Punto sexto: espionaje.
Se le dio una interpretación tan amplia que si calculamos cuántos fueron condenados por él, podría llegarse ala conclusión de que en época de Stalin nuestro pueblo no se ganaba la vida ni con la agricultura, ni con la industria, ni con ninguna otra actividad que no fuera el espionaje para el extranjero, y que vivía del dinero de los servicios de inteligencia. El espionaje fue algo muy cómodo por su sencillez, asequible tanto al delincuente poco culto comoal jurista instruido, el periodista y la opinión pública. [44] 9La amplitud de interpretación consistía también en que no se condenaba directamente por espionaje sino por:
PSh- Sospecha de espionaje,
NSh- Espionaje no demostrado, por lo que te endilgaban la pena máxima. E incluso por:
SVPSh- Relaciones conducentes a sospecha de espionaje.
Es decir, la conocida de una amiga de vuestra esposa encargaba los vestidos en casa de la misma costurera (naturalmente, colaboradora del NKVD) que cose para la esposa de un diplomático extranjero.
El 58-6, el NSh y el SVPSh eran puntos contagiosos que exigían un encarcelamiento riguroso y una vigilancia siempre alerta (pues el espionaje podía extender sus tentáculos y llegar hasta sus servidores aunque estuvieran ya en campos de reclusión), por ello no era aconsejable suprimir las escoltas. En general, todos los artículos-sigla,es decir, los que no eran propiamente artículos sino combinaciones de mayúsculas aterradoras (en este capítulo encontraremos aún otras), iban cubiertos por una pátina de misterio, y nunca era posible distinguir si se trataba de retoños del Artículo 58 o de algo independiente y más peligroso. En muchos campos, los presos por artículos-siglas estaban aún más oprimidos que los del Artículo 58.
Punto séptimo: daños a la industria, los transportes, el comercio, la circulación monetaria y las cooperativas.
Este punto cobró auge en los años treinta, cuando abarcó a grandes masas bajo el calificativo simplificado y a todos comprensible de «empecimiento». En efecto, todos los sectores enumerados en el punto siete estaban siendo dañados cada día de manera patente y clara. ¡Alguien debía tener la culpa! Durante siglos, el pueblo había estado construyendo y creando, siempre honestamente, incluso para los grandes señores. Desde los tiempos de los Riurikov nunca se había oído hablar de empecimiento. Y he aquí que cuando por primera vez los bienes eran del pueblo, cientos de miles de sus mejores hijos se lanzaron inexplicablemente a sabotearlo todo. (El empecimiento en la agricultura no estaba previsto en este punto, pero como sea que sin él resultaba imposible explicar de forma razonable por qué los campos se llenaban de hierbajos, empeoraban las cosechas y se rompían las máquinas, la sensibilidad dialéctica introdujo también este aspecto.)
Punto octavo: el terror (pero el terror que debía «fundamentar y legitimar» el Código Penal soviético). [45] 0
El terror se entendía de una manera amplia, amplísima: no se consideraba terror echar bombas bajo los carruajes de los gobernadores, [46]pero, por ejemplo, partirle la cara a un enemigo personal cuando éste era del partido, komsomol o activista de la policía, eso ya se consideraba terror. Tanto más, el asesinato de un activista nunca se equiparaba al asesinato de un hombre del montón (lo mismo ocurría en el Código de Hammurabi en el siglo xvín antes de nuestra era). Si un marido mataba al amante de su esposa y éste no era miembro del partido, el marido se encontraba ante una circunstancia feliz, pues se le condenaba por el Artículo 136, era un preso común, socialmente afín, y podía andar sin escolta. Pero si el amante era del partido, entonces el marido se convertía en un enemigo del pueblo y caía bajo el Artículo 58. Aun era posible una interpretación más amplia en la aplicación del punto octavo mediante ese mismo Artículo 19, es decir, mediante la voluntad entendida como tentativa. No sólo una amenaza directa en la puerta de una cervecería —«¡Ya verás tú!»— dirigida a un activista, sino la exclamación de una desvergonzada verdulera en el mercado —«¡Anda y que te parta un rayo!»—, se calificaba de IT, intenciones terroristas, y daba motivo para aplicar el artículo en toda su rigidez. (Puede que esto suene a exageración, farsa, pero no hemos sido nosotros quienes han montado esa farsa. Esa gente ha cumplido condena con nosotros.)
Punto noveno: la destrucción o deterioro... mediante explosión o incendio (y necesariamente con fines contrarrevolucionarios), abreviadamente llamado diversión.
Su interpretación amplia consistía en atribuirles fines contrarrevolucionarios de forma automática (¡el juez de instrucción sabía mejor lo que pasaba por la mente del criminal!). Por tanto, cualquier negligencia, error o fracaso en el trabajo o en la producción, no se perdonaba y se consideraba diversión.
Sin embargo, ningún punto del Artículo 58 se interpretaba tan ampliamente ni con tanto ardor revolucionario como el décimo. Sonaba así: «La propaganda o agitación que incite a derribar, socavar o debilitar al régimen soviético... así como la difusión, impresión o tenencia de publicaciones con tal contenido». Y este punto estipulaba en tiempo de pazsólo el límite inferiorde la pena (¡como mínimo esto! ¡no seáis en exceso indulgentes!), ¡mientras que el superior no lo limitaba!
Ésta era la entereza de una Gran Potencia ante la palabra de sus subditos.
Las más célebres y amplias interpretaciones de este célebre punto eran:
—por «propaganda con incitación» podían entenderse una conversación cara a cara entre amigos (o incluso entre cónyuges), o una carta privada; y la incitaciónpodía ser un consejo personal. (Nos aventuramos a concluir que «podía ser», a partir de que solía ocurrir así.)
—«socavar y debilitar» al régimen era toda idea que no coincidiera con los periódicos del día o mostrara menos fervor. ¡En realidad, todo lo que no fortalece debilita! ¡En realidad, socava todo aquello que no coincide plenamente!
¡Y el que hoy no canta connosotros, ése
está contra nosotros!
(Mayakovski)
—por «impresión de publicaciones» se entiende toda carta, nota, diario íntimo, incluso escrito en un único ejemplar. Tras tan afortunada ampliación ¿qué idea pensada, pronunciada o escrita, podía quedar fuera del punto décimo?
El punto decimoprimero revestía un carácter especial: careció de contenido propio, era lastre añadido para cualquiera de los precedentes cuando el acto era realizado por una organización, o cuando los delincuentes formaban parte de una.
En la realidad, este punto se interpretaba tan ampliamente que no se requería ninguna organización. Pude experimentar en mi propia carne la elegante aplicación de este punto. Nosotros éramos dosque intercambiábamos opiniones en secreto, o sea,el embrión de una organización, ¡o sea,una organización!
El punto decimosegundo era el que másincidía en la conciencia de los ciudadanos: era el punto de la no delaciónde cualquiera de los actos enumerados. ¡Para el grave pecado dela no delación el castigo no tenía límitesuperior !