- Un espía asqueroso hijo de puta.
Gradus colgó.
Volvió a su coche y trepó un poco más por la ladera de la colina. Desde el mismo lugar del camino, en un día brumoso y luminoso de setiembre, mientras la diagonal del primer filamento de plata atravesaba el espacio entre dos balaustradas, el Rey había observado las arrugas centelleantes del lago de Ginebra y había notado su respuesta antifonal, el resplandor de los espantapájaros de papel metálico en las viñas de la colina. Gradus, mientras estaba allí, de pie, mirando de mal humor las tejas rojas de la villa de Lavender acurrucada entre sus árboles protectores, podía distinguir una parte del jardín y un sector de la piscina, e incluso divisar un par de sandalias en el borde de mármol, todo lo que quedaba de Narciso. Es probable que se preguntara si no haría mejor en quedarse un rato más para asegurarse de que no le habían tomado el pelo. Desde lejos subían los golpes y tintineos de un lejano trabajo de albañilería, y un tren pasó de pronto entre los jardines, y una mariposa heráldica volant en arrière, arena y gules, atravesó el parapeto de piedra, y John Shade tomó una ficha nueva.
Verso 413: Llegó una ninfa haciendo piruetas
En el borrador hay una variante más ligera y más musical:
413 Una ninfeta hacía piruetas
Versos 417-421: Subí al primero, etc.
El borrador nos da una variante interesante:
417 Subí volando al primer cuac de jazz
y leí unas galeradas: "Versos como
'Miren bailar al mendigo ciego, cantar al tullido,
el borracho un héroe, el loco un rey',
apestan a su época sin corazón." Después tu llamada
Esto viene, evidentemente, del Ensayo sobre el hombre, de Pope. No se sabe de qué sorprenderse más: si de Pope, que no encuentra monosílabo para reemplazar hero (por ej. por man) a. fin de poder poner el artículo definido delante de la palabra siguiente ( a lunatic a kingen lugar de lunatic a king), o Shade sustituyendo un pasaje admirable por un texto final mucho más chato. ¿O tenía miedo de ofender a un auténtico rey? En estos últimos tiempos, reflexionando, nunca he podido retrospectivamente verificar si realmente había "adivinado mi secreto", como dijo una vez (véase nota al verso 991).
Versos 425-426: justo detrás (un solo paso viscoso) de Frost
Referencia, naturalmente, a Robert Frost (nacido en 1874). El verso despliega una de esas combinaciones de retruécanos y metáforas en las que brilla nuestro poeta. En las hojas de temperatura de la poesía, lo alto es lo bajo y lo bajo es lo alto, de modo que el grado en que se obtiene la perfecta cristalización está por encima de la tibia facilidad. Es lo que nuestro modesto poeta dice, en efecto, acerca de la atmósfera de su propia fama.
Frost es el autor de uno de los más grandes poemas cortos de la lengua inglesa, un poema que todos los niños norteamericanos saben de memoria, acerca de los bosques invernales, y el crepúsculo desolado, y las dulces reconvenciones de los cencerros del caballo en el aire que se oscurece, y el final prodigioso y conmovedor, los dos últimos versos idénticos en cada sílaba, pero uno personal y físico y el otro metafísico y universal. No me atrevo a citarlos de memoria por temor de desplazar una de esas preciosas palabritas.
A pesar de la excelencia de sus dones, John Shade nunca podía conseguir que sus copos de nieve se posaran así.
Versos 431-432: noche de marzo… donde desde muy lejos los faros crecían
Obsérvese con qué delicadeza el tema de la televisión llega a fundirse en este lugar con el tema de la muchacha (véase verso 440, más faros en la bruma…)
Versos 433-434: mar, que habíamos visitado en el treinta y tres
En 1933 el Príncipe Charles tenía dieciocho años y Disa, Duquesa de Payn, quince. Se alude a Niza (véase también el verso 240) donde los Shade pasaron la primera parte de ese año; pero aquí, como ocurre con tantas facetas fascinantes de la vida pasada de mi amigo, tampoco estoy en posesión de los detalles (¿quién tiene la culpa, querida S.S.?), ni en condiciones de decir si en el curso de posibles excursiones a lo largo de la costa, llegaron o no alguna vez al Cap Ture y entrevieron desde un sendero bordeado de laurel rosa, habitualmente abierto a los turistas, la villa italiana construida por el abuelo de la Reina Disa en 1908, y llamada entonces Villa Paradiso o, en zemblano, Villa Paradisa, dejando caer más tarde la primera parte del nombre en honor de su nieta favorita. Allí pasó los primeros quince veranos de su vida; allí volvió en 1953, "por razones de salud" (como se hizo creer a la nación) pero en realidad, como reina desterrada; y allí vive todavía.
Cuando la revolución zemblana estalló (el 1o de mayo de 1958), ella escribió al Rey una carta delirante en un inglés de gobernanta, instándole a que fuera y se quedara con ella hasta que se aclarase la situación. La carta fue interceptada por la policía de Onhava, traducida a un zemblano elemental por un hindú miembro del partido extremista, y luego leída en voz alta al cautivo real por el absurdo comandante de palacio, con una voz presuntamente irónica. Ocurrió que en esa carta había una -gracias a Dios, sólo una- frase sentimental: "Quiero que sepa que por mucho que quiera herirme, no llegará a herir mi amor", y de esta frase (pasada de vuelta del zemblano al inglés), resultaba la siguiente: "Yo lo deseo y lo amo cuando usted me azota". El Rey interrumpió al comandante, le llamó bufón y bellaco, e insultó a todos los que lo rodeaban con tanta violencia que los extremistas tuvieron que decidir rápidamente si lo fusilaban en seguida o le daban el original de la carta.
En alguna ocasión él consiguió hacerle saber que estaba prisionero en el palacio. La valiente Disa se apresuró a abandonar la Riviera e hizo un intento romántico, pero afortunadamente ineficaz, de volver a Zembla. De habérsele permitido aterrizar, habría sido inmediatamente encarcelada, lo cual hubiera repercutido en la fuga del Rey, duplicando las dificultades de su evasión. Un mensaje de los carlistas conteniendo estas simples consideraciones detuvo en Estocolmo a la Reina que voló de nuevo a su pértiga en un estado de frustración y de furor (sobre todo, creo, porque el mensaje le había sido entregado por un primo de ella, el viejo Curdy Buff, al que detestaba). Pasaron varias semanas y su agitación era cada vez más grande debido a los rumores de que su esposo podía ser condenado a muerte. Abandonó de nuevo Cap Ture. Había viajado a Bruselas y alquilado un avión para volar al norte, cuando llegó otro mensaje, esta vez de Odón, diciendo que el Rey y él estaban fuera de Zembla y que debía volver tranquilamente a Villa Disa y esperar allí otras noticias. En el otoño del mismo año, Lavender le informó que un hombre que representaba a su esposo iría a discutir con ella ciertas cuestiones de interés relacionadas con los bienes indivisos que ella y su esposo poseían en el extranjero. La Reina estaba escribiendo en la terraza, debajo del Jacaranda, una carta desconsolada a Lavender, cuando el alto visitante rapado y barbudo con el ramo de flores-de-los-dioses que la había estado observando desde lejos, se adelantó a través de las guirnaldas de sombras. Ella levantó la mirada y naturalmente, ni las gafas negras ni el maquillaje la engañaron un instante.