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También veo que en los chamanes que han logrado vencer a la mente, a la cual ellos llaman una instalación foránea, la fluctuación de ese centro se vuelve exactamente como la fluctuación de todos los otros centros. La rotación de la energía en el centro de decisiones es la más débil de todas. Por eso es que el hombre casi nunca puede decidir nada. Los chamanes ven que después de practicar ciertos pases mágicos ese centro se activa, y entonces pueden, ciertamente, tomar todas las decisiones que deseen, cuando antes no podían, ni siquiera, ir a la esquina.

Don Juan puso un enorme énfasis en el hecho de que esos chamanes tenían una tremenda aversión, casi al borde de la fobia, a tocar su propio hueco en la base del cuello, en la cresta del esternón. La única manera en que aceptaban cualquier interferencia con ese punto era a través del uso de sus pases mágicos, los cuales estaban diseñados para reforzarlo llevando la energía dispersa hacia él; de esta forma despejaban toda duda al tomar decisiones, dudas que son producto de la dispersión natural de energía que ocurre como consecuencia del deterioro causado por el desgaste cotidiano.

La idea general que esos chamanes tenían era que el cuerpo humano, visto por los videntes, es una unidad concreta y sellada de campos energéticos. Ninguna energía puede introducirse en esta unidad sellada, y ninguna energía puede escapar de ella. Para los chamanes del linaje de don Juan, el sentimiento de perder energía, que todos nosotros experimentamos, en uno u otro momento, es el resultado de su dispersión o de la expulsión de sus cinco centros energéticos descritos previamente. Esos chamanes creían que la energía es expulsada de esos centros dispersándose hacia los límites exteriores de nuestro ser.

Cuando los chamanes del México antiguo se referían a los límites externos de nuestro ser, hablaban de cómo perciben los chamanes a los seres humanos, es decir, que son percibidos como un conglomerado de campos energéticos con apariencia de una esfera luminosa. Consideraban que esta esfera de energía es nuestro verdadero ser; verdadero, en el sentido de que para ellos es algo irreductible en términos de energía.

En otras palabras, eran capaces de extender los límites de su percepción hasta el punto de poder percibir energía tal y como fluye en el universo. Bajo tales condiciones, los seres humanos son esferas luminosas, Y esta "visión" es irreductible, ya que parece que esos chamanes empleaban la totalidad del potencial humano para percibir, y el percibir una esfera luminosa de energía pura es el resultado final de esto.

Esos chamanes entendían cualquier sensación de ganar energía, como la concentración de la energía que estaba previamente dispersa en los centros de vitalidad ya mencionados. Llamaban a esta maniobra "redistribuir la energía previamente dispersa". Usaban los pases mágicos para poder realizar esta distribución, ya que su efectividad se había comprobado a través de los milenios. La Tensegridad, la versión moderna de esos pases mágicos, logra alcanzar la misma meta: redistribuye la energía dispersa, pero lo hace libre del gravamen ritual de los chamanes.

LA RECAPITULACION

El tercer tema de profundo interés para los chamanes del México antiguo era la Recapitulación. Esos chamanes creían que, al igual que los pases mágicos, la Recapitulación prepara el terreno para alcanzar el conocimiento silencioso. Para ellos, la Recapitulación era el acto de revivir experiencias pasadas, necesario para poder alcanzar dos metas transcendentales. La primera era un esfuerzo que concordaba con su visión general del universo, de la vida y la conciencia; la otra era una meta extremadamente pragmática de adquirir fluidez perceptiva.

Su visión general del universo, la vida y la conciencia era que existe una fuerza indescriptible, a la cual llamaban, metafóricamente, el Águila; entendían que esta es la fuerza que presta energía a todos los seres vivos, desde los virus hasta los hombres. Creían que el Águila le presta conciencia a un ser recién nacido, y que este ser la incrementa por medio de sus experiencias de vida hasta que llega el momento en que esa fuerza exige que se la regrese. De acuerdo al entendimiento de los chamanes, todos los seres vivos se mueren porque se ven forzados a regresar la conciencia que les fue prestada. Esta conciencia incrementada regresa a su dador.

Don Juan dijo que no había manera de explicar tal cosa con nuestro modo lineal de pensar, ya que no existe una explicación de por qué la conciencia se presta, o por qué se regresa; es un hecho del universo, y no todos los hechos del universo pueden explicarse en términos de causa y efecto, o con un propósito que se pueda determinar a priori.

Los chamanes del México antiguo creían que recapitular significa entregar a esta fuerza, el Águila, lo que está buscando: nuestras experiencias de vida, pero entregárselas con cierto grado de control que permita a los chamanes separar la conciencia, de la vida. Aseguraban que la conciencia y la vida no están entrelazadas de modo inextricable, sino que sólo están unidas circunstancialmente. Afirmaban que el Águila no quiere nuestra vida; quiere nuestras experiencias de vida. Aunque supuestamente los seres humanos deberían perder únicamente la fuerza de sus experiencias, la falta de disciplina no les permite separar su fuerza vital de la fuerza de sus experiencias. La Recapitulación es el procedimiento a través del cual los chamanes le entregan al Águila un substituto en lugar de sus vidas. Le entregan al Águila sus experiencias al hacer un recuento de ellas, pero retienen la fuerza vital.

Las aseveraciones perceptivas de los chamanes parecen ser insensateces cuando se examinan en términos de los conceptos lineales de nuestro mundo. El hombre occidental abandonó cualquier tentativa de entablar un discurso filosófico serio basado en aseveraciones hechas por los chamanes del Nuevo Mundo. Por ejemplo, la idea de la Recapitulación nos parece algo más congruente con el psicoanálisis. Cualquier erudito que se tope con ella podría pensar que la Recapitulación es un procedimiento psicológico, una clase de técnica de ayuda propia. De acuerdo con don Juan Matus, el hombre siempre pierde por omisión. Él creía que existen formas alternativas de relacionarnos con el universo, la vida, la conciencia y la percepción, y que la forma en que nos relacionamos, por ahora, es sólo una de las múltiples opciones.

Para los practicantes del chamanismo, el significado de la Recapitulación es entregar a una fuerza incomprensible -el Águila- exactamente lo que quiere: sus experiencias de vida, es decir, la conciencia que han incrementado a través de esas experiencias. Don Juan no pudo explicarme este fenómeno en términos de una lógica común y corriente, o en términos de la necesidad de encontrar causas explicables. Dijo que todo esto pertenece al reino de la práctica, y que todo lo que podemos aspirar a hacer es lograr realizar esta hazaña sin dar explicaciones. También dijo que había cientos de chamanes que lograron realizar la hazaña de conservar su vida después de entregarle al Águila la fuerza de sus experiencias. Para don Juan esto significaba que esos chamanes no murieron de la forma usual en que entendemos la muerte, sino que la trascendieron al retener su fuerza vital y desaparecer de la faz de la tierra, embarcados en un viaje definitivo de percepción.

Los chamanes creen que cuando la muerte ocurre de esta forma, todo nuestro ser se convierte en energía pero, en una clase de energía especial que retiene la marca de nuestra individualidad. Trató de explicar esto de manera metafórica diciendo que, durante el curso de nuestra vida, estamos compuestos por un gran número de "naciones o reinos individuales". Dijo que tenemos el reino de los pulmones, el reino del corazón, el reino del estómago, el reino de los riñones, etc., y que cada uno de estos reinos o naciones trabaja algunas veces independientemente del resto, pero que al momento de la muerte todos se unen en una sola entidad. Él llamaba a este estado la libertad total, y decía que un ser humano libre de la socialización y del dominio de la sintaxis y, transformado así, en una porción de energía pura y unificada, se desaparece, se evapora, se esfuma, o lo que fuera, en lo desconocido, en el infinito, transformado en un ser inorgánico, un ser que posee conciencia pero no organismo.

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