Uno de los grandes filósofos de nuestra época, Bertrand Rus-sell, declaró enfáticamente: «Si hay un cielo y un infierno, yo quiero ir al infierno». ¿Por qué? Simplemente para no estar con los santos, porque el cielo debe de estar lleno de esos santos muertos, aburridos y polvorientos. Y Bertrand Russell piensa: «No toleraría su compañía ni siquiera un minuto. ¿¡Imaginarme pasar toda una eternidad rodeado para siempre de cadáveres que no conocen el amor, que no conocen la amistad y que nunca van de vacaciones…!?».
Un santo es santo los siete días de la semana. No le está permitido divertirse como un ser humano ni siquiera un día, aunque solo sea el domingo. No, permanece rígido y su rigidez sigue aumentando a medida que pasa el tiempo. Comprendo la elección de Bertrand Russell de ir al infierno porque entiendo lo que quiere decir. Está diciendo que en el infierno te encuentras a las personas más divertidas del mundo: los poetas, los pintores, los espíritus rebeldes, los científicos, la gente creativa, los bailarines, los actores, los cantantes o los músicos. ¡El infierno debe de ser realmente un cielo porque el cielo no es más que un infierno!
Las cosas han ido muy mal por una razón fundamental, y es que se ha reprimido la energía de amor. La contribución de Gautama Buda es: «No reprimas tu energía de amor. Retínala y usa la meditación para refinarla». Así, paralelamente, y a medida que crece la meditación, esta va refinando tu energía de amor y la convierte en compasión. Entonces, antes de que tu meditación alcance su punto culminante y explote en una hermosa experiencia de iluminación, la compasión estará muy cerca. Para la persona iluminada será posible dejar que su energía fluya -y ahora tiene toda la energía del mundo- a través de las raíces de la compasión hacia cualquier persona que esté lista para recibirla. Solamente este tipo de personas se convierten en maestros.
Iluminarse es sencillo pero convertirse en un maestro es un fenómeno muy complejo, porque es preciso que haya meditación y compasión. La meditación es fácil, la compasión también es fácil; pero las dos juntas, creciendo simultáneamente, es un asunto más complejo.
Las personas que se iluminan y no comparten su experiencia porque no sienten compasión, no contribuyen a la evolución de la conciencia sobre la tierra. No elevan el nivel de la comunidad. Solamente los maestros han sido capaces de elevar la conciencia. No importa lo pequeña que sea tu conciencia, el mérito es de los pocos maestros que, incluso después de la iluminación, han conseguido seguir siendo compasivos.
No te va a resultar fácil comprenderlo… la iluminación es tan absorbente que uno tiende a olvidarse del resto del mundo. Uno está tan absolutamente satisfecho que no le queda espacio para pensar en los millones de personas que están buscando la misma experiencia a tientas, a sabiendas o no, correcta o incorrectamente. Pero es imposible olvidarse de esas personas cuando la compasión sigue estando presente. De hecho, en ese momento tienes algo que dar, algo que compartir. Compartir es una gran alegría. Por medio de la compasión has llegado a saber, poco a poco, que cuanto más compartes más tienes. Si también puedes compartir tu iluminación, esta tendrá mayor riqueza, mayor viveza, mayor celebración y muchas otras dimensiones.
La iluminación puede ser unidimensional, como le ha ocurrido a mucha gente. Eso les satisface y desaparecen en la fuente universal. Pero la iluminación puede ser multidimensional, puede producir muchas flores en el mundo. Y estás en deuda con el mundo porque eres hijo de esta tierra.
Recuerdo una frase de Zaratustra: «No traiciones nunca a la tierra. Incluso en tu mayor gloria, no te olvides de la tierra, porque es tu madre. Y no te olvides de la gente. Pueden haberte entorpecido el camino, pueden haber sido tus enemigos, pueden haber intentado destruirte de todas las maneras; quizá ya te hayan crucificado, apedreado o envenenado, pero no te olvides de ellos. Cualquier cosa que te hayan hecho, lo han hecho de forma inconsciente. Si no les perdonas, ¿quién les va a perdonar? Y tu perdón te enriquecerá inmensamente».
Ten cuidado de no estar a favor de nada que vaya contra la compasión. La envidia, la competencia o el esfuerzo por dominar… todas esas cosas van contra la compasión. Y te darás cuenta inmediatamente porque tu compasión empezará a tambalearse. En cuanto sientas que tu compasión titubea, debes de estar haciendo algo que va contra ella. Puedes envenenar tu compasión con cosas estúpidas que solamente te provocan ansiedad, angustia, lucha y el desgaste absoluto de una vida enormemente valiosa.
Te voy a contar una bella historia:
Juan llegó a casa una hora antes que de costumbre y se encontró a su mujer desnuda en la cama. Cuando le preguntó por qué, ella le explicó. «Estoy protestando porque no tengo ropa bonita para ponerme.»
Juan abrió el armario. «Eso es ridículo -dijo-, mira aquí dentro. Tienes un vestido amarillo, un vestido rojo, un vestido estampado, un traje de chaqueta y pantalón, un… ¡Hola, Paco! -y siguió diciendo-, un vestido verde…»
¡Eso es compasión! Compasión hacia su mujer y compasión hacia Paco. No hay celos ni pelea, simplemente: «¡Hola, Paco! ¿Qué tal?», y sigue con lo suyo. Ni siquiera le pregunta: «¿Qué estás haciendo en mi armario?».
La compasión es muy comprensiva. Es la comprensión más refinada que puede tener el ser humano.
A un hombre compasivo no deberían importunarle los pequeños detalles de la vida que suceden continuamente. Solo así, de forma indirecta, estás ayudando a que tus energías compasivas se acumulen, se cristalicen, se fortalezcan y sigan aumentando con tu meditación. Así cuando llegue el momento dichoso, cuando estés lleno de luz, al menos tendrás un compañero, la compasión. A partir de ahí tendrás un nuevo estilo de vida… porque ahora es tanto lo que tienes que puedes bendecir al mundo entero.
Aunque Gautama Buda siempre insistió en no hacerla, finalmente tuvo que hacer una división o una clasificación de sus discípulos. A una categoría le da el nombre de arhatas: son los iluminados, pero sin compasión. Han empleado toda su energía en la meditación pero no han escuchado lo que Buda había dicho acerca de la compasión. A los otros ios llama bodhisattvas: son los que han escuchado su mensaje sobre la compasión. Están iluminados con compasión, de forma que no tienen prisa por llegar a la otra orilla; quieren quedarse en esta orilla pasando todo tipo de dificultades para ayudar a la gente. Su barco ya ha llegado, quizá el capitán esté diciendo: «No pierdas el tiempo, ha llegado la llamada de la otra orilla que has estado buscando toda tu vida». Pero convencen al capitán para que espere un poco y poder así compartir su alegría, su sabiduría, su luz y su amor con todas las personas que están buscando lo mismo. En su interior, esto se convertirá en un sentimiento de confianza: «Sí, efectivamente hay otra orilla, y cuando estés listo vendrá el barco para llevarte hasta allí. Hay una orilla de inmortales, una orilla donde no existe la desdicha, y donde la vida es simplemente una canción y una danza del momento. Pero, antes de dejar el mundo déjame darle a estas personas algo para que al menos lo puedan saborear».
Los maestros han intentado aferrarse a algo de todas las formas posibles para no ser arrastrados hasta la otra orilla. Según Buda, lo mejor es la compasión, porque la compasión, si se analiza en profundidad, también es un deseo. La idea de ayudar a los demás también es un deseo, siempre que tengas ese deseo no podrás ser transportado a la otra orilla. Es un hilo muy fino que te mantiene unido al mundo. Todo se rompe, todas las cadenas… excepto un fino hilo de amor. Pero Buda hacía énfasis en aferrarse en todo lo posible a ese fino hilo, ayudar a toda la gente que sea posible. Es la única forma de elevar la conciencia del mundo que te ha dado la vida, que te ha dado la oportunidad de iluminarte.
Ahora es el momento de devolverle algo, aunque no puedas devolver todo lo que la vida te ha dado; de dar algo en agradecimiento, aunque solo sean dos flores.
LA MEDITACIÓN ESLA FLOR YLA COMPASIÓN ES SU FRAGANCIA
La meditación es la flor y la compasión es su fragancia.
Ocurre exactamente así. La flor florece y la fragancia se esparce por el viento en todas las direcciones para ser transportada hasta los confines del mundo. Pero lo más importante es el florecimiento de la flor.
El hombre también tiene un potencial de florecimiento. Hasta que el ser interno del hombre florezca, no será posible la fragancia de la compasión. La compasión no se puede practicar, no es una disciplina ni puedes dirigirla. Está más allá de ti. Si meditas, un día, súbitamente te darás cuenta de un nuevo fenómeno, algo absolutamente extraño que sale de tu ser, es la compasión que fluye hacia toda la existencia. Va hasta los mismos confines de la existencia sin encaminarla, sin dirigirla.
Sin la meditación, la energía sigue siendo pasión; con la meditación, la misma energía se convierte en compasión. La pasión y la compasión no son dos energías, sino una y la misma. Cuando esa energía pasa a través de la meditación se transforma, se transfigura y adquiere una cualidad diferente. La pasión se dirige hacia abajo, la compasión se dirige hacia arriba; la pasión se mueve a través del deseo, la compasión se mueve a través de la ausencia de deseos; la pasión es un entretenimiento para que olvides la desdicha en la que vives, la compasión es una celebración y una danza de realización, de satisfacción… estás tan satisfecho que puedes compartir. Ahora ya no queda nada; has alcanzado el destino que llevabas dentro de ti como un potencial o un brote sin florecer desde hace milenios. Ahora ha florecido y está bailando. Lo has conseguido, estás satisfecho y ya no tienes que conseguir nada más, no tienes que ir a ninguna parte, no tienes que hacer nada.
¿Y qué sucederá ahora con la energía? Empezarás a compartir. La misma energía que se movía por las capas oscuras de la pasión ahora se dirige hacia arriba con rayos luminosos; no está contaminada por ningún deseo ni por ningún condicionamiento. No está corrompida por ninguna motivación, por eso la llamo fragancia. La flor es limitada, pero la fragancia no. La flor tiene limitaciones, porque en alguna parte está enraizada en las ataduras, pero la fragancia no tiene ataduras. Simplemente se mueve, va por el viento; no tiene amarres en la tierra.
La meditación es una flor, tiene raíces y existe dentro de ti. La compasión, cuando sucede, no está arraigada sino que se va moviendo. Buda desapareció pero su compasión no. La ñor tarde o temprano morirá -es parte de la tierra y el polvo vuelve a ser polvo- pero la fragancia que ha liberado se quedará para siempre jamás. Buda ha desaparecido y Jesús ha desaparecido, pero su fragancia no. Su compasión sigue estando, y cualquiera que esté receptivo a su compasión sentirá su impacto inmediatamente, le afectará y le iniciará en un nuevo viaje, una nueva peregrinación.