—Las chicas no importan —dijo Van—. Son los chicos. Mataré al que se te acerque. Anoche traté de escribir para ti un poema sobre eso, pero los versos no son mi fuerte. «Ada, nuestros ardores y nuestros árboles...» Pero esto sólo es el comienzo, y todo lo demás es bruma. Trata tú de imaginar el resto.
Se abrazaron por última vez. Él salió huyendo, sin mirar atrás.
Tropezando en los melones, decapitando furiosamente con su fusta los altos hinojos arrogantes, Van regresó a la bifurcación. Allí le esperaba el joven Moore, teniendo por la brida a Morio, su caballo negro favorito. Van gratificó al palafrenero con un puñado de ducados y partió al galope, con los guantes bañados en lágrimas.
XXVI
Para su correspondencia durante el primer período de su separación, Ada y Van habían elaborado un código que no dejaron de perfeccionar en el curso de los quince meses que siguieron a su despedida. Iban a permanecer cerca de cuatro años separados, desde septiembre de 1884 hasta junio de 1888. Aquella larga separación (nuestro negro arco iris, decía Ada) fue interrumpida por dos breves intermedios (en agosto de 1885 y en junio de 1886), de una felicidad casi insoportable, y por algunos encuentros fortuitos («a través de una verja de lluvia...») La descripción de los sistemas criptográficos es una cosa bastante aburrida; pero, aun así, no podemos por menos de facilitar al lector algunas indicaciones básicas.
Las palabras de una sola letra no experimentaban cambio alguno. En las demás palabras, cada letra era remplazada por una letra posterior en la serie alfabética, tal que su número de orden, contado a partir de la letra primitiva, viniese determinado por el número de letras de la palabra. Así, «amor», una palabra de cuatro letras, se escribía dpsv(pues «d» es la cuarta letra después de «a», «p» la cuarta después de «m», «s» la cuarta después de «o», y «v» la cuarta después de «r»). Una palabra más larga, como «abrazo» (seis letras), en la cual hay que volver a empezar la serie alfabética, porque se ha agotado, se convertía en devdCHs, ya que las letras de la nueva serie se escribían en caracteres mayúsculos (en el ejemplo propuesto, CH es la cuarta letra que sigue a «z» volviendo a empezar, por lo que va en mayúsculas).
Es un penoso momento para el lector de una obra de divulgación, sobre las grandes teorías cosmogónicas aquél en que el autor (que ha comenzado por párrafos fluidos, sencillos y directos) empieza bruscamente a soltar hileras de fórmulas matemáticas que obnubilan el entendimiento. Nosotros no llevaremos las cosas tan lejos. Sabiendo que se trata del código secreto de nuestro amantes (ese «nuestros» puede constituir, independientemente de su contexto, un motivo de irritación, pero no importa), no dudamos que el más ingenuo de nuestros lectores, a poco dispuesto que esté a considerar nuestras digresiones con un poco más de atención y un poco menos de antipatía, será perfectamente capaz de seguirnos.
Desgraciadamente, se presentaron complicaciones. Ada propuso ciertas mejoras, como comenzar cada carta en francés cifrado para pasar al inglés cifrado a partir de la primera palabra de dos letras, y volver al francés después de la primera palabra de tres letras, aparte de alguna otra complicación adicional. Gracias a esas mejoras los mensajes llegaron a ser aún más difíciles de leer que de escribir, tanto más cuanto que los dos corresponsales, enloquecidos por el exceso de pasión, sobrecargaban su texto con correcciones, recapitulaciones, añadidos tachados, erratas rehechas y faltas de ortografía y de criptografía, imputables tanto a su propia lucha contra su indecible aflicción cuanto a la misma extrema complicación de su código.
En el segundo período de su separación (comenzado en 1886) el código sufrió una transformación completa Ada y Van se sabían aún de memoria los setenta y dos versos del Garden, de Marvell, y los cuarenta versos de la Mémoire, de Rimbaud. Aquellos dos textos les proporcionaron la clave de su alfabeto Así, v.2.11.v.l.2.20.v.2.8. significaba love(amor), pues «v» y el número que acompañaba a esa letra designaban un verso del poema de Marvell, mientras que el número siguiente determinaba la posición en dicho verso de la letra buscada (así: v.2.11 = undécima letra del segundo verso). ¿Soy lo bastante claro. Último detalle: cuando, para hacer la pista aún más difícil de seguir, se utilizaba el poema de Rimbaud, la letra que precedía al número del verso iba escrita en mayúscula. Una vez más, este tipo de explicación es fastidioso y sólo resulta divertido si uno se propone buscar —en vano, por lo demás —errores en los ejemplos dados.
De cualquier manera, pronto se probó que este segundo código presentaba inconvenientes aún más graves que los del primero. La prudencia exigía que los corresponsales no poseyesen ninguna copia, impresa o manuscrita, de los dos poemas, y, por maravillosa que fuera su memoria, era fatal que la frecuencia de los errores cometidos tendiese a aumentar.
Durante el año 1886 se escribieron con tanta asiduidad como lo habían hecho anteriormente: nunca menos de una carta por semana. Por el contrario, cosa extraña, en el tercer período de su separación, de enero de 1887 a junio de 1888 (tras una conferencia telefónica de larga distancia y de muy larga duración, y una entrevista de las más breves) sus cartas se hicieron más raras: Ada escribió apenas una veintena (sólo dos o tres en la primavera de 1888) y Van más o menos el doble. No podremos citar ningún pasaje de esa correspondencia porque todas las cartas fueron destruidas en 1889. (Sugiero que este capítulo se suprima totalmente: Nota de Ada.)
XXVII
—Marina me habla de ti en los términos más calurosos, y dice 'uzhe chuvstvuetsya osen', lo que es muy ruso. Todos los años, en la misma fecha, tu abuela repetía muy puntualmente su fórmula meteorológica: «ya se nota el otoño», incluso si se trataba del día más cálido de la estación en Villa Armina: Marina no entendió nunca que el anagrama se refería al mar y no a ella. Tienes un aspecto espléndido, sinok moi(hijo mío), pero imagino que estarás harto de esas dos niñas. En consecuencia, voy a hacerte una proposición.
—Bueno, me han gustado muchísimo —murmuró Van—; sobre todo, la pequeña Lucette.
—Te propongo que me acompañes hoy a un cóctel. Lo ofrece la excelente viuda de un oscuro mayor de Prey oscuramente emparentado con nuestro difunto vecino, buena pistola, pero había mala luz en el Prado Comunal, y el camión de la basura tocó el claxon intempestivamente. En resumen, esa excelente e influyente dama, que desea ayudar a una de mis amigas (aquí Demon se aclaró la garganta), tiene, según me han dicho, una hija de quince primaveras llamada Córdula, la cual te compensará, a buen seguro, de haberte pasado el verano jugando a la gallina ciega con las «pulgarcitas» del bosque de Ardis.
—Hemos jugado sobre todo a los anagramas y al «Scrabble». Esa amiga a quien hay que ayudar ¿es también de mi edad?
—Es la Duse en capullo —replicó sobriamente Demon—. Y debes saber que hemos de quedar bien. Tú te ocuparás de Córdula de Prey, yo de Cordelia O'Leary.