Había tanta bonachonería y nobleza (en el sentido francés) en el tono de su voz, en la expresión y en el gesto del oficial que Pierre correspondió inconscientemente a su sonrisa y estrechó la mano que le tendía.

—Capitaine Ramballe, du 13 eléger, décoré pour l'affaire du Sept— se presentó el oficial, con una sonrisa de orgullo incontenible que le contrajo los labios debajo del bigote. —Voudrez-vous bien me dire à présent à qui j'ai l'honneur de parler aussi agréablement au lieu de rester à l'ambulance avec la baile de ce fou dans le corps? 501

Pierre contestó que no podía decir su nombre, y ruborizándose mientras buscaba uno ficticio trató de exponer las razones que se lo impedían. Pero el francés lo interrumpió vivamente:

—De grâce. Je comprends vos raisons, vous êtes officier... officier supérieur, peut-être. Vous avez porté les armes contre nous. Ce n'est pas mon affaire. Je vous dois la vie. Cela me suffit. Je suis tout à vous. Vous êtes gentil homme?— preguntó de pronto. Pierre bajó la cabeza. —Votre nom de baptême, s'il vous plait? Je ne demande pas davantage. M. Pierre, dites-vous?... Parfait. C'est tout ce que je désire savoir. 502

Cuando trajeron el cordero, los huevos fritos, el samovar, el vodka y el vino, víveres proporcionados por los franceses, Ramballe rogó a Pierre que lo acompañara en la comida; y en seguida, como hombre robusto y hambriento, comenzó a devorar ávidamente, moviendo con rapidez sus fuertes mandíbulas. Repetía a cada instante:

—Excellent, exquis.

Su rostro enrojeció y se cubrió de sudor. Pierre tenía hambre y acompañó de buen grado al oficial. Morel, el asistente, trajo una cazuela con agua templada y puso allí una botella de vino tinto. Trajo también una botella de kvasque para probar había tomado de la cocina. Los franceses conocían ya esta bebida, a la que habían dado el nombre de limonade de cochon, y Morel alabó la que había encontrado. Pero como el capitán tenía vino, adquirido a su paso por Moscú, dejó a Morel el kvasy optó por el burdeos. Envolvió la botella en una servilleta, llenó su copa y la de Pierre. El hambre saciada y el vino animaron más aún al capitán, quien durante toda la comida no dejó de hablar.

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