Yo el Supremo Dictador de la Rep?blica: Ordeno que al acaecer mi muerte mi cad?ver sea decapitado, la cabeza puesta en una pica por tres d?as en la Plaza de la Rep?blica donde se convocar? al pueblo al son de las campanas echadas al vuelo. Todos mis servidores civiles y militares sufrir?n pena de horca. Sus cad?veres ser?n enterrados en potreros de extramuros sin cruz ni marca que memore sus nombres. Esa inscripci?n garabateada sorprende una ma?ana a los secuaces del dictador, que corren prestos a eliminarla de la vida de los aterrados s?bditos del patriarca. As? arranca una de las grandes novela de la literatura en castellano de este siglo: Yo el Supremo, de Augusto Roa Bastos, Premio Cervantes 1989. La obra no es s?lo un extraordinario ejercicio de gran profundidad narrativa sino tambi?n un testimonio escalofriante sobre uno de los peores males contempor?neos: la dictadura. El d?spota solitario que reina sobre Paraguay es, en la obra de Roa, el argumento para describir una figura despiadada que es asimismo met?fora de la biograf?a de Am?rica Latina.