La escena cambió súbitamente. Era de noche. Me encontraba en el vestíbulo de un edificio. La oscuridad dentro del edificio me hizo consciente de que en la escena anterior la luz del sol tenía una hermosa claridad. Pero había sido algo tan común que en ese momento no lo advertí. Al seguir mirando la nueva visión, vi a un joven salir de un cuarto con una mochila grande sobre los hombros. No sabía yo quién era, aunque lo había visto una o dos veces. Pasó frente a mí y descendió las escaleras. Para entonces yo había olvidado mi aprensión, mis dilemas racionales. "¿Quién es ese tipo?" pensé. "¿Por qué lo vi?"
La escena cambió de nuevo y me hallé observando al joven mutilar libros: pegaba algunas páginas con goma, borraba marcas. Luego lo vi acomodar los libros con cuidado en una caja de madera, Había una pila de cajas. No estaban en su cuarto sino en algún almacén. Otras imágenes acudieron a mi mente, pero no estaban claras. La escena se hizo nebulosa. Tuve la sensación de girar.
Don Juan me sacudió por los hombros y desperté. Me ayudó a levantarme y caminamos de regreso a su casa. Habían pasado tres horas y media desde el momento en que empecé a untar la pasta en mis sienes hasta la hora en que desperté, pero el estado visionario no pudo haber durado más de diez minutos. Yo no sentía ningún mal efecto; sólo hambre y sueño.
jueves, 18 de abril, 1963
Don Juan me pidió anoche describir mi reciente experiencia, pero yo estaba demasiado adormecido para hablar de ella. No podía concentrarme. Hoy, apenas desperté, repitió su petición.
– ¿Quién te dijo que esta muchacha H había estado chiflada? -preguntó cuándo terminé mi historia.
– Nadie. Fue sólo uno de los pensamientos que tuve.
– ¿Crees que eran tus pensamientos?
Le dije que eran mis pensamientos, aunque yo no tenía motivo para pensar que H hubiese estado enferma. Eran pensamientos extraños. Parecían brotar en mi mente surgidos de ninguna parte. Don Juan me miró inquisitivo. Le pregunté si no me creía; rió y dijo que mi costumbre era ser descuidado con mis actos.
– ¿Qué hice mal, don Juan?
– Debiste haber escuchado a las lagartijas.
– ¿Cómo debí escuchar?
– La lagartijita encima de tu hombro te estaba describiendo todo lo que veía su hermana. Te estaba hablando. Te estaba diciendo todo, y tú no hiciste caso. En cambio, creíste que las palabras de la lagartija eran tus propios pensamientos.
– Pero si eran mis propios pensamientos, don Juan.
– No lo eran. Esa es la naturaleza de esta brujería, Para decirte la verdad, la visión es más para escucharse que para mirarse. Lo mismo me pasó a mí. Estaba a punto de advertírtelo cuando recordé que mi benefactor no me lo advirtió a mi tampoco.
– ¿Fue su experiencia como la mía, don Juan?
– No. La mía fue un viaje infernal. Casi me muero.
– ¿Por qué fue infernal?
– A lo mejor porque yo no le caía bien a la yerba del diablo, o porque no tenía claro lo que quería preguntar. Como tú ayer. Has de haber estado pensando en esa muchacha cuando preguntaste por los libros.
– No me acuerdo de eso.
– Las lagartijas nunca yerran; toman cada pensamiento como una pregunta. La lagartija volvió y te dijo cosas de H que nadie podrá entender jamás, porque ni siquiera tú sabes cuáles eran tus pensamientos.
– ¿y la otra visión que tuve?
– Tus pensamientos han de haber estado firmes cuando hiciste esa pregunta. Y así es como hay que conducir esta brujería: con claridad.
– ¿O sea que la visión de la muchacha no debe tomarse en serio?
– ¿Cómo puede tomarse en serio si no sabes qué preguntas estaban contestando las lagartijitas?
– ¿Sería más claro para la lagartija si uno hiciera una sola pregunta?
– Sí, sería más claro. Si pudieras sostener con firmeza un solo pensamiento.
– ¿Pero qué ocurriría, don Juan, si la única pregunta no fuera sencilla?
– Mientras tu pensamiento sea firme y no se meta en otras cosas, es claro para las lagartijitas, y entonces su respuesta es clara para ti.
– ¿Puede uno hacer más preguntas a las lagartijas mientras va avanzando en la visión?
– No. La visión es para mirar lo que las lagartijas te estén diciendo. Por eso dije que es una visión para oír más que una visión para ver. Por eso te pedí tratar asuntos no personales. Por lo general, cuando la pregunta trata de personas, tu ansia de tocarlas o de hablarles es demasiado fuerte, y la lagartija deja de hablar y la brujería se deshace. Deberás saber mucho más que ahora antes de querer ver cosas que te conciernan en lo personal. La próxima vez debes escuchar con cuidado. Estoy seguro de que las lagartijitas te dijeron muchas, muchas cosas, pero no estabas escuchando.
Viernes, 19 de abril, 1963
– ¿Qué son todas las cosas que molí para la pasta, don Juan?
– Semillas de yerba del diablo y los gorgojos que viven de las semillas. La medida es un puño de cada cosa -ahuecó la mano derecha para mostrarme cuánto.
Le pregunté qué ocurriría si un elemento se usara solo, sin los demás. Dijo que tal procedimiento sólo produciría el antagonismo de la yerba del diablo y de las lagartijas.
– No debes enemistarte con las lagartijas -dijo-, porque al otro día, cuando esté atardeciendo, tienes que regresar al sitio de tu planta. Háblales a todas las lagartijas y pide que salgan otra vez a las dos que te ayudaron en la brujería. Busca por todas partes hasta que esté oscuro. Si no puedes hallarlas, debes intentarlo de nuevo al otro día. Sí eres fuerte hallarás a las dos, y entonces tendrás que comértelas allí mismo. Y tendrás por siempre la facultad de ver lo desconocido. Ya nunca necesitarás coger lagartijas para practicar esta brujería. Vivirán dentro de ti desde entonces.
– ¿Qué hago si nada más encuentro una?
– Si nada más encuentras una, debes dejarla ir al final de tu búsqueda. Si la encuentras el primer día, no la guardes con la esperanza de coger a la otra al día siguiente. Eso nada más echaría a perder tu amistad con ellas.
– ¿Qué sucede si no puedo hallarlas para nada?
– Creo que eso seria lo mejor para ti. Quiere decir que debes coger dos lagartijas cada vez que necesites su ayuda, pero también quiere decir que eres libre.
– ¿Cómo, libre?
– Libre de ser esclavo de la yerba del diablo. Si las lagartijas viven dentro de ti, la yerba del diablo no te dejará ir jamás.
– ¿Es malo eso?
– Claro que es malo. Te apartará de todo lo demás. Tendrás que pasar la vida cultivándola como aliado. Es posesiva. Una vez que te domina, sólo hay un camino a seguir: el suyo.
– ¿Y si hallo muertas a las lagartijas?
– Si hallas muerta a una o a las dos, no debes tratar de hacer esta brujería durante un tiempo. Déjala descansar un rato.
"Creo que sólo esto necesito decirte; lo que te he dicho es la regla. Cada vez que practiques por tu cuenta esta brujería, debes sentarte frente a tu planta y seguir todos los pasos que te he descrito. Otra cosa, No debes comer ni beber hasta que la brujería esté terminada."