[N. del E.]), fue lo que se oyó, pero también podría haber sido, De la Persona. Jesús, Dios y el Diablo hicieron como quien no ha oído, pero luego se miraron asustados, el miedo común es así, une fácilmente las diferencias.
Pasó un tiempo, la niebla no volvió a hablar, y Jesús preguntó, ahora en el tono de quien espera una respuesta afirmativa, Nada más, Dios vaciló, y luego, en tono fatigado, dijo:
– Todavía está la Inquisición, pero de ella, si no te importa hablaremos en otra ocasión, Qué es la Inquisición, La Inquisición es otra historia interminable, Quiero conocerla, Sería mejor que no, Insisto, Vas a sufrir en tu vida de hoy remordimientos que son del futuro, tú no, Dios es Dios, no tiene remordimientos, Pues yo, si ya llevo esta carga de tener que morir por ti, también puedo aguantar remordimientos que deberían ser tuyos, Preferiría ahorrártelos, De hecho, no vienes haciendo otra cosa desde que nací, Eres un ingrato, como todos los hijos, Dejémonos de fingimientos y dime qué va a ser la Inquisición, La Inquisición, también llamada Tribunal del Santo Oficio, es el mal necesario, el instrumento cruelísimo con el que atajaremos la infección que un día, durante largo tiempo, se instalará en el cuerpo de tu Iglesia por vía de las nefandas herejías en general y de sus derivados y consecuentes menores, a las que se suman unas cuantas perversiones de lo físico y de lo moral, lo que, todo junto y puesto en el mismo saco de horrores, sin preocupaciones de prioridad y orden, incluirá a luteranos y a calvinistas, a molinistas y judaizantes, a sodomitas y a hechiceros, manchas algunas que serán del futuro, y otras de todos los tiempos, Y siendo la necesidad que dices, cómo procederá la Inquisición para reducir estos males, La Inquisición es una policía y un tribunal, por eso tendrá que aprehender, juzgar y condenar como hacen los tribunales y las policías, Condenar a qué, A la cárcel, al destierro, a la hoguera, A la hoguera, dices, Sí, van a morir quemados, en el futuro, millares y millares y millares de hombres y de mujeres, De algunos ya me has hablado antes, Esos fueron arrojados a la hogera por creer en ti, los otros lo serán por dudar, No está permitido dudar de mí, No, Pero nosotros podemos dudar de que el Júpiter de los romanos sea dios, El único Dios soy yo, yo soy el Señor y tú eres mi Hijo, Morirán miles, Cientos de miles, Morirán cientos de miles de hombres y mujeres, la tierra se llenará de gritos de dolor, de aullidos y de estertores de agonía, el humo de los quemados cubrirá el sol, su grasa rechinará sobre las brasas, el hedor repugnará y todo esto será por mi culpa, No por tu culpa, por tu causa, Padre, aparta de mí ese cáliz, el que tú lo bebas es condición de mi poder y de tu gloria, No quiero esa gloria, Pero yo quiero ese poder. La niebla se alejó hacia donde antes estaba, se veía agua alrededor del barco, lisa y opaca, sin una arruga de viento o una agitación de brisa. Entonces el Diablo dijo, Es necesario ser Dios para que le guste tanto la sangre.
La niebla volvió a avanzar, algo tenía que ocurrir aún, otra revelación, otro dolor, otro remordimiento. Pero fue Pastor quien habló, Tengo una propuesta para ti, dijo dirigiéndose a Dios, y Dios, sorprendido, Una propuesta, tú, y qué propuesta es esa, el tono era irónico, superior, capaz de reducir al silencio a cualquiera que no fuera el Diablo, conocido y familiar de largo tiempo. Pastor estuvo un momento callado, como si buscara las mejores palabras, y luego dijo, He oído con gran atención todo cuanto se ha dicho en esta barca y, aunque por mi cuenta ya había vislumbrado unos resplandores y unas sombras en el futuro, no creí que los resplandores fueran hogueras y las sombras de tanta gente muerta, Y eso te molesta, No debía molestarme, dado que soy el Diablo, y el Diablo siempre en algo se aprovecha de la muerte, incluso más que tú, pues no necesita demostración el hecho de que el infierno estará siempre más poblado que el cielo, Entonces, de qué te quejas, No me quejo, propongo, Pues propón más rápido, que no puedo quedarme aquí eternamente, tú sabes, nadie mejor que tú lo sabe, que el Diablo también tiene corazón, Sí, pero haces mal uso de él, Quiero hacer hoy buen uso del corazón que tengo, acepto y quiero que tu poder se amplíe a todos los extremos de la tierra, sin que tenga que morir tanta gente, y puesto que de todo aquello que te desobedece y niega dices tú que es fruto del Mal que yo soy y gobierno en el mundo, mi propuesta es que vuelvas a recibirme en tu cielo, perdonado de los males pasados por los que en el futuro no tendré que cometer, que aceptes y guardes mi obediencia, como en los tiempos felices en que fui uno de tus ángeles predilectos, Lucifer me llamabas, el que lleva la luz, antes de que una ambición de ser igual a ti me devorase el alma y me hiciera rebelarme contra tu autoridad, Y por qué voy a recibirte y perdonarte, dime, Porque si lo haces, si usas conmigo, ahora, de aquel mismo perdón que en el futuro prometerás tan fácilmente a derecha e izquierda, entonces se acaba aquí hoy el Mal, tu hijo no tendrá que morir, y tu reino será, no sólo esta tierra de hebreos, sino el mundo entero, conocido y por conocer, y, más que el mundo, el universo, por todas partes el Bien gobernará y yo cantaré, en la última y humilde fila de los ángeles que permanecieron fieles, más fiel que todos porque estoy arrepentido, yo cantaré tus loores, todo terminará como si no hubiese sido, todo empezará a ser como si de esa manera debiera ser siempre, No se puede negar que tienes talento para confundir a las almas y perderlas, eso ya lo sabía yo, pero nunca te había oído un discurso como éste, un talento oratorio, una labia, no hay duda, estuviste a punto de convencerme, No me aceptas, no me perdonas, No te acepto, no te perdono, te quiero como eres y, de ser posible, todavía peor de lo que eres ahora, Por qué, Porque este Bien que yo soy no existiría sin ese Mal que tú eres, un Bien que tuviese que existir sin ti sería inconcebible, hasta el punto de que ni yo puedo imaginarlo, en fin, que si tú acabas, yo acabo, para que yo sea el Bien, es necesario que tú sigas siendo el Mal, si el Diablo no vive como Diablo, Dios no vive como Dios, la muerte de uno sería la muerte del otro, es tu última palabra, La primera y la última, la primera, porque es la primera vez que la digo, la última porque no la repetiré. Pastor se encogió de hombros y habló con Jesús, Que no se diga que el Diablo no tentó un día a Dios, y, levantándose, iba a pasar una pierna por encima de la borda de la embarcación, cuando, de pronto, dejó el movimiento en suspenso, y dijo, Tienes en tu alforja una cosa que me pertenece. Jesús no recordaba haber traído la alforja a la barca, pero la verdad es que allí estaba, enrollada, a sus pies, Qué cosa, preguntó, y, abriéndola, vio que dentro no había más que la vieja escudilla negra que trajo de Nazaret, Esto, Eso, respondió el Diablo, y se la quitó de las manos, Un día volverá a tu poder pero tú no llegarás a saber que la tienes. Guardó la escudilla entre sus bastas ropas de pastor y entró en el agua. No miró a Dios, sólo dijo, como si hablara con un auditorio de invisibles, Hasta siempre, ya que él lo ha querido así.
Jesús lo siguió con los ojos, Pastor se iba alejando poco a poco perdiéndose en la niebla, no se le ocurrió preguntarle por qué capricho vino y se marchaba así, a nado, en la distancia era de nuevo como un puerco con las orejas erguidas, se oían unos jadeos bestiales, pero un oído fino no tendrá dificultad en percibir que había también allí un sonido de miedo, no a ahogarse, qué idea, el Diablo, acabamos de enterarnos ahora mismo, no acaba, sino de miedo de tener que existir para siempre. Ya Pastor se perdía en la línea difusa de la niebla, cuando la voz de Dios sonó de repente, rápida, como de quien está de partida, Mandaré a un hombre llamado Juan para que te ayude, pero tendrás que convencerlo de que eres quien dirás ser. Jesús miró, pero Dios ya no estaba allí. En el mismo instante, la niebla se levantó y se disipó en el aire dejando el mar limpio y liso de una punta a otra, entre los montes y los montes, en el agua ni señal del Diablo, en el aire ni señal de Dios.