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– Aguarden -dice el Escritor-. No sé qué tengo en las piernas… me fallan…

– ¿Que ha sido? -pregunta el Profesor sin volverse.

El Escritor suelta una risita nerviosa, pero el Guia dice:

– No lo sé… Ha pasado, gracias a Dios. -Y gruñe mirando a los lados-: ¡Qué sitio de mala muerte!

Se acomodan a la sombra de la red de enmascaramiento. EI Guia escancia alcohol en los vasitos que le tienden. Todos beben.

– Cómo anda usted de apetito, Profesor? -pregunta el Escritor, mordiendo con asco un huevo duro.

– Si le digo la verdad, no ando bien -responde el otro.

– ¡Que bien vendria ahora una cerveza! -suspira el Escritor-. iBien fria! Tengo seco el garguero.

El Guia sirve otra copa a cada uno. EI Profesor le pregunta receloso:

– ¿Nos queda mucho todavia?

EI Guia calla, luego responde sombrio:

– No lo sé.

– ¿Que dice el mapa?

– ¿Qué va a decir l mapa? ¿Y es que eso es un mapa? No tiene escala. Es verdad que el Zorro volvió en dos dias, pero era el Zorro.

– ¿Que Zorro? -pregunta el Escritor.

EI Guia se sonrie socarrón, enciende despacio un pitillo.

– EI Zorro, hermano, no hace pareja con nosotros. Empezó en los primeros dias, me llevó a mi cuando creci. Era un gran hombre. Un as.

– ¿Y por qué era? -pregunta el Escritor-. ¿Es que…?

– Si, si. Lo que piensas. Se iba con uno o dos y regresaba solo. Con e1 tenian que haber ido… -Se rie de un modo desagradable, trasladando la mirada del Profesor al Escritor y a la inversa-. Por lo demás, hasta aquí habrían llegado con él tambien. ¡Bueno! -se interrumpe-. Ustedes hagan lo que quieran que yo voy a echar un sueñecito. Pero no armen ruido aqui… Y no se les ocurra pasear…

E1 Guia se queda dormido, poniendo la cabeza en la mochila. El Profesor y el Escritor, recostando las espaldas en la pendiente arcillosa. Fuman y platican:

– ¿Y que le pasó a ese As? -pregunta el Escritor.

– Fue el único que llegó hasta el lugar y regresó -responde el Profesor-. Volvió y en dos días se hizo rico… Fabulosamente rico. El Profesor calla.

– ¿Y qué?

– Luego se ahorcó. Al cabo de una semana

– ¿Por qué?

El Profesor se encoge de hombros.

– Un caso raro. Pensaba volver allí, junto con… el nuestro. E1 nuestro fue a verlo a la hora convenida, y el Zorro estaba colgado. En la mesa habia un mapa y una esquela deseádole suerte.

– ¿Y no seria que el nuestro le…?

– Si. Es capaz -asiente de buen grado el Profesor.

Durante un rato fuman callados.

– ¿Y qué le parece a usted, Profesor, será verdad que existe ese lugar? Donde se cumplen los deseos…

– EI Zorro se hizo rico. Toda su vida habla soñado ser rico.

– Y se ahorcó…

– ¿Pero usted está seguro que él iba a hacerse rico? ¿El Zorro? ¿Es que le dijo a alguien para qué iba a la Zona? Lo que pasa es que el hombre nunca sabe lo que quiere. Es un ser complicado. La cabeza quiere una cosa, la médula espinal otra y él alma otra… Y nadie es capaz de orientarse en ese berengenal. En todo caso, aqui se trata de algo intimo. ¿Comprende usted? ¡De un deseo intimo!

– Cierto -corrobora el Escritor-. Usted lo dice muy bien. Antes dije que venia aqui en busca de inspiración. Mentira. La inspiraci6n me importa un comino…

El Profesor lo mira curioso.

EI Escritor continiúa, después de una pausa:

– Aunque quizá sea verdad que busco inspiración… ¿de donde voy a saber cómo hay que llamar lo que yo quiero? ¿Y de dónde voy a saber que yo quiero lo que quiero? Son cosas inaprensibles: basta mencionarlas y su sentido desaparece, se diluye. Como una medusa al sol. ¿Lo ha visto alguna vez?

El Profesor baja los ojos y se pone a mirar sus uñas sucias y rotas.

– Vaya, vaya. A propósito, debo decirle que para usted… Si, para usted es contraproducente ir allí.

El Escritor asiente hipócritamente.

– Si, claro, si, claro… Yo, desde luego, no soy un científico… ¡Usted es otra cosa! ¿Usted es un cientifico de verdad? ¡Entonces, claro! El experimento, los hechos… La verdad en úiltima instancia. Pero, creo yo, no suele haber hechos. No los suele haber en general y aqui, en la Zona, con mayor motivo. Aqui todo ha sido inventado por alguien, ¿es que no lo siente? ¡Todo esto es una invención idiota! Nos están engatusando a todos.¿Quién? No se comprende. ¿Para qué? Tampoco se comprende.

– A pesar de todo, seria interesante saber quién y para qué

– ¡No es eso! “Quién y para qué?” ¿Para que sirven sus conocimientos? ¿que conciencia se hará más pura con ellos? ¿Que conciencia se dolerá? ¿La mía? Yo no tengo conciencia, no tengo más que nervios. Me critica cualquier canalla: abre una herida. Me alaba otro canalla: Otra herida más… ¡A ellos les da igual lo que yo escriba! ¡Se lo tragan todo! Pones el alma, pones tu corazón, y se tragan el alma y el corazón. Sacas la porquería de tu alma y se tragan la porquería… Les da igual qué tragar. Todos sin excepción son gente instruida, todos tienen hambre sensorial… Y todos ronronean, ronronean a mi alrededor: periodistas, redactores, críticos, damas interminables… ¡Pero luego se jactan delante de sus maridos que yo me digné a dormir con ellas! Y todos exigen: ¡dame, dame! Y yo doy, y siento ya asco, hace tiempo que deje de ser escritor… Qué escritor del diablo soy yo si odio escribir, si para mi escribir es un martirio, una ocupación desagradable y vergonzosa, algo así como una dolorosa función fisiológica…

Calla súbitamente y permanece un rato con los ojos cerrados. Un tic nervioso contrae su rostro.

– Yo antes creia que era necesario para ellos -prosigue en voz baja-. Yo creia que alguien se hacia mejor y más honrado después de haber leido mis libros. Más puro, más bueno… No soy necesario para nadie. Lo único que tengo es la quinta. Con cuarto de baño. Me moriré, y a los dos dias me habrán olvidado y se podrán a devorar a otro cualquiera. ¿Se puede dejar todo esto asi? Yo queria rehacerlos a mi imagen y semejanza. Pero ellos me han rehecho a mi a su manera. Antes el futuro era só1o la repetición del presente, y todos los cambios se vislumbraban tras lejanos horizontes. Ahora no hay ningún futuro. Se ha unido con el presente. Pero ¿están preparados para eso? Yo intenté prepararlos, pero no quieren prepararse, les da todo igual, no hacen más que tragar.

– Vehemencia… -dice despacio el Profesor-. Mucha vehemencia… ¡Pero usted esta dispuesto a hacer el bien a todos, señor Escritor!

– ¡Déjeme en paz! -responde el otro sin abrir los ojos.

– No, no, porque eso es muy peligroso, ¿se da cuenta? ¡Un benefactor vehemente!

El Escritor se sienta de un tirón y mira furioso al Profesor.

– ¿Qué es peligroso? ¿Qué es peligroso? Yo quiero tranquilidad, ¿entiende? ¡Tranquilidad!

– Entiendo. Pero usted no se retira ahora al desierto a buscar una vida tranquila. ¡Usted va a la Zona! ¡A ese mismo lugar!

El Escritor se echa nuevamente de espaldas y se tapa los ojos con la palma de la mano.

– Oiga, yo no quiero discutir con usted. De la discusión nace la luz, ¡maldita sea!…

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