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– Ahora somos personas muy diferentes. Van.

– Sí. Cuando yo tenía dieciséis años, me habría ido a cualquier parte del mundo contigo. Nos imaginaba juntos para siempre, Brady. Una casa, una familia…

– ¿Y ahora?

– Ahora los dos sabemos que las cosas no son tan sencillas ni tan fáciles. Somos personas diferentes, Brady, con vidas diferentes y sueños diferentes. Yo tenía problemas antes… y los sigo teniendo. No estoy segura de que sea sensato empezar una relación contigo, una relación física, hasta que los resuelva.

– Es algo más que física, Vanessa. Siempre ha sido mucho más.

– Lo sé -afirmó ella-. Razón de más para tomárselo todo con mucha calma. No sé lo que voy a hacer con mi vida ni con mi música. Tener una relación sentimental sólo conseguirá que todo sea mucho más difícil para los dos cuando yo me marche.

Brady sintió que el pánico se apoderaba de él. Si Vanessa se marchaba otra vez, le rompería el corazón.

– Si me estás pidiendo que me olvide de mis sentimientos y me marche, no lo haré. Ni tú tampoco.

– Lo único que te estoy pidiendo es que me dejes organizar mis ideas. La decisión es mía, Brady. No pienso dejar que se me presione, ni que se me amenace ni que se me seduzca. Créeme si te digo que la gente ya ha intentado eso en muchas ocasiones.

– Yo no soy ninguno de tus elegantes y educados amantes, Van -replicó él-.Yo no presiono, ni amenazo ni seduzco. Cuando llega el momento, tomo lo que puedo.

– Pues te aseguro que no tomarás nada que yo no te quiera dar -repuso ella, irguiéndose ante lo que le parecía un desafío-. Ni tú ni ningún hombre. No sabes lo que me gustaría enseñarte algunos modales educados y elegantes, pero haré algo mucho mejor que eso. Te diré la verdad. No ha habido ningún amante porque yo no he querido que los hubiera -añadió, dándose la vuelta-. Si decido que tú tampoco lo seas, tendrás que unirte a todos los demás que he desilusionado.

Nadie. No había habido nadie. Brady dio un paso nacía ella, pero se detuvo. Si la tocaba en aquellos instantes, uno de los dos terminaría arrastrándose por el suelo y no quería ser él. Se dirigió a la puerta y la abrió antes de que pudiera controlarse lo suficiente como para darse cuenta de que lo que ella deseaba precisamente era que se marchara.

– ¿Qué te parece si vamos al cine esta noche? -le sugirió entonces.

– ¿Cómo dices? -preguntó ella, muy sorprendida.

– Que si vamos al cine. ¿Te apetece?

– ¿Por qué?

– Porque me apetece mucho tomar palomitas de maíz -le espetó él-. ¿Quieres ir o no?

– Yo… sí…

– Muy bien.

Se marchó dando un portazo.

Vanessa decidió que la vida era un rompecabezas. A ella le estaba costando mucho encajar las piezas. Llevaba una semana inmersa en los planes de boda y del picnic de aquel fin de semana. Estaba segura de que era un error tratar de coordinar un picnic con una boda familiar e íntima.

A medida que fue pasando la semana definitiva, estaba demasiado ocupada y demasiado confusa como para darse cuenta de que no se había sentido mejor desde hacía años. Además de los preparativos secretos de la luna de miel, había que encargar flores y… cientos de hamburguesas.

Salió con Brady casi todas las noches. Al cine, a cenar, a un concierto… Era una compañía tan agradable y tan divertida que empezó a preguntarse si la pasión y la ira que habían vivido en la cocina de su casa habrían sido reales.

Cada noche, cuando la acompañaba a la puerta, le daba un beso de buenas noches. Al fin, ella comprendió que con el beso le estaba dando también cosas en las que pensar. Y eran muchas.

La noche de antes de la boda, se quedó en casa. Sin embargo, no dejó de pensar en él, a pesar de que Joanie y Loretta no dejaban de enredar en la cocina.

– Yo sigo pensando que los hombres también deberían ayudar -musitó Joanie.

– Sólo serían un estorbo -comentó Loretta, mientras le daban forma a la carne para las hamburguesas-. Además, esta noche estoy demasiado nerviosa como para estar con Ham.

– Te aseguro que lo estás haciendo muy bien -replicó Joanie, entre risas-. Cuando fue a mi casa hoy, me pidió tres veces una taza de café. Y llevaba una en la mano desde que me la pidió la primera vez.

– Me alegra saber que él también está nervioso -dijo Loretta, también riendo-. Espero que no llueva mañana.

Vanessa, que estaba colocando la carne de las hamburguesas entre papel encerado, dijo:

– Han dicho que estará soleado y que hará mucho calor.

– Oh, sí -susurró Loretta con una sonrisa-.Ya me lo habías dicho antes, ¿verdad?

– Solo cinco o seis veces.

– De todos modos, aunque lloviera -observó Loretta-, podríamos celebrar la boda en el interior, aunque sería una pena que se estropeara el picnic. A Ham le gusta tanto…

– No va a llover -prometió Joanie-, aunque es una pena que hayáis tenido que posponer la luna de miel.

– Bueno -dijo Loretta encogiéndose de hombros-. Ham no ha podido cambiar sus citas. Tendré que acostumbrarme a ese tipo de cosas si voy a ser la esposa de un médico… ¿Es eso lluvia? ¿Está lloviendo?

– No -respondieron Joanie y Vanessa al unísono.

Con una débil sonrisa, Loretta terminó su trabajo y se lavó las manos.

– Debo de estar imaginándome cosas. He estado tan nerviosa durante esta semana. Esta misma mañana, no podía encontrar una blusa azul de seda que tengo… ni tampoco unos pantalones de lino que me compré el mes pasado. Lo mismo me pasa con mis sandalias nuevas y un vestido de cóctel que tengo muy bonito. No sé dónde los he puesto.

Vanessa miró a Joanie para que su amiga no se echara a reír.

– Ya aparecerán, no te preocupes.

– Sí, sí, claro… ¿Estáis seguras de que no está lloviendo?

Exasperada, Vanessa se colocó una mano en la cadera.

– Mamá, por el amor de Dios. No está lloviendo. No va a llover. Ve a darte un baño caliente -rugió. Cuando los ojos de Loretta se llenaron de lágrimas. Vanessa se arrepintió de sus palabras-. Lo siento. No quería hablarte de ese modo.

– Me has llamado mamá -susurró Loretta-. Creí que no volverías a hacerlo…

Cuando las lágrimas empezaron a rodarle por las mejillas, salió rápidamente de la cocina.

– Maldita sea -dijo Vanessa-. He estado esforzándome toda la semana para mantener la paz y lo estropeo todo la noche antes de la boda.

– No has estropeado nada -le aseguró Joanie. Se acercó a su amiga y le colocó una mano sobre el hombro-. No voy a meterme en lo que no es asunto mío, porque somos amigas y mañana seremos familia. Desde que regresaste, os he estado observando muy atentamente a Loretta y a ti. He visto el modo en el que te mira cuando tú estás de espaldas o cuando te marchas de una habitación.

– No sé si puedo darle lo que desea.

– Te equivocas. Claro que puedes. En muchos sentidos, ya lo has hecho. ¿Por qué no subes y te aseguras de que está bien? Yo llamaré a Brady y le diré que me ayude a cargar toda esta comida para llevarla a casa de mi padre.

– Muy bien.

Vanessa subió lenta y silenciosamente, tratando de pensar en lo que iba a decir. Cuando vio a Loretta sentada en la cama, nada le pareció bien.

– Lo siento -murmuró Loretta mientras se secaba los ojos con un pañuelo-. Supongo que esta noche estoy muy sensible.

– Y tienes derecho a estarlo -dijo Vanessa, desde la puerta-. ¿Prefieres estar sola?

– No. ¿Te importaría sentarte conmigo un rato?

Incapaz de negarse, Vanessa cruzó la distancia para sentarse al lado de su madre.

– Por alguna razón -prosiguió Loretta-, he estado pensando en cómo eras cuando sólo eras un bebé. Eras tan guapa… Me lo decía todo el mundo y así era. También eras muy inteligente y despierta y tenías mucho pelo… Algunas veces simplemente me sentaba para observarte mientras dormías. No me podía creer que fueras mía. Desde que tengo memoria he deseado tener una casa llena de niños. Era mi única ambición. Cuando te tuve a ti, fue el día más feliz de mi vida. Lo comprenderás mucho mejor cuando tengas un hijo propio.

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