Faltaba solamente un diálogo nada complicado con Vyshinski según el siguiente esquema:
«¿Conviene usted en que toda oposición al partido equivale a una lucha contra el partido?» «En general, sí. Prácticamente, sí.» «Y puesto que se trata de una lucha contra el partido, cabe esperar que ésta crezca necesariamente hasta convertirse en una guerra contra el partido, ¿verdad?» «Conforme a la lógica de las cosas, sí.» «O sea que las convicciones oposicionistas acaban por empujar a cualquier vileza contra el partido (asesinato, espionaje, traición a la patria), ¿no es así?» «Permítame, pero no se han cometido tales crímenes.» «Pero ¿podrían haberse cometido?»«Bueno, hablando en teoría... (¡Y es que estamos entre teóricos!)» «¿Sigue considerando usted los intereses del partido por encima de todo?» «¡Sí, naturalmente, naturalmente!» «Así pues, no queda más que superar una pequeña distinción: debemos tomar por realidad aquello que es eventual, y para poder desacreditar en lo sucesivo toda idea oposicionista será preciso que admitamos como cometidolo que teóricamente habría podidosuceder. ¿Porque habría podido suceder, verdad?» «Sí, claro...» «Así pues, hay que admitir como real aquello que tan sólo es posible, no es más que esto. Una pequeña inferencia filosófica. ¿De acuerdo? ¡Ah sí, otra cosa! Bueno, no hay ni que decirlo: si en el juicio se retracta y dice algo diferente, ya comprende, no estará sino haciéndole el juego a la burguesía mundial y daño al partido. Bueno, y como es natural, en ese caso tampoco va a poder contar usted con una muerte fácil. Pero si todo sale bien, nosotros, naturalmente, le dejaremos con vida: lo llevarán en secreto a la isla de Monte-Cristo y allí podrá trabajar en la economía del socialismo.» «Pero en los anteriores procesos, si no me equivoco, hubo fusilamientos.» «¡Vamos!, ¿cómo va a comparar a esa gente con usted ? Además, a muchos los dejamos con vida, los fusilamientos son cosa de los periódicos.»
¿Es posible que jamás existiera, pues, ese enigma impenetrable?
Y de nuevo esa cantinela persistente oída ya en tantos procesos con distintas variaciones: ¡pero si usted, como nosotros, es comunista!¿Cómo pudo usted descarriarse y levantarse contra nosotros? ¡Arrepiéntase! ¡Pero si usted y nosotros formamos un único nosotros !
En una sociedad, la comprensión de la Historia va madurando poco a poco. Pero una vez madura, resulta ser de lo más sencillo. Ni en 1922, ni en 1924, ni en 1937 pudieron los acusados afirmarse tanto en sus puntos de vista como para responder a esta hechizadora y paralizante melodía gritando con la cabeza bien alta:
—¡No, no somos revolucionarios como vosotros!¡No, no somos rusos como vosotros!¡No, no somos comunistas como vosotros!
¡Y ahora nos parece que sólo habría bastado con gritar eso! Y se habrían derrumbado los decorados, se habrían deshecho los maquillajes, habría huido el director por la escalera de servicio y los apuntadores se habrían refugiado como ratas en sus madrigueras. ¡Y habría llegado de un soplo la década de los sesenta!
* * *
Aunque muy bien logrados, estos espectáculos resultaban caros y daban muchos quebraderos de cabeza. Por ello Stalin decidió que no volvería a recurrir a los procesos públicos.
Más exactamente: en 1937 tuvo la intención de montar un gran programa de procesos públicos en provincias,para que el alma negra de la oposición apareciera claramente ante las masas. Pero faltaban buenos directores escénicos, era imposible una preparación minuciosa y los acusados no eran tan cultivados. Stalin se llevó un buen chasco, aunque esto es algo que pocos conocen. Tras varios procesos que fracasaron, se abandonó la idea.
Parece aquí oportuno dar cuenta de uno de tales procesos, el caso Kady,del que se empezaron a publicar informes detallados en el periódico regional de Ivánovo.
A finales de 1934, en un lejano y perdido rincón de la región de Ivánovo, en la conjunción de las actuales regiones de Kostromá y Nizhni-Nóvgorod, se había creado un nuevo distrito. Su capital era el antiguo y soñoliento pueblo de Kady. Fueron nombradas nuevas autoridades procedentes de diversos lugares, que no se conocían entre sí antes de coincidir en Kady. LLegados ahí, se encontraron con una región mísera, triste y perdida, esquilmada por las requisas de trigo, cuando lo que hubiera hecho falta, por el contrario, hubiera sido que la ayudaran con dinero, máquinas y una administración sensata. Resultó que el primer secretario del comité del distrito, Fíodor Ivánovich Smirnov, era un hombre con un firme sentido de la justicia, y que el responsable agrario del distrito, Stavrov, era campesino por los cuatro costados y antiguo intensivnik*es decir, uno de aquellos campesinos celosos e instruidos que en los años veinte habían llevado sus haciendas con métodos científicos (por lo cual el régimen soviético los alentaba en aquel entonces, ya que todavía no se había decidido aniquilar a todos esos intensivniks).Cuando eliminaron a los kulaks, Stavrov salió ileso, pues había ingresado en el partido, (¿eliminaría él, quizás, a otros kulaks?). Desde sus nuevos cargos intentaron hacer algo por los campesinos, pero les llegaban instrucciones de arriba y cada una de ellas contravenía sus iniciativas: como si la superioridad se dedicara adrede a inventar todo cuanto pudiera para hacer más dura y amarga la vida de los campesinos. Un día, los dirigentes del distrito de Kady enviaron un informe a la capital de la región diciendo que era indispensable rebajar las cuotas de suministro de trigo: el distrito no podía cumplirlas, de otro modo se empobrecería hasta un límite peligroso. Sólo quien recuerde cómo estaban las cosas en los años treinta (¿sólo en los años treinta?) podrá comprender qué gran sacrilegio era éste contra el Flan, ¡y qué rebelión contra el régimen! Pero siguiendo los usos de la época, la represión no se desencadenó directamente desde arriba, sino que fue confiada a la iniciativa local. Cuando Smirnov estaba de vacaciones, su segundo en el escalafón, el secretario adjunto Vasili Fiódorovich Románov, impuso al comité de distrito la siguiente resolución: «los éxitos del distrito serían aún más brillantes (?) de no ser por el trotskista Stavrov». Así comenzó el «caso» Stavrov. (Interesante sistema: ¡dividir!Primero amedrentar a Smirnov, neutralizarlo, hacer que se eche atrás, y luego ya 1l echaremos el guante. A pequeña escala, era precisamente la táctica de Stalin en el Comité Central.) Sin embargo, hubo tumultuosas asambleas del partido en las que quedó claro que Stavrov tenía tanto de trotskista como de jesuíta. El presidente de la Cooperativa de Consumo del Distrito, Vasili Grigórievich Vlásov, hombre de educación incompleta y conseguida un poco al azar, pero poseedor de esas cualidades innatas que tanto llaman la atención en los rusos, cooperativista autodidacta, elocuente e ingenioso en los debates, enardecido al máximo cuando trataba de algo que él consideraba justo, convenció a la asamblea del partido para que expulsaran a Románov por calumnia. ¡Y llegaron a darle una amonestación a Románov! Las palabras finales de Románov son características de esa clase de gente, que se saben conocedores de la situación general: «Aunque aquí hayan demostrado que Stavrov no es trotskista, yo estoy seguro de que lo es. Ya se ocupará de estoy de mi amonestación también el partido».Y el partido tomó cartas en el asunto: casi inmediatamente, el NKVD del distrito arrestó a Stavrov y, al cabo de un mes, al estonio Univer, presidente del comité ejecutivo de distrito del partido, cargo en el que fue reemplazado por Románov. A Stavrov se lo llevaron al NKVD de la región y allí confesó que era trotskista, que toda la vida se había confabulado con los eseristas, que en su distrito era miembro de una organización clandestina de derechas(un ramillete digno también de aquella época, sólo le faltaba un contacto directo con la Entente). O puede que no lo confesara, es algo que nunca se sabrá, pues murió bajo las torturas en la prisión interior de Ivánovo. De todos modos, las hojas de las actas ya estaban redactadas. No tardaron en detener también al secretario del comité de distrito, Smirnov, jefe de la supuesta organización derechista, al encargado de las finanzas, Sabúrov, y otro más.