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y casi vulgar en su robusta verdad!

El artículo era de Jim Coates. A Jim

le escribí de inmediato. Me dio la dirección de la Sra. Z.

Hice en auto trescientas millas para hablarle. 770

Llegué. Me acogió con un murmullo apasionado.

Vi aquel pelo azul, aquellas manos pecosas, aquel aire

de orquídea extasiada… y supe que había caído en la trampa.

"¿Quién perdería la oportunidad de conocer

a tan eminente poeta?" ¡Era encantador

de mi parte haber ido! Desesperadamente traté

de hacerle mis preguntas. Fueron descartadas:

"Otra vez quizá." El periodista

tenía aún sus garabatos. Yo no debía insistir.

Me atiborró de budín de frutas, convirtiéndolo todo 780

en una estúpida visita de cortesía.

"¡No puedo creer, decía, que sea usted !

Me encantó su poema de la Blue Review ,

Ese sobre el Mon Blon . Una sobrina mía

escaló el Matterhorn. El otro poema

no lo entendí. El sentido, quiero decir.

Porque claro, la sonoridad… ¡Pero soy tan bruta!"

Lo era. Pude haber perseverado. Pude

haberle dicho que me contara más sobre la fontana

blanca que los dos habíamos visto "más allá del velo". 790

Pero si (pensé) mencionaba ese detalle,

ella le saltaría encima como sobre una dulce

afinidad, un lazo sacramental

que nos unía místicamente a ella y a mí,

y en un instante nuestras dos almas serían

como hermano y hermana temblando al borde

de un tierno incesto. "Creo, dije, que se está

haciendo tarde.

También visité a Coates.

Temía haber perdido las notas de la Sra. Z.

Sacó su artículo de un fichero metálico 800

"Es fiel. No le he cambiado el estilo.

Hay una errata… no es que importe mucho:

montaña , no fontana . El toque majestuoso."

¡Vida Eterna… basada en una errata!

Mientras volvía a casa reflexioné: ¿aceptar la sugestión

y dejar de investigar mi abismo?

Pero de pronto vi que allí estaba

la verdadera cuestión, el tema en contrapunto;

nada más que esto: no el texto sino la textura; no el sueño

sino la coincidencia invertida, 810

no el absurdo fútil sino una trama de sentido.

¡Sí! Bastaba que yo pudiera encontrar en la vida

algún vínculo laberíntico, una especie

de estructura concordante en el juego,

un arte plexiforme y algo del mismo

placer que quienes lo jugaban encontraban.

No importaba saber quiénes eran. Ningún ruido,

ninguna luz furtiva salía de su intrincada

morada, pero allí estaban, apartados y mudos,

jugando a un juego de mundos, transformando peones 820

en unicornios de marfil y faunos de ébano;

manteniendo aquí una larga vida, extinguiendo

allá una breve; matando a un rey balcánico;

haciendo caer del cielo un gran trozo de hielo formado

en un avión que vuela a gran altura

y causando la muerte de un granjero; escondiendo mis llaves,

mis anteojos o mi pipa. Coordinando estos

acontecimientos y estos objetos con sucesos lejanos

y objetos desaparecidos. Haciendo ornamentos

de accidentes y posibilidades. 830

Con el impermeable puesto entré en casa: Sybil, tengo

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