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– ¿Qué es exactamente la voluntad? ¿Es determinación, como la determinación de su nieto Lucio de tener una motocicleta?

– No -dijo don Juan suavemente, y soltó una risita-. Eso no es voluntad. Lucio nada más se entrega. La voluntad es otra cosa, algo muy claro y poderoso que dirige nuestros actos. La voluntad es algo que un hombre usa, por ejemplo, para ganar una batalla que, según todos los cálculos, debería perder.

– Entonces la voluntad debe ser lo que llamamos valor -dije.

– No. El valor es otra cosa. Los hombres valientes son hombres dignos de confianza, hombres nobles perennemente rodeados de gente que se congrega en torno suyo y los admira; pero muy pocos hombres valientes tienen voluntad. Por lo general son hombres sin miedo, dados a hacer acciones temerarias de sentido común; casi siempre, un hombre valiente es también temible y temido. La voluntad, en cambio, tiene que ver con hazañas asombrosas que desafían nuestro sentido común.

– ¿Es la voluntad el dominio que podemos tener sobre nosotros mismos? -pregunté.

– Se puede decir que es una especie de dominio.

– ¿Cree usted que yo pueda ejercitar mi voluntad, por ejemplo, negándome ciertas cosas?

– ¿Como el hacer preguntas? -interpuso.

Lo dijo en un tono tan malicioso que tuve que dejar de escribir para mirarlo. Ambos reímos.

– No -dijo-. Negarte es una entrega, y no recomiendo ninguna cosa por el estilo. Ese es el motivo de que te deje hacer todas las preguntas que quieres. Si te forzara a parar de preguntar, podrías torcer tu voluntad tratando de obedecer. Entregarse a la negación es el peor de todos los modos de entrega; nos fuerza a creer que estamos haciendo cosas buenas, cuando en efecto sólo estamos fijos dentro de nosotros mismos. Dejar de hacer preguntas no es la voluntad de la que te hablo. La voluntad es un poder. Y como es un poder, tiene que ser controlado y afinado, y eso toma tiempo. Lo sé y soy paciente contigo. A tu edad, yo era igual de impulsivo. Pero he cambiado. Nuestra voluntad opera a pesar de nuestra indulgencia. Por ejemplo, tu voluntad ya está abriendo tu boquete, poco a poco.

– ¿De qué boquete habla usted?

– Hay en nosotros una abertura; como la parte blanda de la cabeza de un niño, que se cierra con la edad, esta abertura se abre conforme uno desarrolla su voluntad.

– ¿Dónde está?

– En el sitio de tus fibras luminosas -dijo, señalando su área abdominal.

– ¿Cómo es? ¿Para qué es?

– Es una abertura. Da un espacio para que la voluntad se dispare, como una flecha.

– ¿Es la voluntad un objeto? ¿O es como un objeto?

– No. Sólo dije eso para hacerte entender. Lo que un brujo llama voluntad es un poder dentro de nosotros. No es un pensamiento, ni un objeto, ni un deseo. Dejar de preguntar no es voluntad porque requiere pensamiento y deseo.

La voluntad es lo que puede darte el triunfo cuando tus pensamientos te dicen que estás derrotado. La voluntad es lo que te hace invulnerable. La voluntad es lo que manda a un brujo a través de una pared; a través del espacio; a la luna, si él lo quiere.

No había nada más que yo deseara preguntar. Estaba cansado y algo tenso. Temía que don Juan fuera a pedirme que me marchara, y eso me molestaba.

– Vamos a los cerros -dijo abruptamente, y se puso de pie.

En el camino, empezó nuevamente a hablar de la voluntad, y rió de mi desaliento por no poder tomar notas.

Describió la voluntad como una fuerza que era la verdadera liga entre los hombres y el mundo. Tuvo buen cuidado de establecer que el mundo era lo que percibimos, en cualquier manera que podemos elegir percibirlo. Don Juan sostenía que "percibir el mundo" involucra un proceso de aprehender lo que se presenta ante nosotros. Esta "percepción" particular se lleva a cabo con nuestros sentidos y nuestra voluntad.

Le pregunté si la voluntad era un sexto sentido. Dijo que más bien era una relación entre nosotros mismos y el mundo percibido.

Sugerí que nos detuviéramos para que yo pudiese tomar notas. El rió y siguió caminando.

No me hizo marcharme aquella noche, y al día siguiente, después del desayuno, él mismo trajo a colación el tema de la voluntad.

– Lo que tú llamas voluntad es carácter y disposición fuerte -dijo-. Lo que un brujo llama voluntad es una fuerza que viene de dentro y se prende al mundo de fuera. Sale por la barriga, por aquí, donde están las fibras luminosas -se frotó el ombligo para señalar la zona-. Digo que sale por aquí porque uno lo siente salir.

– ¿Por qué lo llama usted voluntad?

– Yo no lo llamo nada. Mi benefactor lo llamaba voluntad, y otros hombres de conocimiento lo llaman voluntad.

– Ayer dijo usted que uno puede percibir el mundo con los sentidos así como con la voluntad. ¿Cómo puede ser posible eso?

– Un hombre común nada más agarra las cosas del mundo con las manos, o los ojos, o los oídos, pero un brujo también las agarra con la nariz, o la lengua, o la voluntad, sobre todo con la voluntad. No puedo describir realmente cómo se hace, pero tú mismo, por ejemplo, no puedes describirme cómo oyes. Lo que sucede es que yo también puedo oír, de modo que podemos hablar de lo que oímos, pero no de cómo oímos. Un brujo usa su voluntad para percibir el mundo. Pero no es como percibirlo con el oído. Cuando miramos el mundo o cuando lo oímos, tenemos la impresión de que está allí y de que es real. Cuando percibimos el mundo con la voluntad, sabemos que no está tan allí ni es tan real como pensamos.

– ¿Es la voluntad lo mismo que ver?

– No. La voluntad es una fuerza, un poder. Ver no es una fuerza, sino más bien un modo de atravesar cosas. Un brujo puede tener una voluntad muy fuerte y sin embargo quizá no vea; eso significa que sólo un hombre de conocimiento percibe el mundo con sus sentimientos y con su voluntad y también con su ver.

Le dije que me hallaba más confuso que nunca con respecto a la forma de usar mi voluntad para olvidar al guardián. Esa afirmación y mi perplejidad de ánimo parecieron deleitarlo.

– Ya te he dicho que cuando hablas nada más te confundes -dijo, y rió-. Pero por lo menos ahora sabes que estás esperando a tu voluntad. Todavía no sabes qué es ni cómo podría ocurrirte. Así que vigila con cuidado todo lo que hagas. La cosa misma que podría ayudarte a desarrollar tu voluntad está entre todas las cositas que haces.

Don Juan se fue toda la mañana; regresó en las primeras horas de la tarde con un bulto de plantas secas. Me hizo con la cabeza señal de que lo ayudara, y trabajamos durante horas en silencio completo, separando las plantas. Al terminar nos sentamos a descansar y él me sonrió con benevolencia.

Le dije con mucha seriedad que había esta leyendo mis notas y que aún no podía comprender qué implicaba el ser guerrero ni qué significaba la idea de la voluntad.

– La voluntad no es una idea -dijo.

Era la primera vez que me hablaba en todo el día. Tras una larga pausa continuó:

– Somos distintos, tú y yo. No tenemos el mismo carácter. Tu naturaleza es más violenta que la mía. Yo a tu edad, no era violento, sino malo; tú eres lo opuesto. Mi benefactor era así; habría estado como mandado hacer para maestro tuyo. Era un gran brujo, pero no veía; no del modo como yo veo o como Genaro ve. Yo entiendo el mundo y vivo según lo que veo. Mi benefactor, en cambio, tenía que vivir como guerrero. Un hombre que ve no necesita vivir como guerrero ni como ninguna otra cosa, porque puede ver las cosas como son y dirigir su vida de acuerdo con eso. Pero, teniendo en cuenta tu carácter, yo diría que tal vez nunca aprendas a ver, y en ese caso tendrás que vivir como guerrero toda tu vida.

"Mi benefactor decía que, cuando un hombre se embarca en los caminos de la brujería, poco a poco se va dando cuenta de que la vida ordinaria ha quedado atrás para siempre; de que el conocimiento es en verdad algo que da miedo; de que los medios del mundo ordinario ya no le sirven de sostén; y de que si desea sobrevivir debe adoptar una nueva forma de vida. Lo primero que debe hacer, en ese punto, es querer llegar a ser un guerrero, un paso y una decisión muy importantes. La aterradora naturaleza del conocimiento no le permite a uno otra alternativa que la de llegar a ser un guerrero.

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