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Por el contrario, en el círculo de Anna Pávlovna se admiraba el entusiasmo moscovita y se hablaba de él en el mismo tono que Plutarco habla de los antiguos. El príncipe Vasili, que ocupaba los mismos puestos importantes de siempre, era el intermediario entre ambos círculos. Frecuentaba a ma bonne amie 378Anna Pávlovna e iba igualmente dans le salon diplomatique de ma fille; 379pero a menudo, debido a los repetidos traslados de un salón a otro, se equivocaba y decía en casa de Elena lo que debía decir en la de Anna Pávlovna, y viceversa.

Poco después de la llegada del Zar, el príncipe Vasili, hablando de los asuntos militares en casa de Anna Pávlovna, comenzó a censurar acremente a Barclay de Tolly y se mostró indeciso con respecto a quién debería ser nombrado general en jefe. Uno de los presentes, conocido bajo la general designación de un homme de beaucoup de mérite, 380contó que había visto aquel mismo día a Kutúzov, elegido jefe de las milicias de San Petersburgo, en las oficinas de reclutamiento y se permitió exponer con gran prudencia la opinión de que Kutúzov sería el hombre capaz de satisfacer todas las esperanzas.

Anna Pávlovna sonrió tristemente y objetó que Kutúzov no había dado al Zar más que disgustos.

—Lo he dicho y repetido con frecuencia, en el Club de la nobleza— la interrumpió el príncipe Vasili, —pero nadie me hizo caso; dije que su elección como jefe de las milicias no agradaría al Zar. ¡Siempre con esa manía de estar en la oposición!— prosiguió. —¿Y ante quién? Por el deseo de imitar como unos monos los estúpidos entusiasmos de Moscú— dijo el príncipe Vasili, equivocándose y olvidando por un instante que si en casa de su hija Elena convenía criticar el entusiasmo de los moscovitas, en la de Anna Pávlovna era menester admirarlo. Pero en seguida reaccionó. —¿Es conveniente que el conde Kutúzov, el más antiguo de los generales rusos, permanezca en las oficinas de reclutamiento de milicias, y tanto más cuanto il en restera pour sa peine? 381¿Acaso puede nombrarse general en jefe a un hombre que no puede montar a caballo, que se duerme en los Consejos y que tiene las más depravadas costumbres? ¡Menudo recuerdo dejó en Bucarest! No hablo de sus cualidades militares, pero no se puede nombrar en estos momentos a un hombre decrépito y ciego. ¡Un general ciego! ¡Como para jugar al escondite!... ¡No ve nada en absoluto!

Nadie contradijo al príncipe Vasili.

Esto era totalmente justo el 24 de julio, aunque el día 29 Kutúzov recibió el título de príncipe. Eso podía significar, entre otras cosas, que quisieran deshacerse de él; por eso, el razonamiento del príncipe Vasili seguía siendo justo, por más que ahora no se apresurara en expresarlo. Pero el 8 de agosto se reunió un comité formado por el mariscal Saltikov, Arakchéiev, Viazmitínov, Lopujin y Kochubéi para discutir la situación militar. El comité convino en que los fracasos procedían por el desacuerdo del mando y, tras una breve discusión, se decidió proponer a Kutúzov como comandante en jefe, aunque se sabía la mala disposición del Zar hacia él. Aquel mismo día, Kutúzov era nombrado generalísimo de todos los ejércitos en todos los territorios ocupados por las tropas.

El 9 de agosto el príncipe Vasili se encontró en casa de Anna Pávlovna con l’homme de beaucoup de mérite. L’homme de beaucoup de mériterondaba a Anna Pávlovna porque deseaba ser nombrado director de un instituto femenino. El príncipe Vasili entró en el salón con aire triunfal, como quien ha logrado la meta de sus deseos.

—Eh bien!, vous savez la grande nouvelle. Le prince Koutouzoff est maréchal. 382Se acabaron las disidencias. ¡Me siento tan feliz, tan contento!— dijo. —Enfin, voilà un homme!— añadió mirando a cuantos lo rodeaban con aire serio e importante.

L’homme de beaucoup de mérite, pese a su deseo de conseguir su propósito, no pudo reprimirse y recordó al príncipe Vasili su opinión de días antes. (Esto era descortés para el príncipe Vasili, dicho en la sala de Anna Pávlovna y en presencia de la dueña, que acogía con tanto júbilo la noticia. Mas, no pudo dominarse.)

—Mais on dit qu'il est aveugle, mon prince 383— dijo, recordando al príncipe Vasili sus propias palabras.

—Allez, donc, il y voit assez— replicó rápidamente el príncipe con voz de bajo, tosiendo un poco: era la misma voz y la misma tosecilla con que resolvía todas las dificultades. —Allez, il y voit assez 384— repitió. —Pero además, lo que me alegra es que el Zar le haya concedido el mando supremo sobre todos los ejércitos y sobre todos los territorios, un poder como nunca tuvo un general en jefe: es otro autócrata— concluyó con una sonrisa de triunfo.

—¡Dios lo quiera! ¡Dios lo quiera!— dijo Anna Pávlovna.

L'homme de beaucoup de mérite, todavía novato en la sociedad cortesana, creyó halagar a su anfitriona defendiendo su anterior opinión:

—Se dice— añadió —que el Emperador no ha concedido de buen grado esos poderes a Kutúzov. On dit qu'il rougit comme une demoiselle à laquelle on lirait Jocondeen lui disant: le souverain et la patrie vous décernent cet honneur. 385

—Peut-être que le coeur n'était pas de la partie 386— dijo Anna Pávlovna.

—¡Oh, no, no!— intervino con ardor el príncipe Vasili. —No: eso no es posible, porque el Emperador sabía apreciarlo bien aun antes de concederle el título.

Ahora no podía dejar que se dijese nada en contra de Kutúzov. En opinión del príncipe Vasili, Kutúzov no sólo era excelente, sino que lo adoraban todos.

—Quiera Dios que el príncipe Kutúzov tome efectivamente el poder y no deje que nadie le ponga des bâtons dans les roues 387— suspiró Anna Pávlovna.

El príncipe Vasili comprendió en seguida a quién se refería aquel “nadie”. Dijo en un susurro:

—Sé de buena fuente que el príncipe Kutúzov ha puesto como condición imprescindible que el príncipe heredero no esté en el ejército. Vous savez ce qu'il a dit à l'Empereur? 388— y el príncipe Vasili repitió las palabras que, según se aseguraba, Kutúzov había dicho al monarca: “No podré castigarlo si comete una falta ni premiarlo si hace algo meritorio”. —¡Oh! El príncipe Kutúzov es inteligentísimo, je le connais de longue date.

—Dicen también— intervino l’homme de beaucoup de mérite, que aún carecía de tacto cortesano —que el Serenísimo ha puesto otra condición imprescindible: que tampoco el Zar esté en el ejército.

Apenas hubo pronunciado estas palabras, el príncipe Vasili y Anna Pávlovna le volvieron inmediatamente la espalda y, suspirando ante tanta ingenuidad, se miraron tristemente.

VII

Mientras todo esto sucedía en San Petersburgo, los franceses habían rebasado Smolensk y avanzaban cada vez más hacia Moscú. Thiers, el historiador de Napoleón, como todos sus historiadores, trata de justificar a su héroe y afirma que Bonaparte se vio arrastrado hacia los muros de Moscú muy a su pesar. Y tienen razón, como la tienen cuantos historiadores intentan explicar los hechos históricos por la voluntad de un solo individuo. Tiene la misma razón que los historiadores rusos cuando afirman que Napoleón fue atraído a Moscú por la habilidad de los generales rusos. En semejante caso, además de una ley retrospectiva que representa todo el pasado como la preparación de un hecho ya ocurrido, existe también la reciprocidad, que lo complica todo. Un buen jugador que pierde una partida de ajedrez está sinceramente convencido de que lo ocurrido se debe a un error personal y lo busca en los comienzos del juego, olvidando que en cada uno de sus movimientos, a lo largo de la partida, han existido errores semejantes y que no hay una sola jugada perfecta. Ese error sobre el que concentra su atención es visible para él solamente porque el adversario se aprovechó de su fallo. ¡Pero cuánto más complicado es el juego de la guerra, que se desarrolla en determinadas condiciones de tiempo, cuando no es solamente la voluntad la que dirige máquinas inanimadas y todo se deriva de innumerables choques de diversas arbitrariedades!

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