"Te he oído decir una y otra vez que siempre estás dispuesto a morir. No considero necesario ese sentimiento. Me parece una entrega inútil. Un guerrero sólo debe estar preparado para la batalla. También te he oído decir que tus padres dañaron tu espíritu. Yo creo que el espíritu del hombre es algo que se daña muy fácilmente, aunque no con las mismas acciones que tú llamas dañinas. Creo que tus padres sí te dañaron, haciéndote indulgente y flojo y dado a quedarte sentado más de la cuenta.
"El espíritu de un guerrero no está engranado para la entrega y la queja, ni está engranado para ganar o perder. El espíritu de un guerrero sólo está engranado para la lucha, y cada lucha es la última batalla del guerrero sobre la tierra. De allí que el resultado le importa muy poco. En su última batalla sobre la tierra, el guerrero deja fluir su espíritu libre y claro. Y mientras libra su batalla, sabiendo que su voluntad es impecable, el guerrero ríe y ríe."
Terminé de escribir y alcé la vista. Don Juan me miraba. Meneó la cabeza de lado a lado y sonrió.
– ¿De veras escribes todo? -preguntó en tono incrédulo-. Genaro dice que nunca puede estar serio contigo porque tú siempre estás escribiendo. Tiene razón; ¿cómo puede uno estar serio si siempre escribes?
Rió por lo bajo, y yo traté de defender mi posición.
– No importa -dijo-. Si algún día aprendes a ver, supongo que habrás de hacerlo de ese rarísimo modo.
Se puso de pie y miró el cielo. Era alrededor del mediodía. Dijo que aún había tiempo para salir de cacería a un sitio en las montañas.
– ¿Qué vamos a cazar? -pregunté.
– Un animal especial: venado o jabalí, o puede que un puma.
Calló un momento y después añadió:
– Hasta un águila.
Me incorporé y lo seguí hacia mi coche. Dijo que esta vez sólo íbamos a observar, y a descubrir qué animal debíamos cazar. Estaba a punto de subir en el coche cuando pareció recordar algo. Sonrió y dijo que el viaje debía posponerse hasta que yo hubiera aprendido algo sin lo cual nuestra caza sería imposible.
Desandamos nuestros pasos y volvimos a sentarnos bajo la ramada. Había muchas cosas que yo deseaba preguntar, pero él habló de nuevo sin darme tiempo de decir nada.
– Esto nos lleva al último punto que debes saber -sobre la vida de un guerrero. Un guerrero elige los elementos que forman su mundo. El otro día que viste al aliado y tuve que lavarte dos veces, ¿sabes qué cosa te pasaba?
– No.
– Habías perdido tus resguardos.
– ¿Qué resguardos? ¿De qué habla usted?
– Dije que un guerrero elige los elementos que forman su mundo. Elige con deliberación, pues cada elemento que escoge es un escudo que lo protege de los ataques de las fuerzas que él lucha por usar. Un guerrero utiliza sus resguardos para protegerse de su aliado, por ejemplo.
"Un hombre común y corriente, igualmente rodeado por esas fuerzas inexplicables, se olvida de ellas porque tiene otras clases de resguardos especiales para protegerse.
Hizo una pausa y me miró con una pregunta en los ojos. Yo no había entendido a qué se refería.
– ¿Qué son esos resguardos? -pregunté.
– Lo que la gente hace -repuso.
– ¿Qué hace?
– Bueno, mira a tu alrededor. La gente está ocupada haciendo lo que la gente hace. Esos son sus resguardos. Cada vez que un brujo se encuentra con cualquiera de esas fuerzas inexplicables e inflexibles de las que hemos hablado, su abertura se ensancha, haciéndolo más susceptible a su muerte de lo que es comúnmente; te he dicho que morimos por esa abertura; por ello, si está abierta, uno tiene que tener la voluntad lista para llenarla; eso es, si uno es guerrero. Si uno no es guerrero, como tú, el único recurso que le queda es usar las actividades de la vida cotidiana para apartar a la mente del susto del encuentro y así permitir que la abertura se cierre. Tú te enojaste conmigo ese día que te encontraste al aliado. Te hice enojar cuando paré tu coche y te enfrié al echarte al agua. El que tuvieras la ropa puesta te dio aún más frío. El enojo y el frío te ayudaron a cerrar tu abertura y quedaste protegido. Pero a esta altura en tu vida ya no puedes usar esos resguardos en forma tan efectiva como un hombre corriente. Sabes demasiado de esas fuerzas y ahora estás por fin al borde de sentir y actuar como guerrero. Tus antiguos resguardos ya no son seguros.
– ¿Qué es lo que debería hacer?
– Actuar como guerrero y elegir los elementos de tu mundo. Ya no puedes rodearte de cosas a la loca. Te digo esto de la manera más seria. Ahora, por primera vez, no estás seguro en tu antigua forma de vivir.
– ¿A qué se refiere usted con lo de elegir los elementos de mi mundo?
– Un guerrero encuentra esas fuerzas inexplicables e inflexibles porque las anda buscando adrede; así que siempre está preparado para el encuentro. Tú, en cambio, nunca estás preparado. Es más, si esas fuerzas vienen a ti van a tomarte por sorpresa; el susto ensanchará tu abertura y por ahí se escapará sin remedio tu vida. Entonces, la primera cosa que debes hacer es estar preparado. Piensa que el aliado va a saltar en cualquier momento frente a tus ojos y debes estar listo. Encontrarse con un aliado no es fiesta de domingo ni paseo al campo, y un guerrero toma la responsabilidad de proteger su vida. Luego, si cualquiera de esas fuerzas te topa y ensancha tu abertura, debes luchar deliberadamente por cerrarla tú solo. Para ese propósito deberás haber elegido cierto número de cosas que te den paz y placer, cosas que puedas usar deliberadamente para apartar los pensamientos de tu susto y cerrarte y amacizarte.
– ¿Qué clase de cosas?
– Hace años te dije que, en su vida cotidiana, el guerrero escoge seguir el camino con corazón. La consistente preferencia por el camino con corazón es lo que diferencia al guerrero del hombre común. El guerrero sabe que un camino tiene corazón cuando es uno con él, cuando experimenta gran paz y placer al atravesar su largo. Las cosas que un guerrero elige para hacer sus resguardos son los elementos de un camino con corazón.
– Pero usted dice que yo no soy guerrero, de modo que ¿cómo puedo escoger un camino con corazón?
– Este es el empalme de caminos. Digamos que hasta hoy no tenías verdadera necesidad de vivir como guerrero. Ahora es distinto, ahora debes rodearte con los elementos de un camino con corazón y debes rehusar el resto, o de otro modo perecerás en el próximo encuentro. Puedo añadir que ya no necesitas pedir el encuentro. Ahora, un aliado puede venir a ti mientras duermes; mientras hablas con tus amigos; mientras escribes.
– Durante años he tratado realmente de vivir de acuerdo con sus enseñanzas -dije-. Por lo visto no he sabido hacerlo. ¿Cómo puedo mejorar ahora?
– Piensas y hablas demasiado. Debes dejar de hablar contigo mismo.
– ¿Qué quiere usted decir?
– Hablas demasiado contigo mismo. No eres único en eso. Cada uno de nosotros lo hace. Sostenemos una conversación interna. Piensa en eso. ¿Qué es lo que siempre haces cuando estás solo?
– Hablo conmigo mismo.
– ¿De qué te hablas?
– No sé; de cualquier cosa, supongo.
– Te voy a decir de qué nos hablamos. Nos hablamos de nuestro mundo. Es más, mantenemos nuestro mundo con nuestra conversación interna.
– ¿Cómo es eso?
– Cuando terminamos de hablar con nosotros mismos, el mundo es siempre como debería ser. Lo renovamos, lo encendemos de vida, lo sostenemos con nuestra conversación interna. No sólo eso, sino que también escogemos nuestros caminos al hablarnos a nosotros mismos. De allí que repetimos las mismas preferencias una y otra vez hasta el día en que morimos, porque seguimos repitiendo la misma conversación interna una y otra vez hasta el día en que morimos.
"Un guerrero se da cuenta de esto y lucha por parar su habladuría. Este es el último punto que debes saber si quieres vivir como guerrero.
– ¿Cómo puedo dejar de hablar conmigo mismo?