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Y Frodo al verla llegar resplandeciente a la luz del atardecer, con las estrellas en la frente y envuelta en una dulce fragancia, quedó maravillado, y le dijo a Gandalf: —¡Al fin comprendo por qué hemos esperado! Esto es el fin. Ahora no sólo el día será bien amado, también la noche será bienaventurada y hermosa, y desaparecerán todos los temores.

Entonces el Rey les dio la bienvenida, y los huéspedes se apearon de los caballos, y Elrond dejó el cetro, y puso en la mano del Rey la mano de su hija, y así juntos se encaminaron a la Ciudad Alta, mientras en el cielo florecían las estrellas. Y en la Ciudad de los Reyes, en el día del Solsticio de Verano, Aragorn, Rey Elessar, desposó a Arwen Undómiel, y así culminó la historia de una larga espera y muchos trabajos.

6

NUMEROSAS SEPARACIONES

Cuando al fin terminaron los días de regocijo, los Compañeros pensaron en el regreso. Y Frodo fue a ver al Rey, y lo encontró sentado junto al manantial con la Reina Arwen; y ella cantaba una canción de Valinor, y mientras tanto el Árbol crecía y florecía. Recibieron de buen grado a Frodo, y se levantaron para saludarlo; y Aragorn dijo: —Sé lo que has venido a decirme, Frodo: deseas volver a tu casa. Y bien, entrañable amigo, el árbol crece mejor en la tierra de sus antepasados; pero siempre serás bienvenido en todos los países del Oeste. Y aunque en las antiguas gestas de los grandes tu pueblo haya conquistado poca fama, de ahora en adelante tendrá más renombre que muchos vastos reinos hoy desaparecidos.

—Es verdad que deseo volver a la Comarca —dijo Frodo—. Pero antes quiero pasar por Rivendel. Porque si bien nada pudo faltarme en días tan colmados de bendiciones, he echado de menos a Bilbo; y en verdad me quedé triste cuando vi que no llegaba con la comitiva de Elrond.

—¿Acaso te ha sorprendido, Portador del Anillo? —dijo Arwen—: Porque tú conoces el poder del objeto que ha sido destruido; y todo cuanto fue creado por él está desapareciendo ahora. Pero tu pariente tuvo el Anillo más tiempo que tú, y ahora es un anciano para los suyos; y te espera, pues ya nunca más hará un largo viaje, excepto el último.

—En ese caso pido licencia para partir cuanto antes —dijo Frodo.

—Partiremos dentro de siete días —dijo Aragorn—. Porque yo haré con vosotros buena parte del camino, hasta el país de Rohan. Dentro de tres días regresará Éomer y se llevará a Théoden a que repose en la Marca, y nosotros lo acompañaremos para honrar al caído. Pero ahora, antes de tu partida, deseo confirmarte lo que antes te dijo Faramir: eres libre para siempre en el reino de Gondor, al igual que todos tus compañeros. Y si hubiera presentes dignos de vuestras hazañas, os los daré; pero si deseáis alguna cosa, podéis llevarla; y cabalgaréis con los honores y la pompa de los príncipes de este reino.

Pero la Reina Arwen dijo:

—Yo te haré un regalo. Porque soy la hija de Elrond. No partiré con él cuando se encamine a los Puertos; porque mi elección es la de Lúthien, y como ella he elegido a la vez lo dulce y lo amargo. Pero tú podrás partir en mi lugar, Portador del Anillo, si cuando llegue la hora ése es tu deseo. Si los daños aún te duelen, y si la carga todavía te pesa en la memoria, podrás cruzar al Oeste, hasta que todas tus heridas y pesares hayan cicatrizado. Pero ahora lleva esto en recuerdo de Piedra de Elfo y de Estrella de la Tarde, que ya siempre formarán parte de tu vida.

Y quitándose una gema blanca como una estrella que le pendía sobre el pecho engarzada en una cadena de plata, la puso alrededor del cuello de Frodo.

—Cuando los recuerdos del miedo y de la oscuridad te atormenten —dijo—, esto podrá ayudarte.

Tres días después, tal como lo anunciara el Rey, Éomer de Rohan llegó cabalgando a la Ciudad, escoltado por un éoredde los más nobles caballeros de la Marca. Fue recibido con grandes agasajos, y cuando todos se sentaron a la mesa en Merethrond, el Gran Salón de los Festines, vio la belleza de las damas y quedó maravillado. Y antes de irse a descansar mandó buscar a Gimli el Enano, y le dijo:

—Gimli hijo de Glóin, ¿tienes tu hacha preparada?

—No, señor —dijo Gimli— pero puedo ir a buscarla en seguida, si es menester.

—Tú mismo lo juzgarás —dijo Éomer—. Porque aún quedan pendientes entre nosotros ciertas palabras irreflexivas a propósito de la Dama del Bosque de Oro. Y ahora la he visto con mis propios ojos.

—Y bien, señor —dijo Gimli—, ¿qué opinas ahora?

—¡Ay! —dijo Éomer—. No diré que es la dama más hermosa de todas cuantas viven.

—Entonces tendré que ir en busca de mi hacha —dijo Gimli.

—Pero antes he de alegar una disculpa —dijo Éomer—. Si la hubiera visto en otra compañía, habría dicho todo cuanto tú quisieras. Pero ahora pondré en primer lugar a la Reina Arwen Estrella de la Tarde, y estoy dispuesto a desafiar a quienquiera que se atreva a contradecirme. ¿Haré traer mi espada?

Entonces Gimli saludó a Éomer inclinándose en una reverencia.

—No, por lo que a mí toca, estás disculpado, señor —dijo—. Tú has elegido la Tarde; pero yo he entregado mi amor a la Mañana. Y el corazón me dice que pronto desaparecerá para siempre.

Llegó por fin el día de la partida, y una comitiva brillante y numerosa se preparó para cabalgar rumbo al norte. Los reyes de Gondor y Rohan fueron entonces a los Recintos Sagrados y llegaron a las tumbas de Rath Dínen, y llevaron al Rey Théoden en un féretro de oro, y en silencio atravesaron la Ciudad; y depositaron el féretro en un gran carruaje, flanqueado por los Jinetes de Rohan y precedido por el estandarte; y Merry, por ser el escudero de Théoden, viajó en el carruaje acompañando las armas del Rey.

A los otros Compañeros les trajeron caballos adecuados a la estatura de cada uno; y Frodo y Samsagaz cabalgaban a los flancos de Aragorn, y Gandalf iba montado en Sombragrís, y Pippin con los caballeros de Gondor; y Legolas y Gimli como siempre, cabalgaban juntos en la grupa de Arod.

De aquella cabalgata participaban también la Reina Arwen, y Celeborn y Galadriel con su gente, y Elrond y sus hijos; y los príncipes de Dol Amroth y de Ithilien, y numerosos capitanes y caballeros. Jamás un Rey de la Marca había marchado con un séquito como el que acompañó a Théoden hijo de Thengel a la tierra de los antepasados.

Sin prisa y en paz atravesaron Anórien, y llegaron al Bosque Gris al pie del Amon Dîn; y allí oyeron sobre las colinas un redoble como de tambores, aunque no se veía ninguna criatura viviente. Entonces Aragorn hizo sonar las trompetas; y los heraldos pregonaron:

—¡Escuchad! ¡Ha venido el Rey Elessar! ¡A Ghân-buri-Ghân y a los suyos les da para siempre la Floresta de Drúadan; y que en adelante ningún hombre entre ahí si ellos no lo autorizan!

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