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Determinar la localización exacta de la casa no resultó complicado siguiendo las instrucciones que ofrecía el criptograma que Siraj había descifrado.

Según tales indicaciones, convenientemente cotejadas con la observación de campo que Roshan había procedido a efectuar, la casa del ingeniero handra Chatterghee estaba situada en una tranquila calle que unía Jatindra Mohan Avenue y Acharya Profullya Road, aproximadamente una milla al Norte del Palacio de la Medianoche.

Tan pronto como Siraj hubo comprobado que el fruto de sus investigaciones había sido correctamente asimilado por sus compañeros, manifestó su urgente deseo de no perder un minuto más y salir en busca de Isobel. Los intentos que todos hicieron por tranquilizarle y sugerirle que esperase a la segura vuelta de la muchacha no surtieron efecto alguno y, finalmente, cumpliendo su promesa, Roshan se ofreció a acompañarle. Ambos partieron en la noche tras haber acordado encontrarse de nuevo en la casa del ingeniero Chandra Chatterghee en cuanto tuviesen noticias de Isobel.

– .¿Qué habéis podido averiguar vosotros dos? -preguntó Ian dirigiéndose a Seth y Michael.

– Me gustaría poder ofrecer resultados tan espectaculares como Siraj, pero lo cierto es que nos hemos encontrado con un auténtico mar de cabos por atar -respondió Seth, y procedió a explicar su visita a Mr. De Rozio, a quien habían dejado investigando en el museo bajo la promesa de volver en un par de horas para continuar ayudándole.

– Lo que hemos averiguado hasta ahora no hace más que confirmar la historia que la abuela de Sheere, perdón, vuestra abuela, explicó. Al menos en parte -explicó Seth.

– Hay algunas lagunas en la historia del ingeniero que no será fácil cubrir-.dijo Michael.

– Exacto -corroboró Seth- Es más, creo que lo más interesante no es lo que hemos averiguado, sino lo que no hemos podido averiguar.

– Explícate -solicitó Ben. -Veréis -continuó Seth frotándose las manos frente al fuego-. La historia del ingeniero Chandra empieza a estar documentada con su ingreso en el Instituto Oficial de Industria. Hay documentos que confirman que rechazó varias ofertas del gobierno británico para trabajar al servicio del ejército en la construcción de puentes militares y de una línea de ferrocarril que había de unir Bombay y Delhi para uso exclusivo de la armada.

– Aryami explicó la aversión que sentía hacia los británicos -comentó Ben-. Les culpaba de buena parte de los males que asolaban el país.

– Así es -confirmó Seth-. Pero lo curioso es que, pese a su abierta antipatía, de la que no faltan manifestaciones públicas, Chandra Chatterghee participó en un extraño proyecto del gobierno militar británico entre los años 1914 y 1915, un año antes de morir en la tragedia de Jheeter’s Gate. Se trataba de un asunto oscuro que respondía a un nombre curioso: el Pájaro de Fuego.

Sheere enarcó las cejas y se aproximó a Seth con gesto consternado.

– ¿Qué era el Pájaro de Fuego? -preguntó. -Es difícil determinarlo -respondió Seth-. Mr. De Rozio opina que tal vez podría tratarse de un experimento militar. Parte de la correspondencia oficial que aparecía en los documentos del ingeniero, venía firmada por un tal Coronel Sir Arthur Hewelyn que, según De Rozio, ostentó el dudoso honor de ser el jefe de las fuerzas responsables de reprimir las movilizaciones pacíficas en demanda de independencia en el período de 1905 a 1915.

– ¿Ostentó? -intervino Ben.

– Eso es lo más curioso -aclaró Seth-. Sir Arthur Hewelyn, carnicero oficial de Su Majestad, pereció en el incendio de Jheeter’s Gate. Qué es lo que hacía allí es un misterio.

Los cinco muchachos se miraron entre ellos perdidos en un mar de confusión.

– Tratemos de poner algo de orden -sugirió Ben-. Tenemos por un lado a un brillante ingeniero que rechaza repetidamente generosas ofertas del gobierno británico para trabajar a su servicio en obras públicas, debido a su manifiesto odio hacia el dominio colonial. Hasta ahí todo tiene sentido. Pero de pronto aparece este misterioso coronel y lo involucra en una operación que, a todas luces, debería haberle revuelto las entrañas de asco: un arma secreta, un experimento para reprimir multitudes. Y él acepta. No encaja. A menos…

– A menos que el tal Hewelyn poseyera un poder persuasivo fuera de lo común -completó Ian.

Sheere alzó las manos en señal de protesta.

– Es imposible que mi padre aceptase participar en un proyecto militar de ninguna clase. Ni al servicio de los británicos ni al servicio de los bengalíes. Mi padre detestaba a los militares y los consideraba meros matones a sueldo de gobiernos corruptos. Nunca hubiese prestado su talento a algo dirigido a matar en masa a su propia gente.

Seth la observó en silencio y calibró cuidadosamente sus palabras.

– Sin embargo, Sheere, hay documentos que acreditan que de algún modo participó -dijo Seth.

– Debe de haber otra explicación -replicó Sheere-. Mi padre construía cosas y escribía libros, no era un asesino de inocentes.

– Idealismos aparte, seguro que hay otra explicación -matizó Ben- y eso es lo que estamos intentando encontrar. Volvamos al tema de los poderes persuasivos de Hewelyn. ¿Qué podría haber hecho él para obligar al ingeniero a colaborar?

– Probablemente su fuerza no estaba en lo que podía hacer -explicó Seth, sino en lo que podía dejar de hacer.

– No comprendo -dijo Ian. -Ésta es mi teoría -expuso Seth-. En todo el historial del ingeniero no hemos encontrado una sola mención a Jawahal, su amigo de juventud, excepto en una carta del coronel Hewelyn dirigida al ingeniero Chandra y sellada en noviembre de 1911. En ella nuestro amigo el coronel añade una posdata en la que sucintamente sugiere que, si Chandra declina la invitación a participar en el proyecto, se verá obligado a ofrecerle el puesto a su viejo amigo Jawahal. Lo que yo pienso es lo siguiente: el ingeniero había conseguido ocultar su relación de juventud con Jawahal, ahora encarcelado, y desarrollar su carrera sin que nadie supiese del encubrimiento que él le había ofrecido. Pero supongamos que el tal Hewelyn se hubiera encontrado con Jawahal en la prisión y éste le hubiese revelado la verdadera naturaleza de su relación. Esto le pondría en una excelente situación para chantajearle y obligarle a colaborar.

– ¿Cómo sabemos que Hewelyn y Jawahal se conocían? -cuestionó Ian.

– Es solamente una suposición, pero no muy aventurada -sugirió Seth-. Sir Arthur Hewelyn, coronel del ejército británico, decide recabar la ayuda de un brillante ingeniero. Éste se niega. Hewelyn le investiga y descubre un turbio juicio en el pasado que le involucra. Decide ir a visitar a Jawahal y éste le explica lo que desea oír. Es sencillo.

– No puedo creerlo -dijo Sheere.

– A veces la verdad es lo más difícil de creer. Recuerda lo que dijo Aryami -comentó Ben-. Pero no nos precipitemos. ¿Sigue De Rozio investigando el tema?

– En este mismo momento sí -replicó Seth-. La cantidad de papeles es tal que se necesitaría un ejército de ratas de biblioteca para sacar algo en claro.

– Os habéis defendido bastante bien -ofreció Ian.

– No esperábamos menos -Indicó Ben-. Volved con el bibliotecario y no lo perdáis de vista ni un segundo. Hay algo en todo esto que se nos escapa.

– ¿Qué vais a hacer vosotros? -preguntó Michael conociendo la respuesta de antemano.

– Iremos a la casa del ingeniero -repuso Ben-. Tal vez lo que buscamos esté allí.

– Tal vez haya otra cosa… -apuntó Michael. Ben sonrió. -Como dije, correremos el riesgo.

Sheere, Ian y Ben llegaron al pie de la verja que custodiaba la casa del ingeniero Chandra Chatterghee poco antes de la medianoche. Mirando hacia el Este, la silueta angulosa de la estrecha torre del Syambazaar se recortaba en la esfera de la Luna y proyectaba su sombra dibujando una aguja negra y afilada hacia el insondable jardín de palmeras y arbustos salvajes que ocultaba aquella enigmática estructura.

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