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– Me asombra tanta seguridad.

– No sé por qué. Precisamente por eso me escogieron a mí.

Sonó el timbre de la puerta, anunciando a César con un paraguas chorreante y los zapatos empapados, maldiciendo contra el tiempo y la lluvia.

– Odio el otoño, querida, te lo juro. Con sus nieblas, humedades y demás puñetitas -suspiró mientras estrechaba la mano de Muñoz-. A partir de cierta edad, algunas estaciones terminan por parecerse horriblemente a la parodia de uno mismo… ¿Puedo servirme una copa? Que tontería. Claro que puedo.

Se sirvió él mismo una generosa porción de ginebra, hielo y limón, y cinco minutos después se reunía con ellos, Muñoz desplegaba el ajedrez de bolsillo.

– Aunque no he llegado al movimiento del caballo blanco -explicó el jugador- supongo que les interesará conocer los progresos que hemos hecho hasta ahora… -reconstruyó con las pequeñas piezas de madera la posición que tenían en el cuadro. Julia observó que lo hacía de memoria, sin consultar el Van Huys ni el croquis que se había llevado la noche anterior, y que ahora sacaba del bolsillo y ponía a un lado, sobre la mesa-. Si quieren, puedo explicarles el razonamiento que he seguido hacia atrás.

– Análisis retrospectivo -dijo César, interesado, mientras mojaba los labios en su bebida.

– Eso es -respondió el ajedrecista-. Y vamos a utilizar el mismo sistema de notación que les expuse ayer -se inclinó hacia Julia con el croquis en la mano, indicándole la localización sobre el tablero:

La Tabla De Flandes - pic_6.jpg

– … Según están dispuestas las piezas -continuó Muñoz- y teniendo en cuenta que acaban de mover negras, lo primero es averiguar cuál de las piezas negras ha realizado este último movimiento -señaló con la punta de un lápiz en dirección al cuadro, después indicó el croquis y finalmente la situación reproducida en el tablero real. Para conseguirlo resulta más fácil descartar las piezas negras que no han podido mover porque están bloqueadas, o por la posición que ocupan… Es evidente que ninguno de los tres peones negros A7, B7 o D7 ha movido, porque todos siguen aún en las posiciones que ocupaban al empezar el juego… El cuarto y último peón, A5, tampoco ha podido mover, bloqueado como está entre un peón blanco y su propio rey negro… También descartamos el alfil negro de C8, todavía en su posición inicial de juego, porque el alfil se mueve en diagonal, y en sus dos posibles salidas diagonales hay peones de su mismo bando que aún no han movido… En cuanto al caballo negro de B8, no movió tampoco, pues sólo habría podido llegar ahí desde A6, C6 o D7, y esas tres casillas ya están ocupadas por otras piezas… ¿Comprenden?

– Perfectamente -Julia seguía la explicación inclinada sobre el tablero-. Eso demuestra que seis de las diez piezas negras no han podido mover…

– Más de seis. La torre negra que está en C1 es evidente que tampoco, pues mueve en línea recta y sus tres casillas contiguas se encuentran ocupadas… Eso hace siete piezas negras cuyo movimiento en la última jugada hay que descartar por imposible. Pero también podemos descartar el caballo negro D1.

– ¿Por qué? -se interesó César-. Podría provenir de las casillas B2 o E3…

– No. En cualquiera de las dos, ese caballo habría estado dando jaque al rey blanco que tenemos en C4 lo que en ajedrez retrospectivo podríamos llamar jaque imaginario… Y ningún caballo o pieza que tenga a un rey en jaque abandona el jaque voluntariamente; esa es una jugada imposible. En vez de retirarse, comería al rey enemigo, concluyendo la partida. Semejante situación no puede darse nunca, por lo que deducimos que el caballo D1 tampoco movió.

– Eso -Julia no levantaba los ojos del tablero- reduce las posibilidades a dos piezas, ¿no?… -las tocó con un dedo-. El rey o la reina.

– Cierto. Esa última jugada sólo pudieron hacerla el rey o la reina, a la que los jugadores llamamos dama -Muñoz estudió la disposición del tablero y después hizo un gesto hacia el rey negro, sin llegar a tocarlo-. Analicemos primero la posición del rey, que mueve una casilla en cualquier dirección. Eso significa que sólo pudo haber ido a su actual posición, en A4, desde B4, B3 o A3… en teoría.

– Lo de B4 y B3 es evidente hasta para mí -comentó César-. Ningún rey puede estar en casilla contigua a otro rey. ¿Es eso?

– En efecto. En B4 el rey negro habría estado en jaque de torre, rey y peón blanco. Y en B3, en jaque de torre y rey. Posiciones imposibles.

– ¿Y no pudo venir de abajo, de A3?

– De ningún modo. Tendría jaque del caballo blanco situado en B1, que por su posición no es un recién llegado, sino que lleva ahí varias jugadas -Muñoz los miró a ambos-. Se trata, pues, de otro caso de jaque imaginario que demuestra que el rey no ha movido.

– Luego el último movimiento -razonó Julia- lo ha hecho la reina, perdón, la dama negra…

El ajedrecista hizo un gesto que no comprometía a nada.

– Eso es lo que, en principio, suponemos -dijo-. En pura lógica, cuando eliminamos todo lo imposible, lo que queda, por improbable o difícil que parezca, tiene forzosamente que ser cierto… Lo que pasa es que, además, en este caso podemos demostrarlo.

Julia miró al jugador con nuevo respeto.

– Es increíble. De novela policíaca.

César frunció los labios.

– Me temo, querida, que es exactamente de lo que se trata -levantó los ojos hacia Muñoz-. Continúe, Holmes -añadió con una sonrisa amable-. He de confesar que nos tiene con el alma en vilo.

Muñoz curvó ligeramente un extremo de la boca, sin humor, por mero reflejo cortés. Saltaba a la vista que su atención la acaparaba el tablero. Tenía los ojos más hundidos en las cuencas y un brillo febril en ellos: la expresión de alguien absorto en imaginarios espacios abstractos que sólo él era capaz de ver.

– Estudiemos -sugirió- los posibles movimientos de la dama negra, situada en la casilla C2… No sé si sabe usted, Julia, que la dama es la pieza más poderosa del juego; puede mover cualquier número de casillas en cualquier dirección, con los movimientos de todas las otras piezas menos el caballo… La dama negra, según vemos, tiene cuatro casillas posibles como origen de su movimiento: A2, B2, B3 y D3. A estas alturas, usted misma sabe ya por qué no ha podido venir de B3, ¿verdad?

– Creo que sí -Julia frunció el ceño, concentrándose-. Imagino que nunca habría abandonado un jaque al rey blanco…

– Exacto. Nuevo caso de jaque imaginario, que descarta B3 como posible origen… ¿Y qué me dice de la casilla D3? ¿Cree que la dama negra pudo venir de ahí, por ejemplo, huyendo de la amenaza del alfil blanco que está en F1?

Julia consideró durante un buen rato aquella posibilidad. Por fin su rostro se iluminó.

– No pudo, por la misma razón que antes -exclamó, sorprendida de haber llegado ella sola a aquella conclusión-. En D3, la dama negra habría estado dándole uno de esos jaques imaginarios al rey blanco, ¿verdad?… Por eso no pudo venir de ahí -se volvió hacia César-. ¿No es maravilloso? En mi vida había jugado antes al ajedrez…

Muñoz indicaba ahora con el lápiz la casilla A2.

– El mismo caso de jaque imaginario lo tendríamos si la dama hubiese estado aquí, por lo que también queda descartada esa casilla.

– Salta a la vista -dijo César- que sólo pudo venir de B2.

– Es posible.

– ¿Cómo que es posible? -el anticuario estaba confuso e interesado a un tiempo-. Parece evidente, diría yo.

– En ajedrez -respondió Muñoz- hay pocas cosas que puedan ser calificadas de evidentes. Observe las piezas blancas de la columna B. ¿Qué habría ocurrido si la reina hubiese estado en B2?

César se acarició la barbilla, reflexionando.

– Se habría visto amenazada por la torre blanca que está en B5… Sin duda, por eso movió a C2, para escapar de la torre.

– No está mal -concedió el ajedrecista-. Pero eso es sólo una posibilidad. De todas formas, la causa por la que movió aún no es importante para nosotros… ¿Recuerdan lo que les dije antes? Eliminado lo imposible, cuanto nos queda tiene forzosamente que ser cierto. Luego, recapitulando, si: a) movieron negras, b) nueve de las diez piezas negras que hay en el tablero no pudieron mover, c) la única pieza que pudo mover es la dama, d) tres de los cuatro hipotéticos movimientos de la dama son imposibles… Resulta que la dama negra hizo el único movimiento posible: pasó de la casilla B2 a la C 2, y tal vez movió huyendo de la amenaza de las torres blancas que están en las casillas B5 y B6… ¿Lo ven claro?

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