El eje del carro de bueyes es la gaita de Dios que ronca por la corredoira espantando meigas y ánimas del purgatorio, el eje del carro de bueyes es también el corazón del mundo y de la soledad. A Marcos Albite le llevé seis farias de la fábrica de La Coruña.
– Son muy aromáticas, ya verás, y tiran de lo más bien.
– Muchas gracias, es el mejor regalo que me han hecho en mi vida.
Marcos Albite talla la madera con mucho estilo, hace unas vírgenes y unos santos muy aparentes.
– ¿Quiere que le haga un San Camilo y se lo lleva de recuerdo?
– Bueno.
– Oiga, ¿San Camilo gastaba barba?
– Pues la verdad, no sé.
Durante la cuaresma siempre baja un poco la clientela en casa de la Parrocha. Gaudencio, durante la cuaresma, no toca el acordeón, por respeto.
– No cuesta ningún trabajo ser respetuoso y, lo que yo digo, tampoco hay por qué ofender a Dios.
En Orense, durante la cuaresma, suele hacer mucho frío, a veces hasta nieva, y del Miño sube la humedad como si fuera vaselina. A Gaudencio le gusta la voz de la Anunciación Sabadelle, es muy melodiosa, también le gusta palparle las tetas elásticas y las crujientes cachas. ¡Qué bendición!
– Esta noche, como no venga alguien de dormida, espérame, que ya llegaré.
Anunciación Sabadelle nació en Lalín, se escapó de su casa para correr mundo pero no llegó demasiado lejos; ahora no se atreve a volver por si su padre le parte la cara. Anunciación es aseada y muy cariñosa. Cuando se levanta de la cocina, la encargada le pregunta,
– ¿Dónde vas?
– Voy a ordeñar a Gaudencio, el pobre me da pena; esta noche está todo muerto, muy muerto y aburrido…
– Anda, vete; ya te avisaré si te buscan.
Gaudencio se lava bien sus partes y la espera sentado en el camastro y fumando un pitillo, a la luz de una vela que no ve. Después, cuando termina de hacer sus títeres rijosos y casi domésticos, le da siempre las gracias.
– Muchas gracias, Anuncia, que Dios te lo pague.
A las cinco y media de la mañana Gaudencio va a misa a las Mercedes, su misericordiosa coima prefiere no acompañarle.
– No; vete solo, yo tengo frío. Aquí me encontrarás cuando vuelvas, no tardes mucho y vete con cuidado.
Puede que Anunciación le tenga algo de cariño a Gaudencio, cosas más raras se ven todos los días.
Hace ya muchos años, durante la República y poco antes de que Afouto desarmara a la pareja de la guardia civil, los Gamuzos, los tres mayores y unos amigos, fuimos al curro a los montes del Xurés, que quedan más allá de la Limia, en la raya seca de Portugal, fuimos a cambiar de aires y a estirar un poco las piernas y también a ayudar a unos parientes Marvises que vivían, medio de milagro y medio de contrabandear con los portugueses, en Briñidelo, en la parroquia de San Pelayo de Arauxo, en Lovios, o sea Fondevila.
– Nosotros ni rapamos ni marcamos como los pontevedreses de Sabucedo, pero también le somos de fiar.
En aquella descubierta hubo de perder los tres dedos de la mano Policarpo Portomourisco Expósito, el de la Bagañeira; un minuto de mala suerte puede echarlo todo a rodar, pero tampoco se para el mundo. Moncho Preguizas gastaba ya pata de palo, ingenio que, si es de buen material y está bien calibrado, ni se nota. Tanis Gamuzo, Perello, siempre tuvo fuerza, mucha fuerza. Tanis era capaz de derribar un caballo de un puñetazo en la frente o en el pescuezo, se conoce que le cortaba la circulación de la sangre. Su hermano Roquiño, Crego de Comesaña, ganaba apuestas enseñando lo que usted sabe, puesto sobre la mesa le viene a dar cuarenta patacones y eso sin sacudir y, si no lo cree, va la cena de todos. Brégimo Faramiñás era ya cadete de intendencia y le correspondía el don: don Brégimo Faramiñás Jocín, concertista de banjo, parecía un negro yanqui, la afición a los espíritus le vino después. Ni el ciego Gaudencio era ciego, que aún estaba en el seminario; ni a Marcos Albite le habían cortado las piernas, que ni tan siquiera había ido al manicomio, y Cidrán Segade, el garrido mozo que después dejara viuda a Ádega, no estaba todavía difunto sino vivo y bien vivo y recién casado.
– ¿Falta alguien?
– ¿Y quién ha de faltar?
Baldomero Gamuzo, Afouto, presidía las reuniones sin camisa para que se le viera bien el tatuaje y el mando: la mujer significa la fortuna y la culebra representa la voluntad, está bien claro, la culebra se enrosca alrededor de la mujer, o sea, la voluntad sujeta a la fortuna y el hombre triunfa en la vida.
– ¿Estamos todos?
– ¿Y por qué no hemos de estar?
Los zapateiros no montan a caballo. A Fabián Minguela, Moucho, no le dejamos venir al curro; los Carroupos tienen todos una chapeta de piel de puerco en la frente, eso vale para encender mixtos, sí, pero no para hacerse al monte detrás de los caballos ni para andar como si tal cosa entre nosotros todos. Además, los Carroupos no son del país, bastante hacemos con no escorrentarlos a palos. Y si crían mala sangre, pues que críen lo que quieran, que el mundo da muchas vueltas y la última palabra siempre está por decir. La tercera señal del hijoputa es la cara pálida, ¿como los muertos?, sí, o como Fabián Minguela.
– Hasta el Xurés tenemos tres días de camino que todos conocemos, tres días no matan a ningún hombre.
En el fondo de la laguna de Antela duerme, sepultada bajo las aguas, la ciudad de Antioquía, que paga por los siglos de los siglos sus pecados nefandos. Un amo no puede darse gusto a la carne con la carne del pastor de sus cabras, aunque después lo estrangule con el cinto, porque eso lo prohíbe la ley de Dios; tampoco un lobo puede montar a una cierva, ni una mujer coronar de flores a otra mujer desnuda, preñada o leprosa. Los muertos de Antioquía piden perdón volteando las campanas la noche de San Juan, pero ni les llega ni les llegará nunca porque están condenados por toda la eternidad. El que cruza la laguna de Antela pierde la memoria, no sé si yendo de aquí para allá o viniendo de allá para aquí, y al rey Artús, cuando andaba a la busca del Santo Grial, los soldados se le volvieron mosquitos; la laguna de Antela está llena de mosquitos, también hay ranas y culebras de agua.
– ¿Pero no queda a un lado, según vamos?
– Sí, por ahí podemos estar tranquilos.
El viaje hasta Briñidelo fue divertido y cómodo y se pudo hacer sin novedad mayor; en Mourillones, al segundo día de marcha, Moncho Preguizas tuvo un altercado en una taberna, tampoco fue ninguna batalla campal, pero medió Tanis Perello y allí no pasó nada irremediable.
– Hay gente que no se divierte más que mareando, lo mejor es que les dé un poco el aire.
El curro del Xurés es pobre pero también agarimoso y de buen acougo. Al curro del Xurés no vamos más que la familia porque tampoco merece la pena llevar a nadie. La provincia de Orense es la que menos caballos monteses tiene de toda Galicia; también hay algunos en la sierra de Quinxo y en los montes de Faro de Avión y de Suido, apoyados ya en tierra pontevedresa. Los parientes Marvises se pusieron muy contentos y nos sacaron un aguardiente fino y de confianza, destilado con mucha sabiduría. Los caballos del Xurés lucen bigotes, todos los caballos del monte son bigotudos y tienen mucho genio y voluntad. Por el Xurés llaman curro al curro, o sea, al calvero donde se encierra el bestiaje, y también a la persecución, encierro, derribo, rapa y marca de la grea; en otros sitios, a la baraja de maniobras le dicen rapa, rapa das bestas. Los Marvises de Briñidelo son Segundo, Evaristo y Camilo, los tres hijos de Roque, el hermano menor de Tripeiro, que casó con moza del lugar y después acabó separándose; Roque no quiso volver a Piñor y ahora vive arrimado a una portuguesa en Espérelo, en la parroquia de San Fiz de Galez, en Entrimo, que tampoco queda lejos. Roque se lleva bien con los hijos y a la mujer le manda todos los años dos pollos por Santa Rosa, se los lleva la portuguesa. El mando del curro se lo dimos a Afouto.